Luigi Petriconi Raimondi, de origen ligur, nació en Montelanico, pequeña comuna de la provincia de Roma, a inicios de la década de 1830. Siendo aún estudiante de Letras tomó parte de la defensa de la “República Romana” de 1849. Militó en la “Giovane Italia”, movimiento político clandestino de tendencia republicana.Debió huir de Roma luego de la derrota de las revueltas de 1849. Esta situación dio lugar a duras represalias contra los italianos, dando origen un éxodo”, se trata de acontecimientos históricos que explican las migraciones de esa época.
Llegó al Perú a mediados de la década de 1850 junto con otros refugiados políticos. Afincado en Abancay, el académico frisaba los 40 años.
Se convirtió en un terrateniente, al contraer nupcias con la dama huamanguina Manuela Velarde Alvares, hija de Francisco Velarde y Juana Alvares, terratenientes ayacuchanos.
La boda se realizó el 29 de junio de 1859, en Huamanga. Allí fue bautizada su hija Juana Dolores, el 10 de mayo de 1862, tuvo varios hijos, dos de los cuales fallecieron a temprana edad.
Compró la hacienda Patibamba en Abancay a José Manuel Bocangel en 1855 y desarrolló la industria del gusano de seda, con las primeras moras plantadas en las riberas del rio Mariño, aunque no obtuvo los resultados esperados.
Giovanni Bonfiglio, el estudioso de italianos en el Perú, nos dice: Petriconi, no fue un simple hacendado extranjero, él desempeñó un importante papel en la vida económica, social y cultural de Apurímac, sobre todo de Abancay. Cabe destacar también, que Luigi Petriconi figura como uno de los italianos que destacaron en “Estudios sobre la independencia económica del Perú 1876”, con Giovanni Copello, obra de carácter económico y de análisis social, considerado como un compendio económico precursor de los estudios macroeconómicos.
Allí expresan el pensamiento liberal de la época donde destacan de manera precursora, el gran potencial económico del Perú.
El Banco Central de Reserva ha incorporado en la bibliografía de los pensadores económicos de todos los tiempos a este personaje, editando su libro en febrero del 2019. Bonfiglio dice al respecto: “Quizá el péndulo que hubo en la historia de las ideas económicas y en el clima mental que se dio en el país explican el desconocimiento de textos como los de Copello y Petriconi durante buena parte del siglo XX”.
Estos modelos fueron aplicados en sus haciendas de Patibamba y Condebamba con la producción del gusano de seda y caña de azúcar, así como la producción de energía eléctrica en muchas haciendas de Apurímac, gracias a la sociedad que tuvo con los Martinelli.
Las haciendas de Abancay, fueron las primeras en contar con energía eléctrica en el país, por acción de los ingenieros italianos que llegaron a instancias de Petriconi, entre ellos Padian.
La Industrialización, de la hacienda de Petriconi, se fue perdiendo con el tiempo. Ernest Middendorf, naturalista alemán, visitó Abancay en 1887 encontró que Luis Petriconi había trabajado con éxito e invertido en otros fundos rústicos, al parecer estuvo relacionado en el intento de industrializar la seda en esa zona. Lo que llamó la atención del visitante, es la sorpresa de saber que un intelectual que abogaba o defendía la industrialización y la modernización del país, se dedicara a una granja tradicional en Abancay.
Al respecto Petriconi manifestó que había hecho de Abancay su segunda tierra y que su amor por el agro le daba la oportunidad de sembrar todo lo que quisiera en ese valle maravilloso. Petriconi demostró que el ser un intelectual – también destacó como poeta- no era un obstáculo para dedicarse a la tierra para obtener sus frutos.Su paso por Abancay dejó huellas por su encomiable labor con la electrificación de la ciudad, a partir del tendido eléctrico hecho en Patibamba.
Petriconi también fue un promotor de la gastronomía italiana a través de la introducción del consumo de las pastas, los spaguetti, los ravioles, las hierbas y legumbres italianas, desconocidas en la región. Siendo en la actualidad “los tallarines hechos en casa” el plato más conocido y degustado en Abancay.Petriconi. hizo acciones valiosas por Abancay, acciones filantrópicas donde él mismo, no imagino la trascendencia de estas. Este hacendado italiano, no solo donó las tierras donde hoy funciona el cementerio que lleva hoy, su nombre.
También obsequió las tierras donde hoy funcionan los colegios “Fray Armando Bonifaz” y “Manuel Jesús Sierra”, antes Escuela Prevocacional 661. Igualmente donó tierras donde hoy es la calle Mariscal Gamarra y la zona conocida como el “Valle del Olivo”.
Muchas personas pueden creer que Petriconi era el dueño de Abancay y no les falta razón, pues a comienzos del 1860, visitantes venidos de otros lares definían a Abancay, como una pequeña ciudad al interior de una hacienda, y esta era la gran hacienda de Patibamba, que se extendía desde las riberas del río Pachachaca hasta las alturas de Tamburco.Curiosamente, Petriconi también era poeta.
En 1889, pocos años antes de morir, envió sus poemas a Italia. Estos fueron publicados en Bolonia, con el título Canto di un reduce italiano (Canto de un exiliado). Se trata de poemas escritos en diversas épocas, incluso hay algunos fechados en Abancay, en 1875, que lleva por título “All’ Italia Redenta” (“A Italia resucitada”).
Esta faceta de Petriconi muestra su romanticismo patriótico; así expresaba su “otra” identidad: la italiana, que nunca abandonó.Otro de sus poemas estaba dedicado a Francesco Crispi, líder de la masonería italiana que llegó a ocupar el cargo de primer ministro. Este detalle nos lleva a pensar que,Petriconi era masón. De hecho, la masonería estaba muy presente entre los patriotas italianos que llegaron al Perú, incluso fundaron una logia que llevaba el nombre de Francesco Crispi.
La masonería italiana de esos años era profundamente patriótica y profesaba una suerte de credo laico, donde el patriotismo constituía el máximo valor y donde el “yo” estaba supeditado al “nosotros”, como decía Mazzini. Ello era expresión del sacrificio individual en aras de la independencia nacional.Petriconi murió en Abancay en 1893, sus herederos mantuvieron la propiedad de la hacienda Patibamba, siguiendo con los planes de modernización iniciados por su padre.
A inicios del siglo XX, Patibamba contaba con un molino de granos, un taller de mecánica y una planta de generación de electricidad que proveía de energía eléctrica a la ciudad de Abancay. Hasta ahora se conserva un puente de piedra que lleva el nombre de “puente Petriconi”, ubicado a la salida de la ciudad, en el camino que conduce al Cusco.La Beneficencia Pública de Abancay ha decido nombrar el cementerio de Condebamba, con el nombre de este ilustre hijo. Sus restos y su efigie, reposan allí como recuerdo de la ciudad que quiso tanto.