CONFLICTOS: LAS CONSECUENCIAS DE UN CEREBRO EMOCIONAL «MAL EDUCADO»

¿Quién no ha tenido una tensión, un problema, un conflicto?

En las familias, sea cual fuere su estructura, el conflicto forma parte de la convivencia; es algo normal y hasta necesario, puesto que permite aprender para detectar errores o déficits socioemocionales; algo que las familias emocionalmente inteligentes logran mediante el autodescubrimiento, la ayuda profesional, la aceptación, el consenso y el compromiso firme para fortalecer vínculos.

Hay otras personas que asumen el conflicto como estilo predominante sin el acatamiento de normas para decidir o como preludio de despidos si se trata de actividades laborales. Si es lo primero, entonces, debemos prepararnos para gestionar el conflicto, todos, desde pequeños, para que la irrupción de las tensiones, que son normales en la convivencia familiar, no escalen a conflicto; por el contrario, sean abordadas sin el predominio de la ira, el estrés, el prejuicio; sino, mejorar nuestros niveles de adaptabilidad propiciando una convivencia saludable y productiva. Lo otro es la solución intolerante desde la hostilidad, la desadaptación e irascibilidad afectando no solo la salud mental, sino acentuando estas formas de convivencia antinormativa-conflictiva que vemos como cultura normalizada en sectores de la sociedad.

El sistema educativo debería incorporar contenidos socioemocionales para conocer la psicología humana, gestionar y resolver los conflictos sea de la naturaleza que fueren. Si la familia es la célula básica de la sociedad, entonces la educación debería tener un propósito integrativo y educar realmente para resolver los conflictos en el seno de la familia, con las técnicas y herramientas que la ciencia social y del comportamiento nos da.

¿Por qué no se hace?

Bueno, dejo a usted para su reflexión.

En circunstancias pospandemia, y clima mundial de incertidumbre sobre el destino de la humanidad, con escasez de recursos y precariedad material, con miedos, angustias, trastornos de ansiedad y estrés y con inhabilidades para un relacionamiento saludable -que ya lo vivíamos como lo evidenciaba la espiral de violencia social y de familia-, no es difícil pensar que en muchos hogares deben estarse produciendo, no solo tensiones o problemas, sino conflictos, pero mal afrontados, mal gestionados y mal resueltos, evidentemente.

Es propicio, entonces, conocer la psicología del conflicto para poderlo transformar.

Primero debemos saber que nuestro cerebro emocional es el que se activa en momentos de tensión mediante la ira, el miedo, la rabia y la agresividad destructiva. Mediante las habilidades socioemocionales, en este caso, la autorregulación, podemos gestionarlas para transformar el conflicto destructivo en un evento constructivo. ¡Entonces aprendamos a gestionar nuestras emociones!, haciendo higiene mental, ya que varios de los obstáculos para llegar a un entendimiento y cooperación tienen que ver con esa gasolina que es el prejuicio y la “reacción emocional” inadecuada de los involucrados las que escalan el problema.

Aprendamos a detectar, dosificar, administrar o gestionar las emociones negativas: la ira, el rencor, la envidia, celos, desprecio, hostilidad, etc., a través de la técnica de la toma de conciencia. Darse cuenta de lo que estás pensando y sintiendo. A esto los psicólogos llamamos Inteligencia emocional. Es decir, aquella capacidad para identificar qué es lo que estás sintiendo (emoción) como producto de un tema, situación, circunstancia y cómo influye esta en tu conducta o actitud posterior (reacción) con lo cual se evalúa hasta qué punto es beneficioso o pernicioso lo que estás pensando hacer (consecuencia), de manera intrapersonal, interpersonal o grupal. Mientras ponemos en práctica las habilidades socioemocionales, el cerebro emocional que es rápido para la reacción, da paso al cerebro racional que es más lento y sofisticado.

¡Súbete al balcón!, dice W. Ury.

Ponte en la perspectiva y distánciate del conflicto. Obsérvate.

Esto permite entrar al terreno de la creatividad, la cooperación y el afrontamiento solidario antes que las agresiones mutuas. La actitud y la voluntad tienen una enorme potencialidad conciliatoria orientadas a la satisfacción equitativa, cuando es bien orientado por quien demuestra tener y aplicar inteligencia emocional.

Entender cómo nuestras emociones mal gestionadas contribuyen al conflicto, nos llevará a entender en reversa, que los eventos tensionales sí podemos convertirlos en oportunidades para fortalecer vínculos, creando seres humanos más empáticos, más felices, más completos, más asertivos, en suma, más humanos.

¡Antes que conflictivos, seamos más creativos, más constructivos!

Tomemos la iniciativa.

¡Cámbiale de cara a los conflictos!

Lic. Roger Bedia Benites
CPsP 28719- Apurímac

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