DON EFRA

por Ibo Urbiola
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Reinicio

La generación joven de los ochenta tal vez no conoció mucho a don Efra, pero sí a sus hijos, los hermanos Gamarra. Deportistas y multifacéticos. Los podías ver de repente pasando en una antigua camioneta Fargo, la única de esa marca en Abancay. Ese carro anaranjado descubierto en la parte trasera, podía llevar a una decena de personas en los domingos de carnaval, cuando los niños y jóvenes abanquinos salíamos a las calles no sólo con globos de agua, sino con harina y hasta con “aceite quemado” de carro, para dejar sin posibilidad de uso futuro las ropas que ese día terminaban mojadas y negras.

Efraín, el mayor de los hermanos, era profesor de Electricidad, una especialidad de Formación Laboral en el colegio Grau. Tal vez su faceta académica lo hacía ver más tranquilo. Ramiro era alto y corpulento, la fuerza de choque en su equipo de basket y con unos bigotes notorios que sus amigos en el ingenio abanquino, le encontraron un parecido impresionante con Pepe Cortisona, el personaje de la revista Condorito. Marco era tal vez el equilibrio y la síntesis de lo que eran los hermanos Gamarra: alto, atento pero también con el ingenio y la chispa que caracteriza a los abanquinos… se proyectaba como el diplomático y político de la familia. Mario y Ronald, los últimos, tenían la otra faceta que también era parte de su esencia: deportistas y competitivos, pero con un inocultable toque de “piconería” típico de quienes difícilmente aceptan perder deportivamente. A Mario lo conocí más de cerca porque era contemporáneo de mi hermano Giovanni, y ambos coincidieron más de una vez en las selecciones de basket de Abancay. Recuerdo mucho un partido contra el Dynamo del Cusco, cuando Mario le hizo un airado reclamo al árbitro refutando una de sus decisiones. El árbitro le dijo: “Si tú quieres arbitrar toma el silbato”, y en una reacción temperamental del momento, Mario se colgó el silbato y siguió jugando unos segundos hasta que el árbitro del otro lado del campo se dio cuenta.

Ronald pertenecía a la gran selección escolar del Grau de inicios de los ochenta: Junto con Pepe Vivanco, el pacclo Quintana, el pato Pepe Ballón y el epincha Valer, conformaron la gran selección roja de esa época, la que nos daba la oportunidad de pedir feriados en la formación del colegio cada vez que ganaban. El menor de los Gamarra era un jugador temido, y él lo sabía; casi como mostrando su personalidad en la cancha, ganaba un rebote, sostenía la pelota con una mano hacia su cuerpo y con el otro brazo hacía el gesto de un codazo violento al aire, y su eficacia quedaba demostrada cuando todos preferían estar lejos de él en ese momento. Un día apareció en un entrenamiento con un polo que tenía la inscripción: “Mi hermano estuvo en Nueva York, y lo único que me trajo fue esta asquerosa camiseta”. Era el Gamarra rebelde.

No conocí su faceta de galleros, en la que de seguro también hay muchas historias y anécdotas. Pero, tienen un espacio ganado en esa época en la que el deporte abanquino, sobre todo en el basket tuvo una gran presencia en el sur del país. Pocas ciudades pueden contar con un equipo en una liga, conformado sólo por hermanos. Queda siempre el recuerdo de los “jewes” entrando a la cancha para hacer un círculo al medio y dejar el grito: “Don Efra!!!”.

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