EL ABRAZO

En un mundo herido donde el clima tiende a calentarse y las emociones a enfriarse, un mundo que se hace cada vez más digital y menos «humano», donde las interacciones entre personas se ven reducidas a simples mensajes de texto y videoconferencias, tan solo se necesita un gesto tan humilde como antiguo para curarnos: el abrazo.

El abrazo es poesía táctil que disipa miedos y aísla penas. Aunque parezca un gesto simple o a veces incómodo, su poder sanador emocional es inmenso. En este acto sencillo reside una extraordinaria capacidad para curar el alma.

Pero no hablamos de cualquier abrazo, sino del abrazo prolongado, ese que dura más allá de lo convencional y que, según recientes investigaciones, podría ser la clave para desbloquear un sinfín de beneficios para nuestra salud física y mental.

A todos nos gustan ¿Qué duda cabe?, y no tenemos que esperar a los reencuentros de promociones para dar y recibirlos, podemos hacerlo a diario y a cada instante.

La Ciencia Detrás del Abrazo

El abrazo prolongado se usa normalmente solo entre parejas. Para la mayoría de nosotros, un abrazo dura aproximadamente tres segundos, sea un saludo, una despedida o un gesto de cortesía. Cuando extendemos ese abrazo a 20 segundos o más, algo mágico ocurre en nuestro organismo.

Según expertos neurobiólogos de la Universidad Complutense de Madrid: «Durante un abrazo prolongado, el cerebro libera oxitocina, conocida como la ‘hormona del amor’. Este neurotransmisor juega un papel crucial en la formación de vínculos sociales y en la reducción del estrés».

La oxitocina no actúa sola. Su liberación desencadena una cascada de reacciones bioquímicas que afectan positivamente a todo nuestro ser. «Es como encender el interruptor de bienestar en nuestro cuerpo», añaden.

Más Allá de lo Físico: El Impacto Emocional

Pero los beneficios de un abrazo prolongado van más allá de lo meramente físico.

Los psicólogos clínicos especializados en terapia de parejas señalan: «Se ha observado cómo el simple acto de abrazar por periodos extendidos puede deshacer nudos emocionales que la terapia verbal tarda meses en desentrañar».

Un estudio realizado en la Universidad de California en Berkeley encontró que los participantes que practicaban abrazos prolongados regularmente mostraban niveles significativamente más altos de empatía y compasión hacia los demás.

Un Remedio para la Sociedad Moderna

En una era donde la ansiedad y la depresión alcanzan niveles epidémicos, el abrazo prolongado se presenta como una herramienta terapéutica accesible y sin efectos secundarios.

En Europa y Estados Unidos, el abrazo suele ser visto como un gesto reservado y poco frecuente, pero son los japoneses los más reacios al contacto físico; una venia es el saludo habitual y el abrazo es inexistente en situaciones cotidianas, reservándose únicamente para contextos románticos o familiares.

En esas culturas, se tiende a valorar más la privacidad y el espacio personal.

Se sabe, según algunos estudios, que en estos países, las madres son menos propensas al contacto físico y a las caricias con sus hijos, quizás porque las exigencias de la vida moderna les han hecho olvidar la importancia del tacto para el desarrollo infantil.

Y es que vivimos en una sociedad apresurada que nos empuja constantemente hacia el individualismo y la desconexión. 

El contacto físico se redujo aún más con la pandemia de COVID-19, en la que viejos gestos que implicaban contacto físico como el apretón de manos, el abrazo y el beso fueron proscritos, y reemplazados por el tonto saludo de chocar los puños, un gesto utilizado por los boxeadores antes de una pelea.

En este contexto, quizás reaprender a abrazar podría ser clave para reconstruir el tejido social.

Aplicaciones Prácticas

El potencial terapéutico del abrazo prolongado no se limita al ámbito personal. Empresas innovadoras están comenzando a incorporar «sesiones de abrazo».

Incluso entre los japoneses, reacios al contacto físico, se han implementado abrazos en sus programas de bienestar laboral. Un ejecutivo de una empresa nipona confesó: «Al principio, la idea fue recibida con escepticismo y reticencia, pero después de seis meses, se ha visto una mejora notable en el clima laboral y una reducción de las bajas por estrés».

El Reto de los 20 Segundos

Ante la evidencia de estos beneficios, surge una pregunta: 

¿Por qué no abrazarnos más y por más tiempo? 

La respuesta podría estar en nuestra propia incomodidad con la intimidad. Hemos sido condicionados para mantener una «distancia segura» emocional y física. Romper esa barrera requiere un esfuerzo consciente.

Para superar esta barrera, los expertos proponen el «Reto de los 20 Segundos»: abrazar a un ser querido durante al menos 20 segundos cada día durante un mes. «Es sorprendente cómo algo tan simple puede transformar relaciones y vidas enteras», afirman.

Un Llamado a la Acción

Es tan fácil redescubrir el poder sanador del contacto humano, que no hacerlo es una gran tontería.

Un médico, amigo mío, me decía: «Si pudiéramos recetar abrazos, probablemente resolveríamos la mitad de los problemas de salud mental que enfrentamos hoy».

¡Abracémonos más! Recuerda que un abrazo es más que brazos entrelazados; un abrazo es una terapia silenciosa, un acto de amor, un puente hacia un mundo más empático y conectado.

En un mundo que parece girar cada vez más rápido, donde el estrés y la ansiedad son moneda corriente, el abrazo prolongado se erige como un oasis de calma y conexión. 

No requiere equipamiento especial, no tiene contraindicaciones, es gratis y está al alcance de todos. Solo necesitamos la voluntad de extender nuestros brazos y nuestros corazones por unos segundos más.

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