CANTO A MI TIERRA I

RAMAS DE ALGARROBO 

Las ramas de algarrobo
Digieren la tarde.
Bañadas cariñosamente
Por el sol,
Caminante perdido del cielo azul.
El río Apurímac, estacionado a las tres en punto,
No sabe dónde ir:
O reposar allí en el remanso,
O subir en el viento juguetón y cargoso.
Y yo aquí, aumentando fuego a mis ojos,
Para poder absorber golosamente
Todo este paraje calmo y latente.

Quisiera secar toda esta sed ajena que me inunda el alma.
Y ya,
Ahíto de silencio y calma,
Quedarme dormido para siempre.

Aquí, en este sitio,
Antes que la vida se ausente.

Abancay, 7 de diciembre 2018

LA LLUVIA

Las gotas de agua
caen como un manto de olvido,
sobre las hojas ya mojadas y mi piel sedienta.
Caen sin pausa ni apuro,
muro translúcido de agua compacta,
rellenan las fauces insaciables de la tierra,
tiñen de verdes y tristezas las flores y el paisaje.

La casita de adobe abandonada
se cubre con sus viejas y rajadas tejas,
y se apega aún más al olvido.

El riachuelo despertó
y retoza en su cauce, vestido de blanco;
han huido el bullicio, las aves y las gentes.

La floresta húmeda se acurruca llorosa,
solo para mis ojos,
para mí,
mientras muere la tarde.
Y yo renazco en cada gota que
golpea mi faz,
creo que estoy hecho de gotas de lluvia,
eso es lo que recorre mis venas.

El verso brota lento,
de la humedad y el miedo,
broto yo,
desde bajo este cúmulo de años,
largamente recorridos,
broto niño, broto siempre,
como la semilla que nunca duerme.

Abancay 3 de enero 2024.

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