COSAS DE DIOS Y LA MUJER
por Alberto Pinto
—¡Cinturones abrochados, por favor!
Sentado en esos asientos de avión en uno de mis viajes a Lima, desde Madrid. De esos asientos que impiden moverte, como jugando al “inmóvil” de nuestra infancia. Hechos a medida para que solo pudieres mover el cuello a uno y otro lado. Ya habíamos logrado altura suficiente para estar en “velocidad de crucero”. Todo iba bien.
Acariciaba la cabeza de mi mujer tumbada sobre mi regazo, porque como nunca, tuvimos la suerte de viajar en una fila de tres y un asiento estaba vacío.
Azafatas y azafatos paseando y revisando, hablando e instruyendo.
Viajeros asustados, tal vez fuera su primer viaje, otros contentos por un viaje más, los más, indiferentes ante lo que ocurría a su rededor.
Por un momento cerré los ojos y al abrirlos mi mano continuó la caricia de la cabeza de mi mujer, pero algo fallaba. No era igual. ¡De pronto me di cuenta de que eran sus pies!
—Brujería! —casi grité.
—¿Como?
—Dios mío perdóname, no lo volveré a hacer.
y Dios con su voz de bueno me dijo;
—¿Qué no volverás a hacer, hijo mío?.
—¡Cualquier cosa que tu creas que haya hecho señor!
Porque con Dios hay que tener cuidado, todo lo sabe, lo ve y sobre todo lo recuerda.
—¿Cómo es posible que en esta estrechez mi mujer haya cambiado de postura? ¡eso solo lo puede hacer una contorsionista o una bruja.!!
Dios por compasión me dijo:
—Es una mujer, ¿aun no te has dado cuenta? ¡puede hacer casi todo!
Yo pensé, en mis más profundos adentros. «tienes razón Dios».
Lo hacen casi todo y también como Dios, se acuerdan de todo, día, minuto y segundo. Son capaces de decirte quiénes estaban en esa ocasión que se acuerdan, como los espías de las películas. Con solo una mirada del entorno saben cuántos, y cómo visten cada uno de los presentes, mientras yo estoy con los ojos en blanco mirando hacia mis cejas que ya quedan pocas, sin lograr recordar nada. ¡Nada¡
Por eso creo que la mujer nació directamente de la cabeza de dios. como minerva, de Júpiter. Si no, ¿cómo es que saben hasta tus intenciones incluso antes de haberlo pensado? Por eso, yo ya no miro a esas chicas que llevan los pantalones trucados.
—¿Mira esa chica, será verdad eso que tiene al terminar su espalda? ¡no puede serrr!
ay dios, ¡borra este pensamiento por favorrr!
y Dios me dice burlón:
—No seas tonto, tu mujer ya sabe lo que pensaste.
Sigo pensando que eso de que nació de la costilla de Adán es un cuento, aprovecho que Dios se ha dignado hablarme para preguntarle:
es cierto Dios que la mujer nació de la costilla de Adán?, ¿eso hiciste al fabricarla?.
Y Dios me brindó su silencio, calló para siempre. Porque el silencio también lo invento Él. El que calla otorga, ¿eh?
Volviendo al tema. ¿Cómo se dio la vuelta mi mujer es ese estrecho espacio de los asientos de Air Europa, hechos para ejercitar la meditación y el yoga?
Yo preferí pensar en otra cosa. ¿será verdad o es el pantalón?
Con esa duda existencial, ahora entiendo por qué el inquilino de mi entrepierna, ya ni se molesta en asomar la cabeza “pa’ qué. To’ falso”.
Calpica 01 de marzo 2023
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