COCHARCAS, LA JOYA DE LOS ANDES

por S. Doroteo Borda López
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Reinicio

Saliendo al mediodía de Abancay, llegas a Cocharcas cuando el sol ya se está ocultando tras las montañas. Poco antes, rodeas el cerro Lalaypata y de repente, allá abajo, surge el pueblo de Cocharcas. Mientras desciendes por la serpenteante trocha, los cerros y los árboles van dibujando sus siluetas en los claros del cielo. Te acercas más y más a la Mamacha, y el corazón se acelera.

En Cocharcas, a los pies de María, sientes intensamente tu existencia y tus sentimientos están encontrados: por un lado, intuyes la santidad y la pureza de la Madre, representada en esa imagen; y, por otro lado, relucen en ti tus pecados, la opacidad de tu ser y tus contradicciones.

Desde el cielo, los ojos de María escrutan tu historia. Ya no puedes “hacerte el loco” y disimular tus errores, tus caprichos, tu mal carácter… Frente a la Mamacha, descubres tu andar cansado e inquieto en tantas cosas cuando solo una es necesaria (Cf. Lucas 10,42); te das cuenta de que estás agotado por explotarte a ti mismo, creyendo que estás progresando (Cf. Byung-Chul Han); adviertes que, sin Dios, duermes en vano y te levantas temprano (Cf. Salmos 127,2).

En presencia en de la buena Madre, aunque haya contrastes entre la luz divina y tu oscuridad existencial, sabes que hay solución para tus problemas; pero María te pide un poco de esfuerzo personal, poniendo orden en tu vida: orden especialmente tus gustos, pensamientos, amistades y en tu trabajo. Te sugiere que si eres ordenado, tu tiempo se. multiplicará, como dice San Agustín: “Guarda el orden y el orden te guardará a ti”; porque “el orden conduce a Dios”.

“¡María, devuélveme a la inocencia de la niñez! ¡Dame el valor de enfrentarme a mí mismo y no echar la culpa a los demás! ¿Verdad que últimamente me he alejado de mi centro, de mi esencia? Ahora, ante ti, Madre, comprendo que debo desprenderme de las añadiduras ficticias, de los títulos y de las máscaras con las que me he disfrazado para ser visto por los demás (Mateo 23,5). Ayúdame, Madre, a abandonar la mediocridad y la comodidad de pensar en mí mismo”.

En Cocharcas, aunque la noche sea oscura, con la luz de María todo es hermoso. En ese silencio negro, los peregrinos oran, se dejan amar por Dios y lloran de amor. Y así, llegada la medianoche, amenizados por los mariachis, cantas el Happy Birthday a pleno pulmón. ¡Felicidades! ¡Madre, ya es el día 8, el día de tu nacimiento!

En ese nuevo día, después de haber dormido poco, te levantas, sales a caminar un rato, afinas los oídos y escuchas música de fondo: chiwakos, tuyas, jilgueros y pichinkos cantan felices y se suman a la oración de los peregrinos. También una calandria canta su concierto entre las neblinas indecisas que se agazapan en los flancos de los cerros. Mientras allá abajo, uno de los “ríos profundos”, el caudaloso Pampas, fluye silencioso y perseverante, como lo ha hecho durante miles de años, horadando los Andes.
Más que nunca, en Cocharcas, las praderas y los cerros se tiñen de verdes y grises, y son los telones en los que contrastan las blanquísimas torres del Santuario, especialmente en el cerro Sururaqra. El sol comienza a filtrar sus rayos y hermosea aún más el paisaje. Más que nunca, la belleza está en todas partes, pero en Cocharcas coinciden lo sagrado y lo hermoso, gracias a la presencia de lo sobrenatural, irradiada por María, la Alahaja de la sierra.

La imagen de la Virgen, traída a Cocharcas por Sebastián Martín Astowaraka en 1598, es una talla de mirada tierna y dulce. Ella revela la presencia misteriosa de Dios en lo profundo de tu ser y te recuerda que, a pesar de tus fallos, Dios te ama, que naciste para ser feliz. En verdad, aunque sea sin palabras, junto a María descubres que los más cercanos a Dios son los más felices; que Ella, la Llena de Gracia, es la persona más feliz.

Regresas a casa con firme determinación de comenzar de nuevo, dispuesto a amar las cosas bellas de la vida, pronto para valorar más a tus seres queridos.
Regresas renovado, consciente para apreciar las oportunidades que Dios te brinda: vida, salud, familia, trabajo y sus miles de circunstancias buenas o malas.
Regresas sabiendo que las cosas suceden por una razón; que no debes quejarte, sino orar más y descubrir el sentido de tu vida.
En Cocharcas, vuelves a tu centro, decidido a volar alto, a mirar al sol cara a cara y a disfrutar de la alegría de vivir.
¡Vale la pena ir a Cocharcas!
¡Anímate!

Fotografías del padre Santos Doroteo Borda López

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1 com.

David 06/09/2023 - 10:01 pm

Padre Doroteo que narracion de esas semblanzas sobre la Virgencita de Cocharcas y sobre ese rinconcito apurimeño que la cobija , no creo que haya mejor forma de tributarle un saludo y pedirle sus bendiciones para los peregrinos qur siempre visitamos su templo a rezarle unpadre nuestro y un ave Maria amen,

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