CUERPOS, ALMAS Y BITS

Reencontrando nuestra esencia humana

En un mundo donde la tecnología avanza a pasos agigantados excitando todos nuestros sentidos, a veces olvidamos conectar con nuestra esencia humana cómo la percepción extrasensorial (PES), esa mágica capacidad de obtener información sin el uso de los cinco sentidos físicos conocidos (vista, oído, tacto, gusto y olfato).

¿Le ha pasado que, a veces se siente bienvenido y otras rechazado?, pues es que la percepción humana funciona siempre bien, aunque muchas veces no seamos conscientes de ella.

La PES permite intuir lo que sucede sin evidencias a nuestro alrededor y también incluye fenómenos como la telepatía, la clarividencia, la precognición y la psicometría. Aunque fascinantes, estos fenómenos controvertidos no han sido ampliamente aceptados por la comunidad científica. Hoy no vamos a hablar de los fenómenos, vamos a hablar de esas percepciones sutiles que todos experimentamos a diario.

Muchas veces podemos intuir ¿Quién es bueno y quién es malo?, podemos percibir ¿Quién miente y quién dice la verdad?, y valoramos profundamente a quienes dicen la verdad a pesar de que no les convenga, a esas personas con la valiosa cualidad que se llama integridad.

Podemos percibir muchas cosas más, aunque pareciera ser que últimamente se nos están adormeciendo esas facultades por la falta de contacto humano, propiciado por la fascinante pero a veces aislante tecnología que nos envuelve hoy en día. Estamos perdiendo ese invaluable don de la percepción.

Esta percepción, cuando es profundamente desarrollada, ha sido conceptuada como el “tercer ojo” o el “ojo de la sabiduría”, un concepto espiritual y metafórico en varias tradiciones espirituales y filosóficas, como el hinduismo y el budismo.

El tercer ojo se refiere a un centro energético ubicado entre las cejas, que se asocia con la intuición, la percepción extrasensorial y el acceso a niveles más profundos de conciencia.

Jorge Luis Borges, dijo sobre la complejidad de la experiencia humana y la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno y con los demás:

«El mundo nos llega de otro modo, no solo a través de los cinco sentidos sino de un modo quizás misterioso. Por ejemplo, en este mismo momento siento la buena voluntad de ustedes, y eso no me llega ni por la vista ni por el oído, ni por otro sentido. Creo que la transmisión del pensamiento y del sentimiento es algo continuo. Continuamente sentimos la hostilidad, la indiferencia, la estupidez, la inteligencia, el amor o el odio…»

Jorge Luis Borges

De hecho, sentimos todo eso como una sutil corriente invisible, una corriente de energía que nos envuelve y nos afecta constantemente, en una conexión intangible la que nos permite percibir y entender el mundo de una manera más profunda, trascendiendo las limitaciones de nuestros sentidos físicos.

¿Por qué nos gusta una persona, un grupo humano, una ciudad o un país?, no es solo por lo que los 5 sentidos nos transmiten. Hay algo más, una conexión que va más allá de lo físico.

¿Por qué nos enamoramos?, no es por el hecho de vernos solamente. La belleza física es relativa, supongo que todas las mujeres son lindas o menos lindas, o que todos podemos ser muy lindos o menos lindos, todos lo somos en alguna medida, pero más allá de la belleza física hay algo único e intangible en cada persona que no hay en ninguna otra, y sentir ese algo especial es la base del amor, y del odio también.

Poder sentir ese algo insustituible que hay en cada persona es una cualidad de la que hoy muchas personas casi carecen y que sin embargo, aún muchos animales perciben. La diferencia es que el ser humano lo procesa y utiliza en sus procesos racionales, no le sirve solo para el momento.

Así como hay personas a las que todos los perros les mueven la cola, hay personas a las que todos los perros les ladran. Los animales perciben esa esencia única en cada uno de nosotros.

Hay personas a las que se les «pegan» los niños, y otras personas que los niños rechazan. Quizá sea porque los niños son todavía almas puras no contaminadas por los prejuicios de las sociedades modernas.

En esta era tecnológica donde a menudo nos vemos abrumados por la información y los estímulos externos, es fácil olvidar esas sutiles percepciones que nos conectan con nuestra propia humanidad.

Ya existen aplicaciones para «tener sexo y hacer el amor virtualmente», increíble ¡Que estupidez suprema!

El amor no se puede hacer de forma virtual o a través de medios tecnológicos. El amor implica una conexión profunda, intimidad física y emocional genuinas entre dos personas.

El amor implica una conexión sensorial que va más allá de las formas voluptuosas y armónicas, de las sensaciones táctiles, los olores, los gustillos y los gemidos, en términos místicos y poéticos sería: una danza de auras, un intercambio energético profundo, una sincronización de frecuencias, la armonización y fusión de los campos sutiles.

El amor trasciende lo meramente físico, nos conecta espiritualmente, para que se produzca un encuentro amoroso pleno.

“Hacer el amor es un baile sagrado de almas que se unen y sus auras se entrelazan en un éxtasis trascendente”

Las relaciones virtuales o en línea pueden ser emocionalmente gratificantes, pero no pueden sustituir en casi nada los aspectos físicos y la cercanía que conforman el verdadero amor romántico.

El amor virtual puede ser un preámbulo, pero eventualmente necesita materializarse en el mundo físico para poder florecer y concretarse plenamente.

La capacidad de percibir más allá de lo físico, de sentir la esencia única de cada persona, es un don invaluable que debemos cultivar, porque al final, es esa conexión intangible la que nos permite realmente amar, comprender y relacionarnos con los demás a un nivel más profundo.

Así que tomemos un respiro de la vorágine tecnológica y abramos nuestros corazones y mentes a esas corrientes de energía invisibles pero poderosas que nos rodean. Dejemos por un rato las redes sociales, los chats y los correos electrónicos, tambien las llamadas telefónicas, sentémonos frente a frente, mirémonos a los ojos, conectémonos con todas nuestras facultades humanas, únicas, insustituibles y maravillosas, son un regalo de Dios que no estamos aprovechando en su real dimensión, es como tener un juguete o una joya tirada y abandonada en lo más profundo del desván.

Conectémonos humana y físicamente, solo así podremos verdaderamente conectar con la humanidad que hay en cada uno de nosotros.

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