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A todos nos ha sucedido alguna vez que, y sigue pasando de cuando en cuando que, en algunos negocios, el personal deja mucho que desear en su calidad de atención y hasta nos haya maltratado.
Esto sucede, fundamentalmente por el descuido de sus jefes en su adecuada inducción laboral y motivación.
Muchas veces las respuestas agresivas y negligentes del personal, son una respuesta al maltrato que ellos mismos reciben por parte de sus jefes.
El liderazgo tóxico no solo daña el clima laboral, sino que destruye el valor empresarial.
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Una cosa es ser un jefe exigente disciplinado y riguroso, pero otra es ser un jefe maltratador.
Como señaló Peter Drucker: «La cultura se come a la estrategia para el desayuno». Un ambiente de respeto es fundamental para el éxito organizacional.
La intimidación y el maltrato reflejan profundas inseguridades personales. El psicólogo Abraham Maslow observó que «las personas inseguras tienden a ser crueles» , manifestando sus propias carencias a través del abuso de poder. Los líderes auténticos, por el contrario, construyen desde la fortaleza interior.
La puntualidad, el lenguaje apropiado y la atención plena son pilares del respeto profesional.
El dominio del lenguaje refleja inteligencia emocional y profesionalismo. Las palabras elegidas definen nuestra imagen y credibilidad profesional.
El lenguaje soez daña la credibilidad, genera tensión y refleja limitaciones de vocabulario. En entornos laborales, constituye una forma de acoso y deteriora el ambiente organizacional.
Es preocupante observar una tendencia creciente, particularmente entre mujeres profesionales, de adoptar un lenguaje soez como señal de «modernidad», «sofisticación» o «empoderamiento«.
Estudios psicológicos indican que el uso frecuente de groserías solo enmascara inseguridad y búsqueda de aceptación social.
La comunicación efectiva requiere un lenguaje articulado y respetuoso.
La verdadera sofisticación y autoridad profesional se demuestra a través de una comunicación clara y respetuosa. La elegancia verbal no es anticuada; es una ventaja competitiva en el mundo profesional.
Stephen Covey enfatizó: «La forma en que tratamos a los demás es el verdadero indicador de nuestro carácter».
El trato igualitario hacia todos los niveles jerárquicos -desde el personal de limpieza hasta los ejecutivos- construye una cultura de pertenencia. Como destacó Simon Sinek: «Los grandes líderes no ven a las personas como medios para un fin, sino como el fin en sí mismo».
Hay símbolos de respeto básicos que son fundamentales para empoderar a un equipo.
No importa la posición que ocupen, desde un practicante, un técnico, un supervisor, un jefe o el personal de limpieza: si no son bien tratados, no jugarán para el equipo, sino solo para sí mismos.
Prestar atención a las personas cuando se dirigen a nosotros es importantísimo. Saludar a todos —al portero, a la recepcionista, a las secretarias— son actitudes fundamentales. Esperar que los subordinados nos saluden y solo tomar la iniciativa con los jefes, es pura pedantería.
Valores fundamentales como estos se han perdido mucho, y eso viene de casa, no de la universidad ni del colegio.
Es increíble lo beneficioso que resulta ser cuidadoso con esas actitudes básicas.
Cuando sonríes a todos, cuando demuestras a quienes están en la base de la organización que son importantes, ellos suelen ser los más leales.
Todo el personal valora que los saludes cada vez que los ves, que les sonrías, que te intereses por ellos, que les preguntes «¿Cómo estás?» con genuino interés. Son detalles que suman y contribuyen a fomentar la cultura organizacional.
Darles un abrazo el día de su cumpleaños —mejor aún si les das un regalo, por pequeño que sea— significa mucho.
Reunirte con el personal fuera del trabajo en dos o tres ocasiones al año, ayuda a establecer vínculos emocionales que fortalecen la empatía y la calidad de la empresa.
Es importante respetar tradiciones y costumbres. Muchos empresarios, por ahorrarse unos míseros centavos, pierden respeto e incluso generan enemigos al ignorar estos lineamientos básicos.
Por ejemplo, la canasta navideña es tan importante como una tarjeta de saludo, y mejor aún si incluye unas palabras manuscritas en lugar de impresas.
Dentro de la economía empresarial, cumplir con esto, trae beneficios inmensos: es una inversión, no un gasto.
Un trabajador motivado produce mucho más que uno descontento.
Un trabajador descontento no solo produce menos, sino que busca compensar lo que siente que la empresa le escatima.
Algunos incluso llegan a robar descaradamente de distintas formas: usando indebidamente recursos, sobrevalorando compras y gastos, dañando insumos o equipos y, sobre todo, maltratando al activo más importante: el cliente.
El maltrato laboral tiene un efecto dominó devastador. El costo real del maltrato supera enormemente cualquier ahorro superficial.
Sí eres jefe, recuerda: Las pequeñas atenciones con equidad, construyen lealtad y compromiso.
La inversión en bienestar emocional genera retornos tangibles: mayor productividad, menor rotación y mejor servicio al cliente. Jack Welch afirmó: «No hay activo más valioso que las personas motivadas»
Los líderes que ejercen el poder a través del miedo y la intimidación: revelan más sobre sus propias heridas que sobre la valía de quienes maltratan.
El verdadero poder nace del respeto, no del temor. Como dijo Maya Angelou: «La gente olvidará lo que dijiste, olvidará lo que hiciste, pero nunca olvidará cómo los hiciste sentir» .
La grandeza de un líder no se mide por cuántas personas le temen, sino por cuántas personas crecen bajo su guía.
Nunca es tarde para sanar las heridas propias y convertirse en el tipo de líder que inspira en lugar de intimidar.
El cambio comienza con un simple acto de bondad. ¿Qué tipo de legado deseas construir?