DEL RECONOCIMIENTO AL AMOR

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Reinicio

En una conferencia de Gabriel Rolón, un psicoanalista español, enunció esta frase, tan hermosa, que me motivo a escribir un artículo sobre ella: “En un mundo en blanco y negro los que amamos, nos llenan de color”.

El ser humano necesita ser apreciado y reconocido por los demás, no sería fácil vivir sin el reconocimiento de los demás, y sin duda, el amor, es una de las formas más maravillosas que tiene ese reconocimiento.

Todos, en mayor o menor medida, anhelamos ser vistos, valorados y validados por los demás, en diversos aspectos de nuestras vidas, ya sea en el trabajo, en nuestras relaciones personales o por nuestras contribuciones a la sociedad.

En cierta época de la historia, existieron los anacoretas o ermitaños, hombres religiosos que vivían solos en lugares apartados, dedicado por entero a la contemplación, la oración y la penitencia.

Hubo muchos, en los principios del cristianismo y durante los siglos II y III a causa de las persecuciones, refugiándose sobre todo en la Tebaida (un desierto de Egipto). Pero aún ellos esperaban el reconocimiento, divino y de otros hombres santos.

Hoy, dudo que los haya, excepto en alguna medida, por los monjes y monjas de clausura que, como los cenobitas, hacen una admirable vida de contemplación, oración y penitencia. Aunque los tiempos están cambiando y los conventos ya no son tan rígidos y cerrados como antes, y es lógico, pues la humanidad evoluciona y la religión junto con ella, sino, aún tuviéramos entre nosotros a la Santa Inquisición.

Entre la civilidad, quizás unos pocos pueden vivir sin aprecio y reconocimiento, quizás los más cultivados espiritualmente, pero aun así, sin duda, serían mejores personas si tuvieran más interacción social y obtuvieran más reconocimiento y cariño.

¿Qué es lo que hace alguien cuando te ama? Lo que hace, es decirte que eres diferente a todas las demás personas del mundo, que tú eres especial, que no eres uno más, y eso, es lindo, cuando sucede.

Entonces, el amor surge de esa necesidad de reconocimiento, y genera estas sensaciones maravillosas poniendo color en un mundo en blanco y negro. ¿O no es así?

El Dr. Rolón, para explicarlo mejor, cuenta la historia de Elsa y Fred, protagonistas de una hermosa película argentina-española de 2005 dirigida por Marcos Carnevale y protagonizada por China Zorrilla y Manuel Alexandre, que cuenta la historia de dos personas mayores que se conocen en España.

Ella es una argentina que se instala en un piso al lado de un vecino viudo, serio y apagado.

El hombre, desde que enviudó, no ha vuelto a salir, menos a reír y ser feliz, y que se juró nunca volver a decir «Te quiero».

De pronto, con la llegada de esa mujer, se ve atormentado, pues ella era pura pulsión de vida, un torbellino de entusiasmo y felicidad.

Ella siente que ese hombre le gusta y, se propone hacer algo por él. Dos personas muy mayores ya.

Dos ancianos, ¡Que absurdo!, dirán algunos. Pero no estoy de acuerdo, como dijo sabiamente Pablo Picasso «El hombre no deja de enamorarse cuando envejece, por el contrario: envejece cuando deja de enamorarse».

Bueno sigamos con la historia.

Elsa y Fred
Elsa y Fred

Entonces ella estaba decidida a mejorar la vida de ese hombre triste y que le gustaba. Con algunas excusas: contacta con él, haciendo algunas trampas ingenuas y muy divertidas, hasta que consigue invitarlo a comer en su casa.

Poco a poco, lo va llevando, venciendo sus objeciones y resistencia, hasta que lo enamora, y el hombre rendido por esa ilusión recobra la pasión de vivir. Y vuelve a sonreír, y vuelve a salir y vuelve a bailar y vuelve a besar a alguien.

Hasta ahí todo bien, pero se había prometido no volver a decir «Te quiero».

Entonces, hábilmente, cuando debían ir al supermercado, él le dice:

—Fíjate, en la pizarra ya he escrito todo lo que hace falta.

Ella va presurosa, mira y se emociona, pues lee: «Te quiero». Él había prometido no volverlo a decir, pero no que no lo escribiría. Y, tenía que hacérselo saber. Ella, volvió, lo abrazó y lloró de alegría.

Pero, pareciera ser que nunca la felicidad es total y duradera, el buen hombre se entera luego, que ella sufre una enfermedad terminal. Se estaba muriendo. Y entonces él, enamorado, siente que no puede hacer por ella, más que cumplir su sueño de toda la vida.

Bromeando, en algún momento, le había dicho que hubiera querido ser la protagonista de «Dolce Vita», una película con una memorable escena bañándose vestida en la Fontana di Trevi, en Roma.

Sin decirle su plan un día le da un sobre con dos pasajes en Roma.

Despues de pasear y cenar, una noche, ya de madrugada la lleva a conocer la Fontana di Trevi.

—Aquí está tu sueño —le dice

—No…  —dice ella— porque en la película la protagonista se mete en la fuente y se baña. Roma es una ciudad fría, y ya no digamos en invierno y a las dos de la mañana—. Yo, me meteré vestida —concluye, dejándolo pasmado, y traspasando el muro con dificultad, se mete en la fuente—. ¡Así, mira!

—¡Bueno!, ahora sí —dice él.

—No —objeta ella— porque en la película, él se mete con ella

—Pero… con este frío… —responde él estupefacto, mirando su vestido y su abrigo— nos pondremos enfermos

—¿Y…? —dice ella con una gran sonrisa— ¿Te importaría mucho si mueres en este instante, en mis brazos?

Ël, sin responder, agacha la cabeza y zapatos y todo se mete a la fuente.

 —Te quiero como nunca he amado nada en la vida —le dice ella, y él le responde, simplemente

—Gracias.

Agradecido porque ella le devolvió la pasión de vivir, lo sacó de esa pulsión destructiva que a veces, a algunos, nos consume. Y porque además hizo algo maravilloso: Detuvo por un instante el tiempo. No, no querían una foto de ese momento, ¡querían vivirlo!

No había pasado ni futuro, eran lo que eran, y lo poco que les quedaba estaba allí, en ese abrazo que se dieron en una helada madrugada en una fuente en la ciudad de Roma.

Dos personas acariciándose, dos viejecitos, muy cerca de la muerte, viviendo con una intensidad que muchas personas, ni siquiera siendo jóvenes, nunca llegan a sentir en esta vida.

Si algo vale la pena, es poder construir momentos como éste en sus vidas, momentos eternos. Porque la eternidad no es que algo dure para siempre, la eternidad tiene lugar cuando el pasado, el presente y el futuro coexisten en un mismo tiempo.

Y entonces uno no tiene ganas de hacer nada que no sea más que lo que está haciendo.

Tengamos el coraje de construir muchos momentos eternos, aunque como humanos sepamos que la eternidad suele durar muy poco.

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