EL OTOÑO QUE SIEMPRE TE QUERRÁ

39 vistas
A+A-
Reinicio


Desenfada hasta los talones,
altiva y coqueta de labios ardientes,
con tacos altos y polo desgarbado,
carita de niña y mirada gatuna
te paseas por el borde del pasto,
como si la brisa tibia
—esa que anuncia otro otoño—
te empujara a decirme con tus movimientos:
ven hacia mí, dentro de mí.

¡Caray…!
qué ganas de tomarte de la cintura,
rodear tu espalda
y estampar un beso.
Qué deseos de hacerlo.
Mi cuerpo quiere, mi mente se niega.

Lanza más perfume del que mi espíritu necesita,
dame un trago de valor;
emborracha mis neuronas
y haz que mis músculos actúen.

Dios… qué suplicio verte
al borde de la pampa de Bowmam —dorada por la tarde—
y no poderte tocar.
Deja de mirarme así,
que hasta mis zapatos tiemblan.

El recuerdo de aquella tarde
se pierde en mi memoria,
en una bruma de octubre
al pie del Pisonay rojizo.
Mientras el sol baña tu piel transparente,
aún siento tu aroma
que ahoga mi cuello.

Por Dios… aún ahora siento
sorber de tus labios
el rocío que evoca la sed del desierto.
Soy tu verano ardiente,
tu sol que cubre cada sombra
que dejas al caminar,
tu eterno admirador:
el otoño que siempre te querrá

error: ¡Lo sentimos, este contenido está protegido!

Este sitio web utiliza cookies para mejorar su experiencia. Suponemos que está de acuerdo, pero puede darse de baja si lo desea. Aceptar Seguir leyendo