EL INCREÍBLE MORTAL DEL CHAMA
“No hay abanquino que no sepa nadar”. Esa frase estaba siempre acompañada de historias fantásticas. Dependiendo de…
“No hay abanquino que no sepa nadar”. Esa frase estaba siempre acompañada de historias fantásticas. Dependiendo de…
A nosotros nos contaron que en los amaneceres del viernes santo, nuestros abuelos despertaban a nuestros padres…
La expectativa era grande en Abancay. Así como esperábamos ver el nuevo récord en las olimpiadas que…
Cosa de grandes y cosa de niños. En épocas del colegio, en el Grau, algunos problemas se…
Si todos los abanquinos tenemos un gusto especial por el pan, es porque el pan es abanquino.…
De seguro, seguiríamos yendo a pie a Condebamba. Y luego, al volver, doblaríamos a la izquierda en…
Teníamos imaginación y teníamos ingenio. Cuando a veces, algún pequeño en su inocencia pregunta: “Y cómo hacían…
La calle Arenas fue siempre concurrida. Con los amigos, era el final de las caminatas ochenteras que…
En algunos lugares, su presencia era sinónimo de Apurímac. Diez años antes de ser prefecto, a mediados…
Había salido persignándose del salón de clases. “No señor director, yo no puedo ser tutor de esa…
Hubo un tiempo en el que a los cuatro años de edad, podías salir a jugar a…
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