EL DESPERTAR DE LA MENTE

por Carlos Antonio Casas
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Reinicio

Un Viaje hacia el Desarrollo Personal

Hace algunos días, una persona interesada en ciertos conceptos vertidos en una entrevista reciente por televisión, me
planteo la siguiente pregunta. 

¿Es posible mejorar nuestra inteligencia o estamos condenados a los límites con los que nacimos?

Bosquejé alguna respuesta de acuerdo a mis humildes conocimientos, pero le prometí investigar más y este artículo es el
resultado de esa investigación. Espero que satisfaga sus expectativas y le ayude a responder a su pregunta.

Revise algún material científico y literario sobre el potencial oculto de nuestras mentes, y descubrí que esta pregunta ha
intrigado a la humanidad durante siglos, sino al vulgo, por lo menos a los intelectuales de todos los tiempos.

Contrariando a la creencia popular, la inteligencia no parece ser un don reservado solo para unos pocos afortunados.

Diversos estudios sugieren que la inteligencia podría ser más bien como un músculo, que todos podríamos ejercitar y
fortalecer.

Esta idea desafía la noción generalizada de que nacemos con un límite, una predeterminada capacidad intelectual, un concepto que quizás ha mantenido a muchos conformes con su mediocridad, justificándose con la frase «Se hace lo que se puede», ignorando que, pueden hacer mucho más.

Al profundizar en el tema, saltaron a la vista los llamados “enemigos silenciosos” de nuestro desarrollo cognitivo. Justamente, el punto que llamó la atención de quién me interrogaba.

Entre estos enemigos, uno de ellos es recién llegado, sin embargo, es de los más poderosos y más comunes, son nuestros dispositivos electrónicos.

Estos pequeños aparatos, omnipresentes en nuestras vidas, podrían estar librando una guerra contra nuestros cerebros, y
la mayoría de las veces, ni siquiera somos conscientes de ello.

Antes permanecían escondidos en bolsillos y carteras, la mayor parte del tiempo, hoy están afuera, a la luz casi todo el
tiempo, gozando de nuestra atención exclusiva.

El uso excesivo de pantallas, según algunas investigaciones, podría estar erosionando nuestra capacidad de atención,
debilitando nuestra memoria y secuestrando nuestra concentración.

Es importante diferenciar el uso de las pantallas, no todo es malo. Una cosa es comunicarse eficientemente y leer en
ellas y otra muy distinta, distraerse, ver videos y jugar en ellas.

La lectura difieren su impacto cognitivo de los videos y videojuegos. La lectura fomenta un procesamiento más profundo, control del ritmo, imaginación y concentración sostenida, beneficiando el desarrollo del lenguaje. Los videos y videojuegos, más estimulantes sensorialmente, pueden captar la atención inicial pero también distraer más fácilmente. Presentan
información procesada, lo que puede requerir menos esfuerzo cognitivo, una fijación más endeble y un olvido más cercano.

Los beneficios y perjuicios dependen de la calidad del contenido, la lectura, sin embargo, suele estar mucho más cerca del
contenido positivo.

No nos nutrirá igual leer «El Quijote» de Miguel de Cervantes, qué enterarnos de lo que viene en «Pitucas sin lucas». La obra clásica ofrece profundas reflexiones sobre la locura, la realidad y la imaginación, además de proporcionar un valioso contexto histórico y cultural del siglo XVII, mientras que la otra es lectura trivial y nada beneficiosa, cuyo contenido no aporta conocimientos significativos ni estimula nada bueno.

El contenido valioso, estimula el pensamiento crítico, amplía conocimientos y desarrolla habilidades. Fomenta un aprendizaje
profundo y duradero, inspirando la curiosidad y motivando la exploración de nuevos temas. En contraste, el contenido trivial, qué es el más común en las redes sociales, aunque entretenido, suele ser efímero y superficial, consumiendo tiempo sin aportar crecimiento personal.

La calidad impulsa la productividad y la creatividad, mientras que lo distractor puede generar hábitos de procrastinación (posponer o retrasar tareas y responsabilidades)

Priorizar contenidos enriquecedores cultiva una mente más informada y analítica, preparada para enfrentar desafíos complejos, en lugar de una saturada de información irrelevante.

También depende mucho de los hábitos de uso. No es lo mismo pasar unos minutos mirando la pantalla que pasar muchas horas, y algunos, hasta la mayor parte del día, haciéndolo.

Si tienes que cargar la batería de tu celular muy frecuentemente, es un claro síntoma de que eres un adicto a las pantallas.

El impacto de las pantallas en la inteligencia y concentración se determina más por, cómo se utilizan que por el medio en sí.

El uso abusivo de las pantallas es una epidemia silenciosa que se propaga a la velocidad de la luz, alimentada por algoritmos
diseñados para mantener enganchados a los incautos, «scrolleando sin parar» en busca de la próxima dosis de gratificación instantánea.

¿A quién no le ha pasado que, sin percatarse, ha pasado muchos minutos y hasta horas viendo videos entretenidos pero
intrascendentes?

¿Qué podemos hacer al respecto?
¿Cómo reclamar el control de nuestra mente?

Los expertos dan algunas sugerencias que pueden parecer simples, pero vale la pena considerarlas.

Primero, reducir el tiempo frente a las pantallas, especialmente antes de dormir (y al decir pantallas hablamos de smartphones y televisores). Nuestro cerebro podría agradecerlo con un sueño más reparador y, potencialmente, una mente más aguda al despertar.

Segundo, leer más y subrayar, tomar notas, cuestionar, resumir (STnCR). Leer, no se trata solo de pasar páginas, sino de
entablar un diálogo íntimo con el texto (STnCR). La idea es convertir cada
libro, cada texto, en un campo de entrenamiento para la mente.

Se dice que no hay nada mejor que un libro físico, pero también es de considerar que hay muchas aplicaciones para computadoras y celulares que permiten la lectura activa, es decir: subrayar, tomar notas, cuestionar, resumir, con la ventaja adicional de que con un clic podemos pasarlo al procesador de textos sin tener que tipear nada.

Tercero. La meditación y la atención
plena
también aparecen frecuentemente en estas discusiones. Algunos, las consideran herramientas poderosas para dominar el caos mental que podría nublar el pensamiento claro.

Y en este punto, sin duda alguna, la oración.
La oración fomenta la inteligencia y el control cerebral al promover la introspección, reducir el estrés y mejorar la concentración. Cultiva la autoconciencia, permitiendo identificar patrones de pensamiento. La práctica
regular fortalece la disciplina mental, aumenta la claridad cognitiva y desarrolla la resiliencia emocional. Además, la oración puede inspirar la reflexión profunda sobre valores y propósitos, guiando decisiones más
conscientes e inteligentes.

Cuarto. La creatividad, esa chispa que ha impulsado la evolución humana, también tiene su lugar en este debate. Exponerse a nuevas experiencias, resolver acertijos, dibujar o escribir libremente incluso garabatear sin rumbo, realizar lluvia de ideas sin juzgar,
combinar conceptos aleatorios, cuestionar lo cotidiano y dialogar con personas diversas. Estas técnicas estimulan conexiones novedosas, desafían lo convencional y abren la mente a perspectivas frescas, nutriendo así el pensamiento creativo. ¿Podrían ser llaves que abren puertas en nuestra mente que ni siquiera sabíamos que existían?

Un concepto interesante que surge en estas conversaciones es el de las «funciones ejecutivas», ese conjunto de habilidades cognitivas que actuarían como el jefe de nuestro cerebro.

La analogía que se usa es la de una gran orquesta: las funciones ejecutivas serían el director, coordinando cada
instrumento para crear una sinfonía de pensamientos y acciones.

La propuesta es que entrenar estas funciones podría ampliar nuestra memoria de trabajo, refinar el control de impulsos y
agudizar la flexibilidad mental. Pero, como con todo, estas ideas deben ser abordadas con espíritu crítico.

Al final del día, quizás lo más valioso sea recordar que este supuesto viaje hacia el desarrollo personal no es una carrera
corta, sino más bien una travesía de largo aliento. Cada día podría ser una oportunidad para cuestionarnos y, tal vez, dar un paso más allá de nuestros límites actuales.

La vida continúa su ritmo frenético a nuestro alrededor. Las pantallas siguen ahí, tan atractivas como siempre. Pero tal vez
valga la pena preguntarnos: ¿estamos listos para desafiar nuestras propias percepciones sobre la inteligencia y el potencial humano?

El camino hacia el crecimiento personal es individual y lleno de incertidumbres. No hay garantías, pero quizás el primer
paso, sea simplemente estar abiertos a la posibilidad de que nuestras capacidades no sean tan fijas como pensamos. Y en un mundo hambriento de innovación y soluciones creativas, ¿Quién sabe?

Tal vez, la mayor revolución comience aquí mismo, en el vasto universo que cada uno de nosotros lleva entre las sienes, y por
debajo de lo que peinamos cada día.

 

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