El carnaval, esa explosión de alegría y desenfreno que tiñe las calles de colores y disfraces, tiene una historia tan antigua como la humanidad misma
Estas fiestas en este lado del mundo, representan un doble sincretismo. Primero entre lo pagano (el carnaval) y cristiano (La Cuaresma), y luego entre lo europeo y lo americano.
Desde las saturnales romanas hasta las fiestas paganas de la primavera, el carnaval ha sido un espacio para la transgresión, la sátira y el jolgorio, con permiso para desinhibirse y celebrar la vida antes de la sobriedad impuesta por la Cuaresma.
En el Perú, la fiesta llegó de la mano de los invasores españoles, quienes trajeron consigo sus tradiciones carnavalescas que se encontraron con un rico universo festivo andino, donde el carnaval también era una celebración importante.
Inmigrantes europeos: Un coctel de tradiciones
Las culturas prehispánicas celebraban el carnaval como parte de su calendario agrícola y ritual, honrando a la Pachamama y a los dioses con danzas, música y ofrendas. La llegada de los europeos, con sus propias tradiciones carnavalescas, caracterizadas por bailes de máscaras, comparsas y juegos con agua, generó un mestizaje cultural que dio lugar a una gran fiesta en todo el Perú, con características peculiares en cada lugar.
En regiones, como Abancay la influencia de inmigrantes italianos y franceses que llegaron para regentar las haciendas locales, sumaron importantes cambios a las fiestas que ya se celebraban desde antaño.
Los carnavales más famosos del Perú:
- Puno: Famoso por sus diablos danzantes, los caporales y las comparsas de sikuris. La música y la danza son los protagonistas de esta fiesta, donde el colorido y la energía contagian a todos. Diablos que bailan al ritmo del «tarkeado», hermosas «chinas diablas», comparsas de «sikuris» con sus zampoñas y quenas, y «caporales» con sus acrobacias y saltos, con bellas «caporalitas» y «machitas». Tambien se baila la marinera y la pandilla puneña, danzas elegantes y calmadas que expresan la caballerosidad del varón y elegancia de la dama puneña.
- Cajamarca: El carnaval cajamarquino se caracteriza por el juego con agua y la yunza, un árbol adornado con regalos que se derriba al ritmo de la música, es una característica que comparte con muchas ciudades del Perú. Comparsas de «negritos, «mamachas y otros personajes bailan por las calles contagiando de alegría a los espectadores. Los «negritos» con sus cánticos y bailes picarescos, las «mamachas» con sus coloridas polleras y sombreros, y la yunza como símbolo de fertilidad y abundancia.
- Ayacucho: En Ayacucho, el carnaval se vive con gran fervor religioso. Los carnavales ayacuchanos se distinguen por sus coloridas comparsas de «wacawacas», «tinkuy» y «carnavalones», que bailan al son de la tinya y el arpa, y la picardía femenina que expresan las malcriadas. Los «wacawacas» con sus máscaras de animales y sus bailes acrobáticos, el «tinkuy» como representación del enfrentamiento entre dos comunidades, y los carnavalones con sus disfraces y serpentinas.
- Abancay: El carnaval abanquino se caracteriza por el juego con agua en globos y baldazos, la yunza, el corso del «Ño Carnavalón» y una nueva fiesta llamada «el carnavalazo». Las tradicionales yunzas se bailan en cada barrio, como símbolo de unión y alegría, en comparsas y con trajes típicos, con alegres canciones como una forma de conquista y coqueteo.
En el nuevo estilo de bailar los carnavales abanquinos, se extraña la elegancia del carnaval de antaño, con el zapateo «cepilladito» reemplazado hoy, por un zapateo acrobático que tiene mucho de ejercicio y poco de gracia.
El lado oscuro del jolgorio: La excesiva alcoholización y el vandalismo.
Si bien el carnaval es una fiesta para disfrutar, que nos da permiso para soltarnos y festejar la vida antes que la seriedad, debemos ponernos límites sanos.
La excesiva alcoholización se ha convertido en un problema que desvirtúa su esencia. El consumo desmedido de alcohol genera violencia, accidentes y comportamientos inapropiados que empañan la alegría de la fiesta.
Es triste ver, después de la fiesta, a personas muy afectadas por el alcohol (incluso autoridades que deberían dar buen ejemplo) tiradas en parques y calles, agrediéndose por naderías, o retirarse a casa dando bandazos, hablando improperios, orinando y vomitando por doquier.
Así mismo el vandalismo, que convierte el juego en agresión, involucrando a personas que no desean jugar, usando pinturas y sustancias urticantes en el agua, tintes y grasa de automotores. Muchas veces se ve también a muchachos que agreden a desvalidas muchachitas, manoseándolas con el pretexto del juego.
Propuestas para un carnaval más auténtico:
- Regular el consumo de alcohol: Implementar medidas para controlar la venta y el consumo de bebidas alcohólicas durante los carnavales.
- Regular el uso exclusivo de agua para el juego, prohibiendo radicalmente el uso de pinturas y sustancias nocivas para la salud.
- Sancionar los excesos, aplicar multas y detención a quienes transgredan las normas de buen comportamiento.
- Promover actividades culturales: Fomentar la participación en actividades culturales, artísticas y deportivas como parte de la fiesta.
- Educar sobre el consumo responsable: Implementar campañas de sensibilización sobre los riesgos del consumo excesivo de alcohol.
La caballerosidad, el galanteo fino y la cortesía son como un buen vino: mejoran con el tiempo y siempre dejan un recuetdo y sabor agradable. En cambio, el comportamiento grosero, abusivo, muchas veces propiciado por el alcohol, es como un vomito: avergüenza, nadie quiere acordarse de eso, ni limpiarlo luego.
¡Qué lejos han quedado los tiempos en que se jugaba con aguas perfumadas y talco fino!, y se enamorada con lindos versos, algunas veces, ayudandose los tímidos con trozos de serpentinas con frases bonitas.
¡Aprendamos a disfrutar las fiestas sin alcohol. Un par de copas caen bien, alegran y dan ánimo, pero más que eso NUNCA. ! ¡Brindemos por la amabilidad y dejemos las malas actitudes en el fondo de la copa!
El carnaval es una fiesta con un enorme potencial para celebrar la vida, la cultura y la diversidad. Sin embargo, es necesario revalorizar su esencia y trabajar para que sea una fiesta más auténtica, segura y libre de excesos.
¡Que viva el carnaval, pero con responsabilidad!