DEL MÁS ALLÁ Y LA INMORTALIDAD EFÍMERA 

Reflexiones sobre la vida y la muerte

¿Has pensado en la muerte?

Imagina que de pronto, un día, ¡todo se desvanece!

Tu familia, tus amigos y enemigos, la gente que quieres y la que detestas, tus satisfacciones, tus orgullos, tus proyectos tus problemas,  tus fracasos, tu dinero y tus deudas, tu fortaleza y tus dolencias, tu belleza o tu fealdad, tus propiedades, tu carro, tu casa, tus colecciones, tus artículos favoritos, tus mascotas, todo, absolutamente todo, desaparece.

¡Así pasa con la muerte!

Tu familia te seguirá necesitando, pero si has hecho las cosas bien, podrán arreglárselas sin tí, te llorarán, te extrañaran, pero seguirán adelante, y te recordaran con amor siempre. Ya no los verás nunca más, ni ellos te verán a ti, ni podrán hablar contigo. Ver tu foto no es verte a ti. Ya no podrás aconsejarlos, guiarlos, regañarlos, ni castigarlos. Nada te causará alegrías, enojos, satisfacciones, problemas, ni preocupaciones. No alegrarás, no molestarás, no despertarás celos y no servirás a nadie.

¡Descansaras en paz!

Algunos te llorarán, unos cuantos se apenarán, pero a la mayoría, tu muerte les será indiferente. Solo unos pocos, los verdaderos amigos, se acercarán a tu ataúd y a tu familia para reconfortarla, darles abrazos, orar con ellos, quizá dar ofrendas o algún tipo de ayuda. Otros solo irán al velorio de curiosos o a chismear, a tomar caldito y ponche, a contar o escuchar chistes, y ¿Cómo no?, algunos juzgarán tu vida y tus obras, y quizás hasta haya algún miserable que se alegre de tu muerte. Hay de todo en la viña del Señor.

La vida continúa pero para tí ¡Todo habrá acabado!

Con el tiempo, te irán recordando menos y hasta quienes más te quisieron, se acordarán de ti solo esporádicamente, y el olvido será más rápido mientras menos cosas positivas hayas hecho en la vida.

¡Así es la vida! Y a fin de cuentas, ¿De qué sirve que te recuerden?

¿Es importante ser recordado?

Depende. Depende mucho de tus creencias, de tu espiritualidad, de tu fe.

En este punto, los materialistas, los que viven para disfrutar placeres y acumular riquezas, cosas y dinero, alejados del bien y de toda espiritualidad, salen perdiendo. Entre ellos, los delincuentes y corruptos. Al morir, se les acaba todo, iran al infierno y en este mundo, más adelante, «alguien» se beneficiará de lo que han dejado. Puede que ese «alguien» llegué a usar su carro y su ropa, viva bajo el techo que construyó, duerma en su lecho y haga el amor a su cónyuge, se haga cargo de sus hijos, disfrute de las satisfacciones que den ellos y los castigue de cuando en cuando. Y si ese «alguien» se portara mal, el fallecido no podrá hacer nada, ni «cuadrarlo», ni meterle un puñetazo, ni siquiera «jalarlo de la pata mientras duerme», como dice la creencia popular.

A la mayor parte de las personas les aterra pensar en la muerte, otros la esperan porque creen que ya no tienen nada más que dar, y algunos hasta la anhelan porque están cansados o sufren vejez, dolores y enfermedades.

A los más inteligentes los tiene sin cuidado, pues siempre sienten que están viviendo la mejor época de su vida, y en lugar de esperar la muerte, la retan y la alejan diariamente con sus acciones y sus pensamientos, disfrutan el presente, porque ya dejaron de vivir en el pasado y saben que el futuro es un albur.

Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro

En casi todas las culturas, este adagio es frecuente. Dice que, en la vida hay que hacer por lo menos tres cosas para trascender: «tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro».

El Islam cita: «La recompensa de todo trabajo que realiza el ser humano, finaliza cuando éste muere, excepto tres cosas: una limosna continua, un saber o un conocimiento beneficioso y un hijo piadoso que pide por él, cuando éste está en la tumba”.

«Tener un hijo» debe referirse a algo más que usar la capacidad reproductiva. El hijo, el ser más preciado con el que contribuimos a la preservación de la especie, es una importante contribución a la sociedad con una persona de bien, que a su vez transmita lo bueno a sus descendientes; es una aportación que, si la hemos hecho bien, con el tiempo se magnifica.

«Plantar un árbol» invita a vivir en armonía con la naturaleza, preservándola, pero también invita a pensar y accionar a favor de aquellos que vendrán, que podrán disfrutar la sombra y los frutos de ese árbol que nos sobrevivirá.

«Escribir un libro» debe interpretarse como una meta que debemos cumplir dejando algún bien «intelectual» a la sociedad, quizás contando los aprendizajes positivos de nuestra vida o lo que imaginamos, descubrimos o aprendimos, para que pueda inspirar a otros con los errores y soluciones como ejemplo.

¿Qué dicen las religiones de la muerte?

Para el hinduismo la muerte es un migrar del alma a otro cuerpo con la esperanza de una liberación final que acabe con las reencarnaciones a través de una conducta superada.

Para el budismo, la muerte no es más que un tránsito, propiciando el desapego al cuerpo carnal y a las pasiones que lo atan, con el fin de evitar la rueda de las reencarnaciones. El buen obrar durante el periodo de vida le permitirá al individuo disfrutar de un karma favorable, los actos negativos arrojarán un karma negativo y como consecuencia la reencarnación se dará bajo una forma determinada regida por la ley de causa y efecto; por eso la muerte no es un final, más bien se asemeja a un cambio de ropaje

Para el judaísmo, el ser humano no es un espíritu encarnado, sino un cuerpo animado. Jehová formó al hombre del polvo e insufló un soplo de vida en él; creándolo a su propia imagen y semejanza. El aliento divino es la vida del hombre. El destino del hombre lo encuentra en el sentido de su vida terrenal. El respeto y el temor a un Dios que castiga y da recompensas.

Para el islamismo el único Dios es Alá y Mahoma es su mensajero. Tras la muerte del cuerpo físico el alma es conducida al paraíso si los resultados alcanzados en la vida son positivos o al infierno en caso contrario.

Para el cristianismo, la resurrección de los muertos tendrá lugar al final de los tiempos, constituyéndose en uno de los mensajes más esperanzadores. La resurrección afectará tanto al alma como al cuerpo. Ambos componen una realidad única, indivisible, irrepetible.

¿Qué dice la ciencia de la muerte?

La ciencia ha encontrado sin proponérselo, algunas respuestas que develan una parte del misterio a través de los estudios y relatos de las ECM (experiencias cercanas a la muerte).

El Dr. Ernesto Bonilla , publicó algunas revelaciones científicas que hablan claramente de una muerte clínica del paciente y una posterior existencia del individuo, respecto al cuerpo físico declarado muerto, que no atiende a posibles evidencias que apoyen las hipótesis psicológicas, fisiológicas, neuroquímicas y neuroanatómicas, como explicación valida frente al fenómeno de las ECM. Puedes leer el estudio completo aquí.

Las experiencias cercanas a la muerte (ECM) son eventos lúcidos que ocurren cuando una persona está tan comprometida físicamente que moriría si su condición no lograra mejorar. Está inconsciente, sin latidos cardíacos detectables, sin respiración y los registros electroencefalográficos son planos. Las ECM pueden incluir algunos de los siguientes elementos: experiencias fuera del cuerpo o separación de la conciencia del cuerpo físico, incremento en la percepción sensorial, emociones intensas, viaje hacia o a través de un túnel, observación de una luz brillante, encuentro con seres místicos o familiares y amigos fallecidos, sentido de alteración del tiempo y el espacio, revisión de la vida, visualización de paisajes celestiales indescriptibles, encuentro con una barrera o límite, aprendizaje de un conocimiento especial y el regreso voluntario o involuntario al cuerpo físico. La similitud de las ECM en niños y adultos es una evidencia de que son reales y no debidas a creencias preexistentes, influencias culturales o experiencias previas en la vida actual.

Las características de las ECM son parecidas en todo el mundo y en personas de diferentes culturas. No existen evidencias que apoyen las hipótesis psicológicas, fisiológicas, neuroquímicas y neuroanatómicas para explicar las ECM. Se han propuesto modelos multifactoriales basados en la combinación de todos los factores señalados (hipoxia cerebral, liberación de serotonina, endorfinas o compuestos similares a la ketamina). Aunque los factores fisiológicos, psicológicos y socioculturales pueden interactuar en las ECM, las hipótesis que se han propuesto son meras especulaciones sin soportes sobre lo que ocurre durante una ECM (Bonilla, 2011)

Dando un paso más allá de lo religioso, lo científico y de las creencias, en el terreno filosófico

Descartes extrae la primera certeza absoluta: la existencia de un sujeto que piensa (cogito, ergo sum: pienso, luego existo). Saber que hay un sujeto pensante es afirmar que se trata de algo que piensa y por tanto existe.

Mi experiencia

Hace 16 años sufrí la rotura de un aneurisma en la arteria comunicante anterior. Vivía entonces en Arequipa, y una noche, tras hacer una gran esfuerzo físico, me desplomé y estadísticamente ya estaba muerto, pues un alto porcentaje de quienes sufren una hemorragia subaracnoidea, mueren antes de llegar al hospital y un porcentaje aún más alto no sobrevive con éxito a una operación de clipado de aneurisma y «limpieza» subaracnoidea.

Los bomberos, los maravillosos «ángeles de rojo», me trasladaron presurosos a un hospital, que me atendió con ciertas deficiencias y dilaciones, pero que, gracias a Dios, a mi hermana Mary (qué puso a medio hospital de cabeza para conseguirme buena atención) y a las maravillosas manos de un gran neurocirujano, el Dr. Luis Mendoza Huerta, me salve de la parca, que ya estaba ahí a la vista, frotándose las manos, y lo mejor, sin secuelas de ningún tipo.

En esa oportunidad, tuve una experiencia paranormal. Cuando me llevaba la roja ambulancia, una hermosa paramédica, haciendo uso de técnicas de motivación para moribundos. me hablaba con cariño inmenso,, como si fuese una gran amiga, de las cosas que pueden hacer que una persona se aferre a la vida. Sentía un fortísimo dolor de cabeza, vertigo y transpiraba helado. Pero, de pronto, todo se apago y luego de transitar un rato entre penumbras y nieblas grises, me sentía bien y pude volver a ver, pero como si estuviera fuera, cerca pero separado de lo que allí sucedía, como si estuviera viendo desde debajo de una pantalla de fotocopiadora,. Veía los rostros demudados y los esfuerzos denodados que hacían, los paramédicos para resucitarme, golpeándome el pecho, e inyectando no sé qué sustancias en el Volutrol.  Pero yo estaba tranquilo y feliz, como si la cosa no fuera conmigo, en un sitio cálido y mullido, viendo las cosas en cámara lenta, de lo más cómodo y satisfecho, y no sentía ni el más mínimo deseo de moverme de allí, pero de pronto, salí de esa burbuja y volví a la realidad, volvi a sentir dolor, miedo y frío. ¡Me reanimaron! Esos minutos o segundos «bajo la pantalla», previos a la reanimación, estaba clínicamente muerto, había hecho un paro cardiorrespiratorio.

En esos minutos, tal cual lo afirman las ECM, hay un sujeto que piensa y es consiente de sí mismo aun fuera de su cuerpo, y puede observar claramente y al detalle los eventos médicos de reanimación que allí ocurren. Pero… ¿a través de que medio obtenemos ese dato de la realidad en el cual ya no interviene nuestro cuerpo?, ¿Se trata del alma de la que Aristóteles nos da referencias?, ¿O es la conciencia, como muchos pretenden afirmar, vista como algo separado del alma que prevalece independientemente guardando la identidad de nuestros pensamientos y recuerdos?

Hablar de la conciencia, sería entrar en un tema muy profundo, porque, ¿qué es realmente la conciencia, y dónde se encuentra?

Por lo expuesto y por lo que sentí esa vez, yo sí creo firmemente en que hay una vida más allá de esta. Mi experiencia está claramente graficada en una canción de Pedro Suarez Vertiz titulada «Me elevé»

Volviendo a la pregunta que planteé algunas líneas atrás: ¿Es importante ser recordado?, diría, tomando algunas frases de poetas:

Ser recordado tras partir,  es un eco etéreo del alma. En la memoria de otros, florecemos como flores en un jardín inmortal. Nuestra huella perdura, abrazando el corazón de quienes amamos. En esos recuerdos, hallamos la inmortalidad efímera de nuestro ser.

Trascender post-mortem, es un pequeño egoísmo disfrazado de gloria.

Que me recuerden, si quieren, digo, pero que sea con risas y un toque de lástima por mis excentricidades. Si no, que las hierbas crezcan sobre mi tumba y las arañas tejan sus telares en los espacios vacíos de mi féretro.

La vanidad es tan efímera como un suspiro, pero el amor, ese abrazo cálido del alma, eso es lo que anhelo.

Pero son puras boberías. La verdad es que, es una estupidez monumental preocuparse por saber si nos recordarán o no.

Lo que hay que hacer es vivir la vida, vivir el momento, esforzarnos en ser felices y hacer todo el bien que podamos, disfrutando el presente.

Que el viento lleve mis risas y el tiempo borre mis errores. Recuérdenme, si quieren, pero amen lo que fui y no lo que pretendí ser.

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