En una noche de celebración que se convirtió en un vergonzoso espectáculo, el alcalde de Abancay, Raúl Peña, ha dejado atónitos a los ciudadanos y ha puesto en entredicho la dignidad de su cargo. Durante los festejos por el aniversario de la ciudad, Peña, tomó el micrófono y, en lugar de un mensaje de unión, lanzó una serie de insultos y acusaciones contra el gobernador regional, Percy Godoy. La escena, registrada en video y difundida en redes sociales, muestra a un alcalde descontrolado, calificando al gobernador de «energúmeno» y acusándolo de desprecio hacia Abancay al no permitir la participación de sus gerencias en la celebración.
Ante las críticas y la indignación de la ciudadanía, el gobernador Godoy brindó una justificación en un medio radial local, explicando que su ausencia se debió a un grave problema de salud de su hijo menor, que ha requerido de toda su atención. “Como padre, he priorizado el bienestar de mi hijo en estos momentos difíciles”, expresó . Se comprende la difícil situación familiar que atraviesa Godoy y le deseamos una pronta recuperación al pequeño, pero ¿Por qué impedir que el personal del Gobierno Regional participe en las celebraciones, como es costumbre en cada aniversario? Abancay, como cualquier otra comunidad, merece el respaldo y la presencia de sus autoridades en momentos importantes, especialmente en un evento que une a la ciudadanía.
Las imágenes de Peña arremetiendo sin piedad contra el gobernador han dejado una profunda huella de indignación entre los habitantes de Abancay, quienes esperaban una noche de alegría y unión, no una vergonzosa escena de confrontaciones entre sus líderes, con un alcalde aparentemente en estado de ebriedad. Lo que debería haber sido un discurso de amistad y alegría se transformó en un espectáculo de vulgaridad y desprecio, en el cual Peña, con un tono exaltado, despotricaba sin filtros contra Godoy. La situación llegó al punto álgido cuando, en medio de su discurso, el animador (quizás preocupado por los exabruptos de su jefe) llamó a una ambulancia para atender a un ciudadano que se desmayó entre el público. Peña, en lugar de mostrar compasión, ordenó al animador callarse, rematando con un autoritario “¡Cállate, ….!”, y continuó con sus diatribas.
Este episodio ha avivado el descontento hacia el alcalde Peña, y su conducta ha sido ampliamente criticada por ciudadanos que ven en este comportamiento un reflejo de su falta de idoneidad para representar los intereses de Abancay. Este tipo de arrebatos, impropios de una autoridad electa, únicamente erosionan la confianza de la población en sus líderes, reforzando la percepción de que los intereses y disputas personales están anteponiéndose al bien común.
Aunque muchos en la comunidad comparten el descontento del alcalde respecto a la gestión de Percy Godoy, señalada de prepotencia, incapacidad y de favorecer exclusivamente a la provincia que lo respaldó políticamente en perjuicio de todas las demás , también consideran que las quejas de Peña pudieron haberse expresado en un contexto adecuado y en un tono respetuoso. Los desacuerdos entre autoridades, por legítimos que sean, no deben llevarse a una plaza pública en una escena de espectáculo lamentable.
La falta de profesionalismo y autocontrol del alcalde Peña ha hecho que numerosos ciudadanos exijan medidas disciplinarias, sugiriendo incluso un juicio político. Abancay enfrenta ahora un ambiente de tensión y crisis política, en un momento donde el liderazgo efectivo y el trabajo coordinado son más necesarios que nunca para resolver los problemas de la región.
Este bochornoso incidente resalta, una vez más, la crisis moral en que se encuentran algunas de nuestras autoridades. La ciudadanía merece y espera de sus líderes el ejercicio responsable y decoroso de sus funciones, y no actos de escándalo y confrontación. En momentos de polarización y desencanto social, urge que las autoridades encaminen sus actos y sus palabras a construir puentes de diálogo, en lugar de abismos de discordia.
Con actos como el sucedido, se hace evidente la necesidad de elevar nuestra cultura, fortalecer nuestros principios y enriquecer nuestros valores. Porque, como dijo Ferdinand Foch: ‘No hay hombres cultos; hay hombres que se cultivan.’ Cultivarnos debe ser un proceso constante, un viaje hacia la sabiduría con dedicación y humildad.
Es responsabilidad de quienes ostentan el poder el comportarse con respeto y dignidad, proyectando la imagen de un servidor público comprometido con los intereses de la comunidad. Abancay, como cualquier otra sociedad, necesita autoridades que actúen como verdaderos referentes de ética y profesionalismo.
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