DEL TELEGRAFO AL WHATSAPP : 113 AÑOS

Ver un mensaje en el WhatsApp sea de texto o de audio o de video, significa hoy día, haber vencido la distancia y el tiempo. Ahora estamos de regreso con la “ralentitud” de ver el mensaje más tarde con tiempo y paciencia. 

¿Cómo puede ser posible que la instantaneidad ya no es importante?

Pues sí. La instantaneidad que llegaría con la radio a la capital de la república el 20 de junio de 1925. Pero ahora estamos en 1912. El Presidente Augusto B. Leguía pasado el medio día, treparía montado en un caballo y en medio de la bruma que rodeaba a la loma, a  l icónico Cerro San Cristóbal de Lima. 

Inauguraría el nuevo servicio de comunicación intantánea para intercambiar mensajes con la Ciudad de Leticia ubicada en el extremo oriental del país en el departamento de Loreto. ¡Una maravilla!

Leticia, la más lejana localidad desde el Callao, se localiza en el vértice entre Colombia, Brasil y Perú se acerca así a la instantaneidad que llegaba al Perú. Recibiría mensajes por el Sistema Morse con “beeps”. Abandonaba el sistema de puntos y rayas para adoptar los “beep” largos para significar las rayas y cortos para graficar los puntos.

La audiología de esos sonidos reemplazaba a la grafología de los puntos y rayas que transmitía los “telegramas”. Un producto que los peruanos habíamos recibido por varios años con gran alborozo y que nos acercaba a la “instantaneidad”.

Las principales ciudades estaban interconectadas por una red alámbrica que transmitía los mensajes por puntos y rayas, que luego se caligrafiaban a bolígrafo en un formato impreso en papel periódico tamaño medio oficio para que llegue a su destinatario

La comunicación alámbrica que interconectaba a todo el país para transmitir mensajes de toda importancia: bodas, nacimientos, fallecimientos, saludos. Mensajes tristes, felices, menos felices, importantes y a veces banales.

La telegrafía con cables solo integraba a algunas ciudades. No estaban interconectadas, por ejemplo Cusco ni Huánuco, menos los pueblos de la selva del Perú. 

La interconexión llegó a Abancay, capital del Departamento de Apurímac en 1930. Lo primero que se instaló fue la telegrafía alámbrica y el técnico que digitaba el sistema Morse con puntos y rayas fue José Segovia Silva, un cusqueño que se estableció en Abancay y echó raíces en esta cálida ciudad.

El sistema de telegrafía más tarde se integró a la Oficina Departamental de Correos y Telégrafos. Llamó a varios técnicos que aprendieron el sistema Morse:  Washington Pereyra, Rubén Trujillo y Juan Isaías Villalba Villar 

Tender cables para acercar a las ciudades fue una proeza y significó una gran inversión. El sistema había sido introducido por el Presidente Carlos Paz Soldán en 1867 y lentamente iba integrando a las ciudades de la costa.

Los pueblos de la sierra estaban lejos de la integración y los de la selva ni en sueños. Sin embargo, el advenimiento de la telegrafía sin hilos, es decir sin cables de máquina a máquina encendió el optimismo.

La lentitud de las cartas por el sistema de correos no estaba a la altura del telegrama. Las cartas tardaban de 10 a 15 días para llegar a su destino y algunas hasta se extraviaban. 

El sistema de telégrafos era casi instantáneo. El sistema Morse de puntos y rayas evolucionado al del sonido del “beep” entusiasmó a los peruanos de comienzos del Siglo XX,  pero era mucho más caro que las estampillas. Se pagaba por palabra.

El sistema festivo de intercambio de mensajes telegráficos venía en serpentinas carnavaleras de colores. Circulaba solo en los días de carnaval y en los bailes sociales que algunas personas llaman “mascaradas”.

Las serpentinas conversadoras colgaban del cuello de los carnavaleros y enlazaban los galanteos de la época. Una clásica conversación en el Club Unión:

Serpentina roja:  – ¿Salimos? nos vemos en el parque.

Serpentina amarilla: –  ¡Atrevido!

Serpentina verde: – Te estoy invitando a tomar aire.

Serpentina morada: ¡Qué cosas dices!

Serpentina celeste: ¿Enlazados?

Serpentina rosada: ¡Vamos!

Hoy, ya no hay telegramas ni radiogramas. El WhatsApp ha reemplazado esa tecnología de un siglo de vigencia.

Las serpentinas conversadoras también están en vías de extinción.

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