La Casa de la Cultura de Abancay, la casa que se encuentra deteriorada a falta de una adecuada administración, ha sido propuesta para rebautizarla con el nombre de un escritor.
Si la proposición prosperase, pasaríamos a la fila de los “pueblos folklóricos”, por llamar de alguna manera al culturicidio propuesto.
Empecemos por definir lo que es cultura.
La cultura es la memoria colectiva de los pueblos. Esa memoria es la que nos hace actuar de una manera u otra de acuerdo a la supra estructura que subyace en nuestra conciencia.
Los psicólogos le llaman conciencia, los sociólogos identidad, los antropólogos características colectivas y los maestros conductas actitudinales.
La cultura comprende la literatura, la culinaria, la historia, los monumentos, los restos arqueológicos, la música autóctona, las danzas y bailes, la historia, los personajes y los productos bandera.
La que ahora se conoce en Abancay como “Casa de la Cultura” no puede llevar el nombre de nadie en particular, porque es la casa de todos.
Así lo entendimos el año 2004 cuando Marco Gamarra Samanez, alcalde en ese entonces, renombró la infraestructura de la “Biblioteca Municipal Guillermo Viladegut Ferrufino” como “Casa de la Cultura” luego de altisonancias con Vladimiro Viladegut Cortijo por la provisión de alimentos al Hospicio de Ancianos.
Hasta entonces, año 2004, esa casa se conocía como “Biblioteca Municipal de Abancay Guillermo Viladegut” en cumplimiento de la Resolución Municipal 165-89 del 28 de abril de 1989, emitida por el alcalde Luis Valer Carpio por acuerdo de concejo.
Quienes enarbolamos una protesta legal por el cambio de nombre en la fachada, entendimos que la denominación “Casa de la Cultura” es un sustantivo concreto de propiedad colectiva. Es decir, le pertenece a todos y a todas las generaciones de abanquinos desde antes de la llegada de los españoles hasta la actualidad.
Reservamos el nombre de Guillermo Viladegut Ferrufino para la Biblioteca y dejamos libre el nombre de Casa la Cultura para comprender en el concepto el nombre de Abancay.
Esta es una casa que lamentablemente en 20 años no ha avanzado. Debiera estar abierto a grupos de teatro, mimo, expresiones artísticas musicales y dancísticas. “La Casa de la Cultura”, se ha quedado con el nombre en el aire y ahora un binomio de regidores pretende ponerle el nombre específico de un escritor.
No es pertinente. El nombre de esa casa es “Casa de la Cultura” si se quisiera especificar tendría que ser “Casa de la Cultura de Abancay”. Ni siquiera el nombre de Casa Municipal de la Cultura es correcto.
Se estaría circunscribiendo la cultura de una ciudad abuela a la vida de la persona a quien se piensa nombrar. Con un poco más de largueza conceptual, se podría extender a la generación a la cual pertenece el autor.
La casa de la Cultura, debemos entenderlo todos, es la memoria de miles de generaciones desde antes de la llegada de los españoles.
La obligación de los alcaldes, que son aves de paso por voluntad popular, es mantener esa casa actualizada, remozada y con vida.
El Museo de Louvre que guarda la historia de Francia: sus pintores, expresiones artísticas y decorativas y la vida de los franceses enciclopedistas, es decir de antes de la Revolución de Francesa, es la memoria de la libertad.
Ha tomado el nombre de “Museo de Louvre”, porque fue una fortaleza en el tiempo de la monarquía. “Louvre” es “fortificación”, no lleva el nombre de alguno de los monarcas de la estirpe de los Luises, porque el nombre de “Louvre” lo dice todo: “la defensa de la memoria francesa”.
“La Casa de la Cultura de Abancay”, debería ser el recorrido histórico, artístico y bibliográfico en la línea del tiempo desde Yupanamo, el nombre más lejano del liderazgo histórico del tiempo de los Quichuas Aukapanas hasta la actualidad.
Todos los escolares deberían encontrar los libros con los que estudian y hacen sus trabajos ahí con profesores que les guíen y refuercen las lecciones recibidas en el aula.
El teatro debería tener una agenda repleta de actividades, es decir mostrar vida y no ser un letrero muerto al que en el más craso y grande error se le piensa asignar un nombre en particular.
Esperamos que se rectifique la proposición en la sesión extraordinaria a la que se piensa convocar para discutir este asunto y más bien la agenda de la sesión se amplíe a un proyecto de gran envergadura con actividades escolares, académicas y artísticas.
Esa agenda para revisar las actividades en la Casa de la Cultura, debería contemplar la construcción de un tercer piso para que funcione únicamente en esa área, la radio y la televisión municipal con un directorio autónomo que dicte las líneas de contenidos al margen de la vida político partidaria.
¿Se ha pensado en adquirir tecnología para la modernización de la Biblioteca Guillermo Viladegut Ferrufino?
Deberíamos hacerlo.
Los problemas son otros en este tiempo, pero la lectura y el entendimiento por los ojos o por los oídos es una obligación de los mayores de hoy para con los menores que se descarrían a vista y paciencia nuestra por la indiferencia de la clase dirigencial a comprar periódicos, revistas y libros.
En una palabra: rebautizar la “Casa de la Cultura” sería sumar más problemas a la casa de todos los abanquinos de todas las generaciones y de todos los tiempos. Seamos sensatos y demostremos inteligencia y no impertinencia ni ignorancia.
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