Compra impulsiva

Era la década del 70 y yo, ya había ingresado a mi escuela 55003- La Victoria Abancay, estaba en transición.

Mis padres, muy lindos ellos, tenían una casa en el “pueblo” y otra donde habían instalado una abarrotada tienda, en Tamburco. Le llamábamos la “quinta” al norte de Abancay; ciudad a la que los tamburquinos llamábamos el “pueblo”.

Entre las concurridas tiendas del centro del pueblo, había una cuyo nombre era: “Bazar el chinito”. El dueño era un señor de rostro adusto y malhumorado, tenía un mirar penetrante como de perro sigiloso, pero esforzadamente se ponía atento cuando le daban las ganas. A un costado de esa tienda,que era grande, tenia un espacio donde ofrecía discos de vinilo, de aquellos tiempos.

Un tocadiscos de los años 40s que, debido a su antigüedad, funcionaba muy mal y sonaba dolorosamente en una que otra fecha importante para mi familia. Este tocadiscos piká ( pick up) hacia comparsa abigarrada junto a los adornos en la sala de mi casa cuyo piso limpiábamos con mis hermanos, en rutinas obligatorias, con petróleo diluido. Era más o menos abril de ese año y ya casi llegaba mis cumpleaños y yo había aprendido a bailar las cumbias con alguna habilidad, pero no me alcanzaba para decir que lo hacía bien.

En la quinta, al norte de Abancay, la alfalfa con la que alimentábamos al poco ganado que había en ella, incluido los cuyes y conejos de la casa del pueblo, estaba bien crecido el alfalfar; de modo que segadera en mano ese día, corte unos fajos más de la cuenta, y los vendí con la anuencia de mi madre. Fueron como 10 soles, de aquellos antiguos soles que me gané por la venta.

La cumbia estaba de moda, por lo menos en el pueblo. Una de Los Destellos que se llama Elsa sonaba bien y yo la había escuchado en varias reuniones de familias en el barrio, me gustaba mucho. Si dudar compré el disco sencillo de 45 RPM IEMPSA, gastando 4 de los 10 soles, pensando que a mi madre también le gustaría.

Contento, luego de toparme con el señor malhumorado de aquella tienda de discos, llegue a mi casa para anunciarle a mi madre lo que había comprado.

– Mamá compré el disco Elsa, de los destellos, le dije esforzándome por sonreír, fue con lo de la alfalfa. ¿Lo escuchamos?

Y mi madre con su voz llena de ternura, seguro sin querer causarme malestar ni nada que me pudiera frustrar y solo con la sinceridad propia de su rica sencillez que se dibujaba en su rostro me dijo:

¡hijito, para qué compras esos discos, si no tenemos un buen tocadiscos, además ese viejito piká que tenemos en la sala, es adorno nomás, no funciona!.

!Si serás !

Y Yo Plop.

Estracto del libro: Agujas de hielo, (R. Bedia Benites).

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