ABANCAY:
MI PRIMERA IMPRESIÓN
por Carlos Antonio Casas Suárez
Por el largo sendero que serpea descendente,
me cautivó del valle la belleza sorprendente,
y el contraste vital de sus tejas bermejas
en marco de montañas de notas verdejas.
Abundantes retamas amarillas iban bordeando
el camino hermoso que estaba atravesando,
mientras urpis, pichincos y tiutis melodiosos
trenzaban dulcemente sus cantos armoniosos.
Una tuya soprano, con virtud prodigiosa,
moduló el aria pura, sublime y armoniosa,
y muchos loros cruzando en rauda bandada
lanzaron gritos vibrantes al cruzar la quebrada.
El Mariño murmuraba sus cuidados secretos,
corriendo entre pedruzcos verdosos y quietos,
a jóvenes parejas que allí iban paseando,
mientras versos y cantos estaban gozando.
La brisa fresca, y la oscuridad del ocaso,
advertía: "hora de irse, no hay retraso",
y con dulces sensaciones en el aire rondando,
se volvía a casa, con calma, el amor cultivando.
Los eucaliptos los campos perfumando,
mentolados besos aparentaban ir dando,
y los aromas de duraznos, nísperos y limoneros
parecían estar endulzando nuestros senderos.
Las estrellas, traviesas en el azul danzando,
quizás, a su modo, estaban guiñando y mirando,
mientras iban tomando su lugar en el firmamento,
compartiendo con nosotros el mágico momento.
¡Oh, Abancay de mis sueños, luz encandilada!
¡Oh, Abancay de memorias, tierra venerada!
Como tú, en ningún sitio naturaleza ha creado
un lienzo tan perfecto, un jardín tan amado.