EL ACA TOJO

por Roger Bedia Benites
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Reinicio

(Abancay, 1975)

Años maravillosos aquellos de mi infancia en el barrio La Victoria- al noroeste de Abancay. El barrio tenía unas 20 manzanas a la redonda. Aunque nosotros vivíamos entre la Núñez, Prado y Garcilaso, nos distinguíamos con los de la calle Huancavelica y estos, a su vez, de los de la Cusco, sin llegar a rivalidades bobaliconas, como suele ocurrir en otros lares de cuyos hechos deplorables estamos noticiados. La calle que lleva el nombre del barrio, muy cercana a nosotros; nos permitió apropiarnos del orgullo que significaba adscribirnos al barrio puesto que allí estaba mi escuela Victoria- 55003 y las familias que habían dado los mejores jugadores para los clubes, como el 8 de octubre, Miguel Grau, Bancario y ENMA La Salle, Telepostal, entre otros de media tabla para arriba. En las ligas de menores, por llamarlos de alguna manera, teníamos a los “Tiburones”, “Chacarita Juniors” entre los más auspiciosos de esos años. Para redondear Perú estaba a punto de ser campeón de la Copa América.

Una cuadra con unas diez casitas de abobe, pintadas con yeso y techos rojos se escondían tras frondosas higueras que en los meses de lluvia crecían a media altura dando unas pepas verdes y duras que las usábamos para jugar a la guerrita lanzándolas con hondas contra nuestra humanidad, sin lastimarnos significativamente. Te caía una pepa en el cuerpo y significaba que estabas muerto poniéndote fuera de juego, esa tarde o hasta el siguiente acto.

En medio de las casitas de la cuadra había una casa alzada de dos pisos con un balcón de mirada panorámica que daba la nota diferente puesto que desde allí se podía ver el escampado del frente cuyo cerco circundaba una explanada rectangular e inclinada que los “joros” (como así les llamaban a los menores) habían acondicionado para jugar al futbol. Tenía unos 60 metros cuadrados la cancha. No más. La pelota de futbol de 5 paños era pesadísima y grande, solo apta para mayores. Para consuelo los niños jugábamos con un amasijo redondo hecho de trapos bien amarrados en forma de bola, o cuando había mas suerte, con una pelota de jebe pequeña que el “cusqueño”, o el “Huguito” o el chino Duran traían. ¡Ay que estuvieran perdiendo el partido los dueños! Se llevaban la pelota de marras.

En el pueblo no había carro basurero, como había en Lima o Arequipa. Pero si un inmenso y profundo hueco donde se depositaba de manera descomedida la basura domiciliaria a pesar de estar prohibida por la autoridad municipal. Muchas bolsas, residuos y hasta perros muertos llegaban a descomponerse en la profundidad del hueco, emanando un olor tan fétido que se difuminaba hasta la casa de dos pisos. Por este motivo a la zona, incluida la canchita de juego se le llamó en quechua: “aca tojo” (hueco para la caca).

Esa tarde el partido que disputábamos los niños del barrio era tan encarnizado como desorganizado e iba 3 a 2. Ganaban los de Huancavelica, teniendo al cusqueño como defensa, al Gotzy como medio campista, al Sachu como puntero izquierdo asociado con el chino Duran, Titita y uno más. Los de la Núñez, como ya era segundo tiempo, estábamos perdiendo y nos tocaba la parte de la cancha que estaba muy cerca del pozo, o sea al aca tojo; y la escuadra, si cabe el termino, estaba formada con Nina, Huguito, Pancho, el chino Vásquez, Urbiola y yo en el arco, repito, muy cerca del hueco que despedía hediondeces. No había barras. Solo tres personas jóvenes desde el balcón de la casa de dos pisos y Rebequita, nos miraban conversando no sé qué, con su radio prendida escuchando la canción ” demonio enamorado” de Shoking Blue, ya que a esa hora se emitía el programa radial “sesenta y los consagrados” con música en inglés para la juventud de Abancay.

Siguiendo el partido Sachu se desborda por la punta izquierda Nina se barre en carretilla y no puede detenerlo, driblea a dos, le pasa la pelota al Gotzy y éste produce un potente disparo que va directo al arco. Yo fungiendo de arquero, alcé las manos para detener la bola de jebe que venía envenenada a mediana altura, los rayos de sol nublan mi vista y la pelota pasa entre mis brazos y zúas me cae de lleno en la cara, dado mis escasos reflejos para desgracia mía y de mi equipo. El golpe truena en mi cabeza como una tromba haciéndome retroceder mientras escucho a los de equipo contrario que gritan ¡gol! ¡Arquero y todo! Y yo seguía dando pasos descontrolados hacia atrás sin control hasta caer inexorablemente al hueco, o sea, al aca tojo. Tendido sobre la basura, recobro la conciencia y miro con dificultad hacia el cielo, mientras trato de pararme mi nariz se torturaba con el olor concentrado y nauseabundo del hueco. Miro hacia arriba calculando que mis manos extendidas si alcanzaban las manos de los amigos que preocupados trataban de ayudarme a salir.

¡párate weon,

!párate weon!

Nina logra asirme de la muñeca izquierda y de un tirón logra sacarme hacia la boca del hoyo. Respiro algo mejor y poniendo mi pierna derecha, logro salir definitivamente de hueco.

-Cabito estas bien?

logro oir que me dice el Gotzy, autor del disparo que me hundió en el aca tojo.

Y yo.

Si Gotzy, ya casi estoy en el cielo weon…

Trastabillando miro al frente, hacia la casa de dos pisos, y noto que ya nadie estaba allí, ni Rebequita pero ” demonio enamorado” en las partes finales de la canción seguía sonando con más volumen. 4 a 2 termino el partido con un gol arquero y todo, allí mismo quedando para la posteridad el gol arquero y todo, en el aca tojo.

Extracto del libro Agujas de Hielo ( R. Bedia Benítes).

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