EL ARTE DEL BESO

Un Viaje a través del Tiempo y los Sentidos

Desde mi infancia, los besos me intrigaban. En la penumbra de los cines de papá, observaba fascinado cómo se desplegaban en la gran pantalla y, a veces, desde detrás de ella, cuando la censura no me permitía estar entre el público. Muchas veces, la sala misma se convertía en un escenario secreto donde las parejas aprovechaban la oscuridad para intercambiar caricias y besos furtivos, especialmente durante las matinées dominicales, cuando en la parte posterior del Cine Abancay, se desarrollaban verdaderos «campeonatos de chapes», un espectáculo que rivalizaba con la película proyectada.

Desde el alba de la humanidad, este gesto ha perdurado como símbolo universal del amor, la pasión y la conexión humana: el beso. Esta danza de labios, en la que a veces se inmiscuye la lengua, tan simple y a la vez tan compleja, ha sido testigo silencioso de la historia, protagonista de leyendas épicas, causa de guerras encarnizadas y artífice de reconciliaciones conmovedoras. Ha sido objeto de estudio tanto para científicos rigurosos como para poetas soñadores, cada uno buscando desentrañar sus misterios desde su propia perspectiva.

Acompáñenme en este viaje a través del fascinante mundo de los besos, donde descubriremos su origen, sus secretos y por qué, se ha mantenido por tantos milenios, siempre  haciendo que nuestros corazones se aceleren y nuestros anhelos se eleven hasta el infinito.

¿Cómo nació el beso?

El origen del beso se pierde en la bruma del tiempo. 

Desmond Morris, zoólogo y etólogo británico, ve el beso como un comportamiento aprendido, no instintivo. Argumenta que no es universal en todas las culturas, respaldando su origen cultural más que biológico. Morris sugiere que el beso evolucionó de comportamientos parentales, como la alimentación boca a boca en aves y primates. Lo considera una forma de intercambio de información sensorial y química, permitiendo evaluar la compatibilidad de parejas potenciales. Destaca su papel en fortalecer vínculos sociales y emocionales, más allá del contexto sexual o romántico.

Otros teóricos, de inclinación más romántica, aseguran que el beso fue un regalo divino para sellar el amor entre los mortales, dotándolo de un aura casi mística. Los antropólogos, por su parte, proponen una perspectiva evolutiva, sugiriendo que el beso emergió del acto primordial de oler a la pareja potencial, reminiscente del comportamiento de muchas especies animales donde el olfato juega un papel crucial en la selección de pareja. Para ejemplo, observemos a los perros, que no se huelen la boca, precisamente.

Algunos investigadores proponen que el beso romántico surgió como demostración pública de afecto, motivado por presiones socioculturales para mostrar el compromiso de pareja.

Otras investigaciones se adentran en el terreno de la bioquímica, proponiendo que el beso evolucionó para aprovechar la exquisita sensibilidad de los labios en busca de placer e intimidad. Unas mas proponen funciones más específicas: la transferencia de testosterona para aumentar el deseo sexual, la estimulación de oxitocina para fortalecer vínculos emocionales, y la evaluación de compatibilidad inmunológica mediante el intercambio de fluidos y bacterias.

Estas diversas perspectivas, lejos de contradecirse, parecen complementarse, resaltando la naturaleza multifacética del beso en la compleja biología y psicología humanas. Nos dejan preguntándonos: ¿Cómo habrá sido ese primer momento en que dos seres humanos juntaron sus labios en un acto de amor? ¿Fue un accidente fortuito o un impulso irresistible guiado por fuerzas más allá de nuestra comprensión? Sea cual sea su origen, el beso ha evolucionado hasta convertirse en un lenguaje universal, trascendiendo barreras culturales y lingüísticas, hasta convertirse hoy, en un lenguaje universal.

El beso y la religión

La mayoría de las religiones y en particular la Iglesia Católica, acepta  el beso como expresión de afecto. Aprueba besos castos entre familiares y amigos, y los besos apasionados los considera legítimos solo en el matrimonio, mas no fuera de el, considerándolos potencialmente pecaminosos si llevan a la lujuria o actos sexuales prematrimoniales.

El beso en la historia

La práctica del beso no ha sido universal a lo largo de la historia. En algunas culturas, como las andinas tradicionales, el beso no era una práctica común. Los incas y otras culturas precolombinas expresaban afecto e intimidad de formas distintas y fascinantes. El tinkuy (encuentro o unión), el compartir hojas de coca, y la sonccada, que consistía en frotar la barbilla por la frente de la amada, eran manifestaciones de cariño profundamente arraigadas en su cosmovisión. La ausencia de vello facial entre los hombres andinos facilitaba estas prácticas, pero la mezcla genética posterior introdujo la barba, convirtiendo este gesto en una tortura. En la actualidad, la influencia occidental ha introducido el beso en las prácticas sociales andinas, especialmente en áreas urbanas y entre los jóvenes, aunque en comunidades rurales más tradicionales, el contacto físico sigue siendo más reservado

El beso, no siempre se utilizó para fines benévolos, como en el caso de del perfido Judas, que entregó a Jesús con un beso. Pero estos casos son los menos, el beso generalmente simboliza afecto y conexión.

A lo largo de la historia, ha representado respeto, amistad, paz y amor en diversas culturas y contextos.

Desde los saludos formales en la antigüedad hasta gestos diplomáticos modernos, el beso continúa siendo un poderoso símbolo de intimidad y vínculo humano, capaz de expresar el amor que las palabras no pueden.

Tipos de besos

A lo largo de los siglos, el beso ha adoptado múltiples formas y significados. 

La diversidad de besos refleja la riqueza de la experiencia humana. Desde el efímero beso volado, enviado con un soplo y un gesto de la mano, hasta el beso social o de saludo, un roce fugaz de mejillas que sella encuentros y despedidas. El beso maternal, quizás el más tierno y protector, contrasta con el beso epistolar, plasmado en papel con tinta y sentimiento.

El beso insinuado, un juego sutil de miradas y labios humedecidos, contrario al inocente beso esquimal, donde las narices se rozan en un gesto de afecto. En el extremo más intenso, encontramos el beso francés, una danza íntima de lenguas, y el beso explorador, que se aventura más allá de los labios.

Pero sin duda, el más bonito es el beso apasionado, ese que hace que el mundo se detenga, que nos deja sin aire, que nos eriza los cabellos y nos hace sentir mariposas en el estómago, propicia que suba la temperatura hasta ponernos incandescentes, nos hace transpirar y nos hace temblar las rodillas hasta que no podamos sostenernos.

¿Has besado así alguna vez…? ¡Seguro que sí!

Y no son todos, hay besos más sofisticados y atrevidos, pero no vamos a tratar de estos en este artículo, para no herir la susceptibilidad de nuestros lectores.

Consejos para un buen beso

Pero, ¿qué hace que un beso sea «bueno»? Ah, esa es la pregunta del millón. Algunos dirán que es cuestión de técnica, otros que de práctica, los más instruidos hablarán de química. 

La verdad es que, como en el arte, no hay reglas fijas. Sin embargo, hay algunos consejos que pueden ayudar a los aspirantes a convertirse en maestros en el arte de besar.

La hidratación es clave. Besar unos labios que parezcan lija o nos den la sensación de estar mascando arena, difícilmente serán placenteros.

El aliento importa. Un buen aseo bucal es importante y una menta puede ser la diferencia entre un beso de película y una triste despedida.

La suavidad es aliada. Siempre es conveniente ir de menos a más, y a menos que te lo pidan explícitamente en un momento lleno de pasión, no es bueno besar como si estuvieras chupando un mango o devorando una sandía sin manos.

Modas y tendencias de los besos

A lo largo de la historia, el beso ha sido objeto de modas y tendencias fascinantes. En la antigua Roma, existía una clasificación elaborada de besos según su intensidad y propósito, reflejando la complejidad de sus interacciones sociales. En contraste, en la antigua Grecia, los besos no necesariamente tenían connotaciones románticas o íntimas, sino que funcionaban como una forma de saludo y señal de respeto entre conocidos.

En la Inglaterra victoriana, y otras sociedades pacatas representó un extremo de pudor, un beso en público podía causar un escándalo de proporciones épicas.

Hoy en día, aunque se mantiene cierto decoro por respeto al entorno, las actitudes se han liberalizado considerablemente.

Incluso se ha «cibernetizado» en la era de las redes sociales, hemos visto desde el «beso de Instagram» (ese que parece más una pose que un gesto de afecto) hasta el «beso viral» (aquel que se convierte en meme antes de que los protagonistas hayan tenido tiempo de separar sus labios).

Riesgos de los besos

Pero no todo es color de rosa en el mundo de los besos. Como cualquier actividad que implique un intercambio de fluidos, besar conlleva ciertos riesgos para la salud. Desde el común resfriado hasta infecciones más serias, un beso puede ser un vehículo de transmisión de enfermedades. 

Sin embargo, no hay razón para entrar en pánico y empezar a besar a través de una lámina de plástico o usando mascarilla, como algunos pretendían hacerlo, en días de la pandemia. 

De cualquier manera, creo que todos coincidimos en que los beneficios del beso superan con creces los riesgos.

Besar es bueno para la salud

Estudios científicos han demostrado que un beso apasionado puede quemar hasta 6,4 calorías por minuto. Es como un mini entrenamiento, pero infinitamente más placentero que una sesión en el gimnasio. Además, besar estimula la producción de endorfinas, esas maravillosas sustancias químicas que nos inundan de felicidad y relajación.

También fortalece el sistema inmunológico y, según algunos estudios, podría ayudar a prevenir las caries, aunque no creo que los dentistas lo recomienden más que el cepillado.

Pero más allá de los beneficios físicos, el verdadero poder del beso radica en su capacidad para conectarnos emocionalmente.

Un beso puede decir «te amo», “«te extraño», «lo siento», «eres todo para mí», «estoy aquí para ti» o «perdóname», todo sin pronunciar una sola palabra.

Es un puente entre dos almas, un momento de intimidad genuina en un mundo cada vez más distante y digitalizado.

En esta era de comunicación virtual, donde las conversaciones cara a cara han sido reemplazadas por chats y las expresiones faciales por emojis, el beso se mantiene como un bastión de la conexión humana auténtica. Por más besos virtuales que se envíen, nada podrá reemplazar la sensación de unos labios reales, cálidos y húmedos contra los propios. ¿No es esta una poderosa razón para privilegiar la presencialidad sobre la virtualidad?

Un beso puede ser el comienzo de una gran historia de amor, el final perfecto para una cita romántica o simplemente un momento de alegría compartida.

Nunca hay que subestimar su importancia y menos, escatimar su práctica. «Se necesita un momento para aprender a besar, pero toda una vida para hacerlo bien».

Y ahora, una pregunta para la reflexión: ¿Cuál ha sido el beso más memorable de tu vida?

Quizás fue tu primer beso, normalmente torpe pero inolvidable, o tal vez aquel beso de reconciliación después de una dolorosa separación, o ese que vino de sorpresa en un momento inesperado. O podría ser ese beso que aún no ha sucedido, ese que esperas con anhelo y por el que, quizás, elevas una silenciosa plegaria en las noches solitarias.

Sea cual sea tu respuesta, recuerda siempre que cada beso es una oportunidad preciosa. Una oportunidad para expresar amor, para sanar heridas, para crear recuerdos imborrables. Así que sal al mundo y besa como si no hubiera un mañana, porque, al fin y al cabo, ¿qué es la vida sin un poco de amor… y muchos, muchos besos?

Para concluir, les dejo con estos hermosos versos que capturan la esencia del beso:

EL BESO
Federico Barreto

Con candoroso embeleso
y rebozando alegría,
me pides morena mía
que te diga... ¿Qué es un beso?

Un beso es el eco suave de un canto,
que más que canto
es un himno sacrosanto
que imitar no puede el ave.

Un beso es el dulce idioma
con que hablan dos corazones,
que mezclan sus impresiones
como las flores su aroma.

Un beso es...no seas loca...
¿Por qué me preguntas eso?
¡Junta tu boca a mi boca
y sabrás lo que es un beso!

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