El río lloró su partida
Hoy que ya con frecuencia,
dejo partir mis pasos y mis ojos
hacia el pasado.
Hoy que se atropellan los recuerdos
en mi busca.
Acude de puntillas a mi mente
ese bosque de eucaliptos verdes y altivos
que moraban en la quebrada del Mariño.
Qué, con serena complacencia,
nos brindaban su sombra y su mesa,
llena de exquisitos momentos
de paz y hojas muertas.
Esos árboles de pecho amplio,
llenos de agua del río cristalino,
propietarios del tiempo antiguo
y del viento que dormía en sus brazos,
los de los troncos rectos y orgullosos
que besaban el cielo con sus altas ramas.
Hoy,
cuando fui en su búsqueda,
solo quedaba un tronco seco y retorcido,
pero parado y altivo todavía,
aun sabiendo que estaba muerto,
mirando ya sin ojos al infinito.
Inventamos un sepelio para él...
Yo, con mi alma hueca,
el río con su música,
las aves pasajeras,
cientos de mariposas amarillas,
y el cielo que se puso de luto,
con nubes negras y compungidas.
Y con la lluvia lloramos todos,
lloramos mucho.
¿Será que solo sobreviven parados
los árboles torcidos y muertos.
Carlos Bueno Mattos
Abancay 28-5-24