“Soy un artesano indio cultivado y mi obra la defino como nativa y contemporánea”.
Alejandro nació en Abancay el 11 de agosto de 1900, hijo de Pascual Gonzales, comerciante cantonés llamado Tan Fo Yang, que castellanizó sus nombres -como era la usanza en Abancay a finales del siglo XIX- la madre la abanquina Francisca Trujillo Pérez. El padre sería uno de los fundadores del periódico chino Ma Shing Po y del partido chino Kuo Min Tang.
Acercarse a la vida y la obra de Alejandro González Trujillo, Apu-Rimak, significa investigar con detenimiento la historia de la plástica peruana de la primera mitad del siglo XX, y esto nos lleva a descubrir una vida extraordinaria, signada por la dedicación y el compromiso.
Fue un pintor que se destacó por su estilo indigenista y peruanista. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes del Perú, donde tuvo como profesor al escultor español Manuel Piqueras Cotolí, quien le influenció con las vanguardias europeas. Sin embargo, González Trujillo se alejó del indigenismo oficial de José Sabogal y buscó una integración más personal y original de lo andino y lo moderno. Su obra se caracteriza por el uso de colores vivos, las formas geométricas y el simbolismo de la cultura incaica. Algunas de sus pinturas más famosas son: “El cóndor pasa”, “La fiesta del Inti Raymi”, “El puente de Q’eswachaka” y “La danza de las tijeras”.
Dice una de sus biógrafos: Muy poco se ha escrito sobre este pintor abanquino que nació con el siglo y destinó cada uno de sus días a la búsqueda de una pintura repre- sentativa del Perú y de su gente, heredera de una tradición milenaria y, sin embargo, abriéndose paso hacia una modernidad que exigía nuevas perspectivas.
Los primeros años de Alejandro transcurrieron inmersos en el paisaje abanquino, admirando los colores de la tierra y del inactivo volcán Ampay, mientras crecía asimilando la cultura oriental de su padre y la andina de su madre, empezó a hacer dibujos hechos con yeso sobre rugosas paredes.
A los 14 años de edad, ya sabía que sería pintor, ingresó al único centro de formación artística que existía por entonces en Lima, la Academia Concha. Allí permaneció hasta 1917, teniendo como maestros a Luis S. Ugarte y por compañeros a Carlos Quizpez Asín, Ismael Pozo Velit, Gutiérrez Infantas, entre otros que como él llegarían a ser artistas consagrados.
Por entonces se fundó en la Academia Concha la Sociedad de Bellas Artes, entidad en la cual surgió la idea de fundar la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima. El pintor Enrique Barreda, quien trajo de Europa al pintor Daniel Hernández y al escultor español Manuel Piqueras Cotolí, se encargaron de organizar y fundar la Escuela Superior de Bellas Artes de Lima en 1919, donde Gonzales Trujillo estudió.
González Trujillo se sumó al nuevo centro de estudios como alumno fundador y permaneció hasta 1924, año en que se retiró por inconformidad con la enseñanza. conservadora, que no coincidía con sus aspiraciones estéticas peruanistas. De todos modos, regresó a la Escuela en 1928.
Su formación artística se vio influida por el español Piqueras Cotolí, quien le propuso una integración de las nuevas escuelas europeas con el espíritu indigenista, proponiendo un arte “neoperuano” discrepante con lo que llamaba el “dogmatismo indigenista” encabezado por José Sabogal. Bajo esta orientación, tanto González Trujillo como Jorge Vinatea Reynoso se convirtieron en exponentes de un neoindigenismo interesado en desarrollar el aspecto estético de lo vernacular a partir de los nuevos enfoques.
Estando en Europa decide firmar como pintor con el nombre de Apu-rimac. Su obra fue considerada relevante por la crítica en distintos momentos del siglo XX, desde sus promisorios inicios, pasando por la etapa indigenista y posteriormente por sus exploraciones formales en la dinámica de la vanguardia pictórica, Su presencia en la crítica de arte lo ha tenido olvidado, porque ha sido considerado un indigenista más, sin embargo, críticos recientes los consideran un referente importante de la pintura peruana.
La obra de Apu-Rimak fue considerada relevante por la crítica en distintos momentos del siglo XX, desde sus promisorios inicios por Carlos Solari en la revista Mundial,pasando por la etapa indigenista descrita por Juan Ríos y posteriormente por susexploraciones formales destacadas por Mirko Lauer, para mencionar tres etapas distintas.
Sin embargo, su presencia en la crítica de arte solo llega hasta los años 70. A pesar de sudestacada trayectoria, la obra de Apu-Rimak ha sido olvidada por la historia del arteperuano reciente.
Apu-Rimak se caracterizó por su personalidad reservada y poco dada a laexposición pública. Tampoco formó parte de movimientos plásticos o grupos colectivos, manteniendo su producción alejada de posibles exposiciones, a diferencia de losIndigenistas o los Independientes.
Un factor determinante para la difusión de la obra de un maestro son losherederos, quienes se encargan de preservar y difundir el legado luego de su partida (Comoes el caso de Camilo Blas o Carlos Quizpez Asín, cuya obra se encuentracuidadosamente catalogada). Desafortunadamente la prolífica obra de Apu-Rimak está dispersa e indocumentada y el reducido acervo personal que conservó se encuentra en manos de terceros y no en un lugar idóneo que permita su conservación para futuras generaciones.
Una de las razones mas factibles para el olvido de su obra sea quizás, el hecho de que Apu-Rimak no desarrollara un estilo fijo que pudiera ser fácilmente identificable por elpúblico y la crítica. Por el contrario, encasillarse en un solo universo formal no fue su intención sino por el contrario se dedicó a la búsqueda constante y la exploración libre de diversos lenguajes -tanto figurativos como abstractos- que sirvieran en su propósito de crear una pintura peruana contemporánea.
Murió en Lima, en 1985
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