Un planteamiento tirado de los cabellos y llevado a la política municipal ha sido solicitar ponerle un nombre particular a la “Casa de la Cultura de Abancay” calificando de “mezquinos” a quienes se oponen al proyecto de marras. ¿Es esto posible?
La cultura es el conjunto de saberes que habitan en el subconsciente de las personas que tienen una identidad colectiva y que les permite guardar respeto y culto por los actos culturales que la representan.
Hasta hace poco se llamaba “culta” a la persona docta y cultivada capaz de definir, conceptuar y ostentar gran dominio de las artes y las letras. Dentro de las artes: el teatro, la música y la danza clásicas universales. Dentro de las letras: la literatura la poesía y los textos universales de difícil entendimiento.
En pocas palabras, la cultura en determinado momento, fue una capacidad elitista de algunas personas para explicar las obras clásicas de la cultura universal sin origen y sin localismos.
Una de las tesis de Mao Tse Tung decía que habría bajar la cultura al nivel del pueblo o subir al pueblo al nivel de la cultura para obtener una conducta aceptable frente a las manifestaciones del saber. Evidentemente estaba hablando de “La Revolución Cultural de China”.
El concepto fue variando hasta cuando llegó la globalización y la mundialización de las culturas. O sea, en los últimos 40 años. Cuando la localía adquiere valor frente a la generalización de los conceptos y las muestras culturales locales: el lenguaje es parte de ese saber, la música, la culinaria y la danza también. Entonces el vals deja de ser vienés, el jarabe tapatío ya no es de Méjico y los tacos mejicanos tampoco y la pizza se hace universal.
Sin embargo, la globalización reconoce que lo autóctono es parte de la memoria colectiva y esa memoria local pasa a ser patrimonio mundial. Por eso se explica que el “Carnaval de Abancay” es patrimonio cultural de la Nación, lo mismo que la Waylìa de Haquira y la Huaylìa de Antabamba, son origen de esas parcialidades, pero ahora son parte de la cultura universal.
Cuando se hizo la “Casa de la Cultura de Abancay”, entendimos que el local que alberga a la Biblioteca “Guillermo Viladegut” amplía su uso para abarcar el concepto a “Casa de la Cultura”. Entonces hablamos de un patrimonio de 300 años antes de la llegada de los españoles cuando la palabra “Abancay” no existía y el nombre de nuestro valle era “Aukapana” y el río que baña sus pies era Aukapanamayo y acaso el primer líder reconocido era Ayar Auka.
Las búsquedas del Arq. Porfirio Enríquez Sotelo encuentran que el líder más antiguo reconocido en nuestra historia es Yupanamo un fiero guerrero sinchi quechua asentado en los faldíos del Ampay.
Las evidencias físicas son Tinya rumi, Paqpachaka sobre el Río Pachachaca y el Kapaq Ñan que bordea la parcialidad de Qorwani, Leonpanpa y Huayllabamba. Los quechuas de entonces tenían dominio sobre ese puente, antes de la edificación del puente de cal y piedra que hoy conocemos.
Vinieron los españoles y llegaron con sus rasos de seda, sus espejos y sus bandurrias y entronizaron a “los negrillos adoradores”, le pusieron “Carnaval” a la “Jallma” que es la fiesta del cultivo y música al “Paki” y al “Seqollo” y nació el contrapunto de comparsas sobre la base de los ayllus.
Toda esta cultura llega a nuestros días y es parte de nuestra memoria colectiva que en los individuos hace posible nuestra identidad. Este es el conjunto de saberes en la línea diacrónica de la historia.
En la línea sincrónica, es decir en el momento actual: la danza: carnaval y negrillos, la música: lamento andino y aires rumberos, la poesía, la literatura, el teatro, la culinaria y las fiestas religiosas y manifestaciones de la simbología andina, la cuentística y la fabulería, la carrera de caballos, la pelea de gallos, la corrida de toros que Arguedas llamó “Yawar Fiesta” y Viladegut Ferrufino “Verónicas Andaluzas”, son conceptos y actos culturales que se repiten o viven en nuestra memoria.
Todo esto es un patrimonio colectivo y debe entrar en la “Casa de la Cultura de Abancay” edificada en el Jr. Cusco con el objeto de seguir ampliándola de acuerdo a las necesidades.
En estos días se intenta llevar a la política un concepto absolutamente cultural: el nombre de la “Casa de la Cultura de Abancay” para colocar como epígrafe el nombre particular del escritor Federico Latorre Ormachea. Las casas destinadas a exhibir y vivir la identidad y las manifestaciones de la cultura de un pueblo no pueden tener un nombre particular porque engloban cientos de años de evolución conceptual.
De ser así tendría que cambiarse el nombre genérico. En Cusco hay una Casa llamada “del Inca Garcilaso de la Vega”, pero no es “Casa de la Cultura” y en Arequipa la Biblioteca que administra la municipalidad se llama “Mario Vargas Llosa”, pero no hay una casa de la cultura que lleve el nombre del Premio Nobel de Literatura.
El más grande pintor de Ecuador es Oswaldo Guayasamín y hay un instituto con su nombre que se dedica a promover la pintura entre niños y jóvenes, pero no hay una casa de la cultura con ese nombre.
En Francia el Museo de Louvre que abarca todas las artes y la monumental historia del arte de Francia no se llama Casa de la cultura y “Louvre” es “fortaleza”, fue edificada antes que la dinastía de los luises habitase ese palacio modificado para la exhibición del arte de todas las épocas. Pudo llevar el nombre de alguno de los reyes, pero se le conoce simplemente como “Museo de Louvre” en cambio sus pabellones tienen los nombres de los enciclopedistas e ilustradores más notables.
¿Cómo llamar a nuestra “Casa de la Cultura de Abancay” con un nombre particular? Cometeríamos un error de concepto y nos meteríamos en un galimatías de grandes proporciones para la risa de visitantes y entendidos.
“La Casa de la Cultura de Abancay” representa cientos de años de evolución cultural y a cientos de ayllus y clanes y miles de generaciones desde sus orígenes hasta ahora. No nos pertenece sólo a nosotros los abanquinos que vivimos fuera y dentro de Abancay. Representa la línea de nuestra historia y la evolución de nuestro lenguaje mixto: mitad quechua, mitad español.
Acoge no sólo a los escritores sino también a los compositores, pintores, bailarines, folkloristas, teatristas, poetas, cantantes de todas las épocas y de todos los géneros y tendencias. El local que fue el Antiguo Colegio Miguel Grau debería ser un gran museo y en sus ambientes deberían formarse pintores, músicos, fotógrafos, diseñadores, coreógrafos, cantantes y actores.
En pocas palabras: la casa de la Cultura de Abancay no puede llevar el nombre de un particular, es la casa de todos hoy y de todos quienes pasaron desde nuestros orígenes por el Valle de Aukapana hasta hoy Ciudad de Abancay.
Su nombre es “Casa de la Cultura de Abancay”. Está bien puesto, dejémoslo como está.