DE TARJETAS Y CARTAS PERFUMADAS A EMOJIS Y LIKES

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Reinicio

Un Viaje por el Romance en Tiempos Tecnológicos

La proliferación de computadoras, tabletas y teléfonos inteligentes ha traído consigo una serie de cambios en la forma en que experimentamos la vida. Muchas cosas buenas, ¡Qué duda cabe!, pero también otras que no son tan buenas. 

Se han dejado atrás muchas cosas mejores y con un sello de autenticidad que hoy, no se puede lograr. Mucho se ha perdido en la conexión humana, y más en el romance.

El cartero ya no llega

Ya hace mucho tiempo que el cartero no trae cartas. Si nos visita, es seguro para llevar alguna factura o alguna compra de China, pero ya no llegan esos sobres que en su interior traían las cartas de un viejo amigo o de un antiguo amor.

Hasta bien entrados los años 90, se tenía la costumbre de enviar y recibir cartas manuscritas, tarjetas de amor, saludo, felicitación, Navidad y Año Nuevo y también postales de los lugares maravillosos qué visitábamos cuando estábamos de vacaciones.

Se encontraban tarjetas para todo y de todos los precios y tamaños. Las cartas de amor eran auténticas obras de arte, escritas a mano con dedicación y cuidado. Cada trazo de tinta reflejaba el amor y la emoción de quien la escribía, a veces hasta con dibujitos y casi siempre, perfumadas. Cartas y tarjetas llevaban emociones auténticas, planificadas y bien ejecutadas, no improvisadas ni impulsivas, como suelen ser hoy, las comunicaciones.

El teléfono de antaño

Similares emociones despertaban las llamadas telefónicas.

Por los 70s y principios de los 80s, no todos tenían teléfono en casa, entonces se debía recurrir a las “centrales“, donde las operadoras telefónicas establecían las llamadas y las pasaban a unas cabinas, donde a puerta cerrada (para guardar la reserva) hablábamos a gritos, con emoción y sudando como caballos en  cubículos sin ventilación. Y luego, colorados por la emoción y la saunada, salir avergonzados, sufriendo las miradas aviesas de los que, estando afuera, se habían enterado de todos los intríngulis de nuestros amoríos.

Eran experiencias emocionantes, que añadían una capa de romanticismo a nuestras relaciones, en una época en que se regalaban constantemente flores, bombones y peluches.

Las relaciones entonces parecían más intensas porque, cuando dos personas compartían un momento íntimo, no había distracciones electrónicas, la atención estaba completamente enfocada en el otro, mirándose a los ojos, y en una mirada se transmitía mucha más información que en una hora de chateo.

Las reacciones eran auténticas no simples likes, en vez de un «me gusta», o un «me encanta», nos dábamos sonrisas, nos tomábamos las manos o nos dábamos besos.

El coqueteo se basaba en gestos, miradas y palabras dichas en el momento.

La magia de los Encuentros «Casuales», (en realidad, cuidadosamente planificados),  añadía un elemento de sorpresa y espontaneidad a la relación.

A menudo, regalábamos cosas hechas por nuestras toscas manos y ellas nos obsequiaban con un plato o un postre preparados por sus delicadas manitas, lo que agregaba un toque personal y único que no se puede replicar con posts ni emojis.

La falta de atención y empatía

Las conversaciones eran profundas y significativas, sin Interrupciones, no como ahora que es raro, rarísimo, estar 5 minutos sin ningún timbrado o notificación de nuestro celular. Ya no se sabe mirar a los ojos.

Vivimos en una era de mucha tecnología, donde ella nos atrae y nos esclaviza, porque no hay una educación emocional que nos enseñe a ser empáticos y a poner atención a los demás.

No sabemos respetar, sabemos prestar la debida atención, ser disipados es lo normal. Estamos más pendientes del celular que de las personas.

Quizá esta falta de empatía y atención sea también, producto de la mala alimentación, ya que consumimos demasiados alimentos y químicos que producen déficit atencional. Por ejemplo, la tartrazina que es un producto químico muy utilizado en los snacks y bebidas, al consumirse se metaboliza, llegando al cerebro y fijándose en las meninges provocando hiperactividad y déficit atencional, como muchos otros compuestos existentes en el mercado. Demasiada azúcar también afecta la atención, además de provocar diabetes. Comer solo hasta las 20 horas, beber mucha agua y consumir productos orgánicos son medidas que ayudan.

Somos seres sociales, pero lamentablemente estamos dejando de serlo por las malas costumbres que propicia la tecnología y sobre todo, el celular. Muchas personas sensibles, y no solo los jóvenes, se sienten aisladas, solas, porque no reciben atención y su autoestima va decayendo, conformándose con lo que reciben.

Aunque la tecnología ha traído consigo muchas comodidades y formas nuevas de conectarnos, también es importante recordar y valorar las preciosas tradiciones románticas que hemos perdido en el camino.

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