Decia Octavio Paz:
“Como el placer de la lectura es solitario, hay que completarlo con el de la conversación. Por desgracia, el arte de la conversación está desapareciendo; es una lástima, porque es una de las mayores recompensas que nos ofrece el trato humano. Para mí, conversar es una de las formas superiores de la civilización. La decadencia de este arte es otro signo de que nuestra civilización está en peligro.”
En el ajetreo de nuestros tiempos, entre el zumbido de las notificaciones y el destello incesante de nuestras pantallas, se está desvaneciendo un arte tan antiguo como la humanidad misma: la conversación.
Octavio Paz, ese sabio mexicano, alquimista de las palabras, nos advirtió sobre su declive con la misma preocupación con la que un jardinero observa marchitarse su flor más preciada.
«Como el placer de la lectura es solitario, hay que completarlo con el de la conversación», nos recordó Paz. Y cuánta razón tenía.
La lectura nos sumerge en maravillosos mundos internos, pero es la conversación la que nos permite compartir esos universos, entrelazándolos con los de otros en una danza verbal de ideas y emociones.
¡Qué placer tan grande el poder compartir una buena conversación con un buen conversador!
Pero, ¿cómo rescatar este arte en peligro de extinción? ¿Cómo evitar que nuestras palabras se conviertan en meros emojis y nuestros pensamientos en hashtags truncados?
Me permito dar algunas sugerencias para tener conversaciones enjundiosas, constructivas y placenteras, espero le sean de utilidad:
- Cultivar la curiosidad: Sé como un niño en una tienda de dulces, pero en lugar de caramelos, busca temas fascinantes. Los libros, diarios y revistas son el mejor repositorio. Por ejemplo: ¿Sabías que en algunos lugares de Europa, no se puede tener una sola mascota porque se considera maltrato; se necesita al menos una pareja? ¡Curioso, no! Pues, ya tienes un tema de conversación.
- Escucha como si fueras a escribir un libro sobre tu interlocutor: Quizás no lo hagas, pero esa atención te convertirá en el confidente favorito de muchos.
- Abraza la diversidad de opiniones: Si todos pensáramos igual, el mundo sería tan aburrido como una fiesta en la que todos visten el mismo color. Celebra las diferencias, no las combatas.
- Practica el arte del desacuerdo amable: Considera las opiniones contrarias como gatos asustadizos. Debes acercarte a ellos con suavidad, evitando espantarlos con gritos o movimientos bruscos.
- Haz preguntas como si fueras un detective poeta: “¿Cómo te hizo sentir esa puesta de sol?” suena mejor que “¿Qué tal tu día?”
- Dosifica el humor como un chef experto: Un toquecito de sal realza el sabor, pero demasiada, arruina el plato y provoca hipertensión. Lo mismo ocurre con las bromas en una conversación.
- Permite los silencios: A veces, las pausas son como los espacios en blanco en un lienzo, necesarios para que la obra respire.
Cada conversación es una oportunidad para aprender, compartir ideas y mejorar nuestro mundo. En una época en la que la inmediatez y la superficialidad amenazan con devorar la reflexión y la profundidad, conversar se convierte en un acto de rebeldía, una afirmación de nuestra humanidad.
Paz nos advirtió que la decadencia de este arte es un signo de que nuestra civilización está en peligro, y vaya que tenía razón.
Conversemos más; en cada café compartido, en cada sobremesa prolongada, en cada intercambio genuino de ideas, estamos no solo preservando un arte, sino salvando un poco de nuestra humanidad.
Una buena conversación es una danza verbal donde las ideas fluyen con gracia y libertad, un intercambio que nutre al intelecto y al alma. Es un espacio donde las palabras se entrelazan como hilos en un tejido, creando patrones de entendimiento y descubrimiento mutuo y donde los participantes escuchan con genuino interés, hablan con sinceridad y reflexionan con apertura.
Una buena conversación desafía nuestras percepciones, expande nuestros horizontes y, a veces, nos hace reír o nos conmueve hasta las lágrimas. Es un viaje compartido a través de pensamientos y emociones, donde el respeto y la curiosidad son nuestros guías.
En su mejor expresión, una buena conversación nos deja con la sensación de haber vivido algo significativo, de haber conectado profundamente con otro ser humano, y de haber crecido en el proceso, aunque sea solo un poco.
No seamos nunca de aquellos que se levantan y nos dejan con las palabras en la boca, de esos que patean el tablero y se marchan. Aprendamos a ser tolerantes y empáticos, y pongámonos por un segundo en los zapatos ajenos para entender mejor su pensamiento.
La próxima vez que participes en una conversación, recuerda: está en tus manos (o mejor dicho, en tu lengua) el poder crear algo hermoso y memorable. ¡No desperdicies la oportunidad!
Al final, cuando dejemos este mundo, las personas te recordarán más que nada, por tus conversaciones.
Conversa como si de ello dependiera el futuro de la civilización, porque, quién sabe, tal vez así sea.