El autor y orador Leo Buscaglia contó que una vez fue juez de un concurso que buscaba encontrar al niño más comprensivo.
El ganador fue un pequeño de cuatro años cuyo vecino de al lado había perdido a su esposa recientemente.
Al ver al hombre llorar, el niño fue donde el pobre viejo, se subió a su regazo y solo se sentó allí.
Cuando su madre le pregunto que le había dicho a su vecino, el pequeño niño dijo:
— Nada, solo le ayude a llorar…
Reflexión
La historia transmite la profunda comprensión de un niño de cuatro años sobre el dolor ajeno. Destaca la simplicidad y empatía genuina al ofrecer consuelo silencioso a su vecino afligido. Enseña la poderosa lección de que a veces, la presencia y el apoyo emocional hablan más que las palabras.