¿Qué hubiera pasado si los incas hubieran evolucionado, y los tahuantinsuyanos nos hubiéramos desarrollado sin injerencia extranjera?
Difícil saberlo, pero los hechos sucedieron y no podemos renegar de nuestra raza, pues para bien o para mal, en nuestras venas corre sangre de ambos lados del Gran Océano Atlántico. Todos aquí somos mestizos, «el que no tiene de inga, tiene de mandinga».
Un día como hoy hace 530 años, Colón «encontró» las nuevas tierras donde inició toda una cadena de agresiones que Cortez, Pizarro y muchos europeos continuarían.
El pueblo llano sufrió el terror, la crueldad y la extrema violencia de esta invasión y latrocinio, erroneamente llamado «conquista».
El mismo pueblo, que también había sufrido la agresión de los incas, la elite gobernante, que tampoco eran unos santos, pues es sabido que eran muy crueles con los pueblos que sojuzgaban, aunque estaban muy lejos de ser tan injustos y abusivos cómo fueron los recién llegados.
Tenemos mucho que aprender de todo eso para no cometer los mismos errores.
Debemos rechazar la violencia y despojos qué se cometieron en nombre de la evangelizacion,
Debemos rechazar el discurso de la fuerza, que permite a unos dañar a otros, sin importar la razón que los mueva.
Debemos rechazar el racismo, la xenofobia y la intolerancia, que son taras que debieron haber desaparecido al crearse la república, pero que lamentablemente nos siguen acompañando, disfrazadas de mil maneras.
La motivación y la razón de tanta inmoralidad en el Perú siempre fue, es y seguirá siendo la codicia, la insana y asquerosa codicia, madre de la corrupción, el problema más álgido de nuestro país.
La historia, siempre la escriben los vencedores, leamos entrelíneas y reflexionemos, saquemos nuestras propias conclusiones.
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