BELLEZA

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1 Mónica Bellucci

La belleza es una cualidad que se atribuye a aquello que nos produce placer, admiración o deleite, ya sea por su forma, su color, su sonido o su significado.

Sin embargo, la belleza no es algo fijo ni universal, sino que depende de la cultura, la época, el contexto y el gusto personal de cada individuo. Lo que ayer era bello, hoy puede no serlo, y lo que para unos es hermoso, para otros puede ser indiferente o incluso repulsivo.

Las tres Gracias de Rubens hoy producen perplejidad, pero lo cierto es que en su momento también crearon desconcierto. Son la antítesis del cuadro que Rafael Sanzio pintó ciento treinta años antes, lo cual revela que la belleza es una utopía puramente especulativa y no un hecho objetivo.

En la mitología griega, las tres Gracias, asociadas a Afrodita y las flores de primavera, representaban el encanto, la gracia y la belleza. Maestras de la danza, el canto y la poesía, Hesíodo les atribuye “mejillas hermosas” y “ojos que encienden el deseo”. Ya en el siglo II d.C., Pausanias las relaciona con las estrellas fugaces, sugiriendo que lo increíblemente bello casi siempre es efímero.

Los cánones de belleza se ven muy influenciados también por la geografía. Los gustos difieren notablemente entre continentes y países. Por ejemplo, en Asia, muchas mujeres buscan tener la piel lo más blanca posible, los ojos grandes y el cabello liso, mientras que en África, se prefieren las pieles oscuras, los ojos pequeños y el cabello rizado. En Europa, se valora la delgadez, la elegancia y la naturalidad, mientras que en América, se aprecia la voluptuosidad, el bronceado y el maquillaje. En Oceanía, se admira la fuerza, la salud y la aventura, mientras que, en Oriente Medio, se respeta la modestia, la discreción y la tradición.

Claro que en estos tiempos lo occidental ha influenciado muchos cánones en diversas regiones, pero no a todos. Una vez, mientras conversaba con un viejo campesino, apareció una hermosa extranjera, rubia de ojos azules, con un cuerpo voluptuoso y piernas largas, que captó la atención de todos los hombres presentes. El anciano nos sorprendió al comentar: —Cómo caminará esa paliducha sin que sus piernas se enreden?— Según sus estándares, eran más bellas sus paisanas, morenas, pernicortas de anchas caderas y pecho generoso.

Más allá de las apariencias, la belleza también tiene que ver con las cualidades internas, como la personalidad, la inteligencia, la bondad y el carisma, que pueden trascender las barreras culturales y generar una conexión humana más profunda, pero en la práctica las apariencias mandan, y suelen ser el punto de inicio de las relaciones humanas.

Tipos de belleza

Podemos distinguir entre varios tipos de belleza, según el ámbito al que se refieran o el criterio que se aplique. Algunos de ellos son:

— Belleza natural: Es la que se basa en la apreciación de lo que existe en la naturaleza, sin intervención humana. Por ejemplo, un paisaje, un animal, una flor o una piedra pueden ser considerados bellos por su forma, su color, su textura o su armonía.

— Belleza artificial: Es la que se crea mediante la acción humana, ya sea con fines estéticos, funcionales o simbólicos. Por ejemplo, una obra de arte, un edificio, un objeto o una prenda pueden ser considerados bellos por su diseño, su estilo, su originalidad o su mensaje.

— Belleza física: Es la que se refiere al aspecto externo de las personas, es decir, a sus rasgos faciales, su cuerpo, su cabello, su piel, etc. La belleza física suele estar influenciada por el canon de belleza de cada cultura y cada época, que establece los parámetros de lo que se considera atractivo o no.

— Belleza interior: Es la que se refiere a las cualidades internas de las personas, es decir, a su personalidad, su inteligencia, su bondad, su carisma, etc. La belleza interior suele estar relacionada con la ética, la moral y los valores de cada individuo, y se manifiesta en su forma de ser, de pensar y de actuar.

— Belleza filosófica: Es la que se refiere a la esencia de lo bello, es decir, a lo que hace que algo sea bello más allá de su apariencia o su utilidad. La belleza filosófica suele estar vinculada con la verdad, la bondad y la perfección, y se expresa en conceptos, ideas o principios.

— Belleza artística: Es la que se refiere a la expresión de lo bello mediante el arte, es decir, mediante la creación de obras que transmiten emociones, sensaciones, mensajes o significados. La belleza artística suele estar sujeta a la interpretación, el gusto y la crítica de cada espectador, y se manifiesta en diferentes disciplinas, como la pintura, la música, la literatura o el cine.

La belleza en el tiempo

Como hemos visto, la belleza es un concepto cambiante y subjetivo, que varía según la cultura, la época, el contexto y el gusto personal de cada individuo. Por eso, no podemos hablar de una belleza única y universal, sino de múltiples bellezas que se han ido sucediendo y conviviendo a lo largo de la historia.

— En la antigua Egipto, la belleza se asociaba con la armonía, la simetría y la proporción, tanto en el arte como en el cuerpo humano. Los egipcios se maquillaban los ojos con kohl, se depilaban el vello corporal, se perfumaban con aceites y se adornaban con joyas y pelucas. La belleza era un signo de estatus y de poder, y se buscaba tanto en hombres como en mujeres. Algunos ejemplos de belleza egipcia son las reinas Nefertiti y Cleopatra, o el faraón Tutankamón.

Nefertiti : Una efigie antigua y su rostro recreado por IA.

— En la antigua Grecia, la belleza se basaba en el ideal de la perfección, tanto física como moral. Los griegos admiraban el cuerpo humano y lo representaban desnudo y en movimiento, siguiendo las proporciones matemáticas del número de oro. La belleza era una virtud y un don de los dioses, y se cultivaba tanto en hombres como en mujeres. Algunos ejemplos de belleza griega son las diosas Afrodita y Atenea, o el héroe Aquiles.

Afrodita y Atenea

— En la Edad Media, la belleza se subordinaba a la religión, y se valoraba más la pureza y la humildad que el aspecto físico. Los ideales de belleza eran diferentes según el sexo: las mujeres debían ser blancas, rubias, delgadas y de rasgos delicados, mientras que los hombres debían ser morenos, fuertes y de rasgos marcados. La belleza era un atributo divino y un peligro para la salvación, y se ocultaba bajo ropas amplias y oscuras. Algunos ejemplos de belleza medieval son la Virgen María y el rey Arturo.

Recreación del rostro de la Virgen María

— En el Renacimiento, la belleza se inspiraba en el arte clásico, y se recuperaba el gusto por el cuerpo humano y la naturaleza. Los ideales de belleza eran similares para ambos sexos: tez clara, cabello rubio o rojizo, frente amplia, nariz recta, labios finos y cuerpo proporcionado. La belleza era una manifestación de la armonía y la gracia, y se realzaba con ropas elegantes y coloridas. Algunos ejemplos de belleza renacentista son la Mona Lisa de Leonardo da Vinci y el David de Miguel Ángel.

Escultura David de Miguel Ángel

— En el Barroco, la belleza se caracterizaba por el exceso, el contraste y el movimiento, tanto en el arte como en la moda. Los ideales de belleza eran opuestos según el sexo: las mujeres debían ser pálidas, rellenitas, de pechos grandes y cintura estrecha, mientras que los hombres debían ser morenos, musculosos, de bigote y perilla. La belleza era una expresión de la riqueza y el poder, y se adornaba con pelucas, maquillaje, joyas y encajes. Algunos ejemplos de belleza barroca son la Venus del espejo de Velázquez y el rey Luis XIV de Francia.

Venus del espejo de Velázquez

— En el siglo XVIII, la belleza se asociaba con la delicadeza, la elegancia y el refinamiento, tanto en el arte como en la sociedad. Los ideales de belleza eran parecidos para ambos sexos: tez blanca, cabello empolvado, ojos claros, nariz pequeña, labios rojos y cuerpo esbelto. La belleza era una muestra de la educación y el buen gusto, y se acentuaba con sombreros, abanicos, lunares y moños. Algunos ejemplos de belleza del siglo XVIII son la marquesa de Pompadour y el escritor Voltaire.

Marquesa de Pompadour

— En el siglo XIX, la belleza se dividía entre el romanticismo y el realismo, dos corrientes artísticas y sociales que reflejaban las tensiones de la época. Los ideales de belleza eran distintos según el sexo y la clase social: las mujeres de la alta sociedad debían ser blancas, rubias, de ojos azules, de pechos pequeños y cintura de avispa, mientras que las mujeres del pueblo debían ser morenas, de ojos oscuros, de pechos grandes y cintura ancha. Los hombres de la alta sociedad debían ser delgados, de rasgos finos y cabello corto, mientras que los hombres del pueblo debían ser robustos, de rasgos duros y cabello largo. La belleza era un signo de la identidad y la pertenencia, y se diferenciaba con vestidos, sombreros, corbatas y bastones. Algunos ejemplos de belleza del siglo XIX son la actriz Sarah Bernhardt y el pintor Vincent van Gogh.

Retrato de la actriz Sarah Bernhardt

— En el siglo XX, la belleza se diversificó y se democratizó, gracias a los avances tecnológicos, los medios de comunicación y los movimientos sociales. Los ideales de belleza ya no eran impuestos por una elite, sino que surgían de la expresión individual y colectiva de cada grupo y cada época. Así, podemos encontrar desde la belleza clásica, que se inspiraba en las actrices de Hollywood y los modelos de las revistas, hasta la belleza rebelde, que se manifestaba en las subculturas juveniles y los estilos alternativos. También podemos encontrar desde la belleza exuberante, que se caracterizaba por las curvas, el bronceado y el maquillaje, hasta la belleza andrógina, que se distinguía por la ambigüedad, la sencillez y la naturalidad. Y, por supuesto, podemos encontrar desde la belleza occidental, que se basaba en los rasgos caucásicos y anglosajones, hasta la belleza multicultural, que se enriquecía con la diversidad étnica y cultural del mundo. Algunos ejemplos de belleza del siglo XX son la actriz Marilyn Monroe, el cantante David Bowie, la modelo Naomi Campbell o el futbolista David Beckham.

Naomi Campbell

La belleza en la actualidad

En el siglo XXI, la belleza se ha vuelto más diversa y personalizada, gracias a la globalización, la tecnología y los medios de comunicación. Los ideales de belleza ya no son tan rígidos ni homogéneos, sino que conviven múltiples estilos, tendencias y preferencias que reflejan la identidad, la personalidad y la libertad de cada individuo.

Así, podemos encontrar desde la belleza natural, que apuesta por la salud, la sencillez y la autenticidad, hasta la belleza artificial, que recurre a la cirugía, el maquillaje y los accesorios para modificar o mejorar la apariencia física. También podemos encontrar desde la belleza clásica, que se inspira en los cánones tradicionales de la armonía y la proporción, hasta la belleza exótica, que se destaca por la diferencia, la originalidad y el mestizaje. Y, por supuesto, podemos encontrar desde la belleza exterior, que se centra en el aspecto físico y el atractivo visual, hasta la belleza interior, que se basa en las cualidades internas y el encanto personal.

La belleza, en definitiva, es un concepto cambiante y subjetivo, que depende de la cultura, la época, el contexto y el gusto personal de cada individuo. Lo que hoy es bello, mañana puede no serlo, y lo que para unos es hermoso, para otros puede ser indiferente o incluso repulsivo. Lo importante es que cada uno se sienta bien consigo mismo y con los demás, y que no se deje llevar por los estereotipos, las presiones o las modas que nos imponen desde fuera.

Consejos para crecer en belleza

La belleza no es solo una cuestión de apariencia, sino también de actitud, de valores y de bienestar. Por eso, para crecer en belleza física, mental, moral y emocional, podemos seguir algunos consejos que nos ayudarán a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás. Algunos de ellos son:

Cuida tu alimentación: una dieta equilibrada, variada y saludable te aportará los nutrientes, las vitaminas y la energía que tu cuerpo y tu mente necesitan para funcionar correctamente y para lucir radiantes.

Haz ejercicio: practicar alguna actividad física que te guste y te divierta te ayudará a mantener tu forma, tu salud y tu ánimo. El ejercicio libera endorfinas, que son las hormonas de la felicidad, y te hará sentir más fuerte, más ágil y más confiado.

Descansa: dormir bien es fundamental para regenerar tu organismo, tu cerebro y tu estado de ánimo. Un sueño reparador te permitirá afrontar el día con más energía, más concentración y más optimismo.

Medita y reza: la salud espiritual es muy importante. Meditar y rezar la desarrolla. Meditación es una práctica milenaria que te ayuda a relajar tu cuerpo, tu mente y tus emociones. Meditar te enseña a respirar, a enfocar tu atención, a liberar el estrés y a conectar con tu esencia. Rezar es una forma de comunicarte con lo trascendental, de expresar gratitud, de buscar orientación y de encontrar paz interior. La oración fortalece tu vínculo con lo divino y te proporciona consuelo en momentos de dificultad. Así como la meditación nutre tu salud espiritual, la práctica de la oración también puede enriquecer tu vida interior y brindarte serenidad y equilibrio.

Aprende: el aprendizaje es una fuente de crecimiento personal, intelectual y moral. Aprender cosas nuevas, ya sea un idioma, una habilidad, un conocimiento o un hobby, te enriquecerá, te estimulará y te abrirá nuevas posibilidades.

Expresa: la expresión es una forma de liberar tu creatividad, tu personalidad y tus sentimientos. Expresar lo que piensas, lo que sientes y lo que quieres, ya sea mediante el arte, la palabra, el gesto o la acción, te hará sentir más auténtico, más libre y más feliz.

Ama: el amor es la fuerza más poderosa y más bella que existe. Amar a los demás, a ti mismo y a la vida, te llenará de alegría, de gratitud y de paz. El amor es el mejor regalo que puedes dar y recibir, y el que más te embellece por dentro y por fuera.

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