EL PERFUMADO PASADO: LA EVOLUCIÓN DE LA HIGIENE

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Reinicio

Un Recorrido por las Curiosas Costumbres Higiénicas de la Historia

La higiene de la que hoy gozamos, es una bendición, un logro reciente de la civilización. Aunque nunca faltan algunos que dejan algo que desear en ese aspecto, es un paraíso en comparación a como era antes, y sobre todo en Europa.

Si pudiéramos transportarnos en una máquina del tiempo a épocas pasadas, seguramente el insoportable olor corporal de la gente nos espantaría y haría salir huyendo, si antes no nos mata por una intoxicación.

Contraste de Higiene en el Nuevo y Viejo Mundo

Una de las cosas en que los cronistas están de acuerdo, es que cuando los españoles llegaron a América hace 500 años, hedían a mil demonios, lo que causaba el desprecio y la indignación de los lugareños, de lejos, mucho más aseados que los recién llegados.

Se entiende que, el estar hacinados en pequeñas embarcaciones durante largos periodos de tiempo y sufriendo escasez de agua dulce, influyó a que estuvieran así, pero la verdad es que sus costumbres, las de la Europa de ese entonces, aún después del largo viaje, dejaban mucho que desear.

De la Peste al Perfume: Un Viaje Olfativo por la Historia

Se ha escrito sobre muchos casos de personajes históricos de costumbres higiénicas deplorables, como el de Juana de Castilla que tenía un olor tan fuerte que muchos pensaban que la había poseído el demonio.

Los más limpios «al otro lado del charco», eran los egipcios que usaban ungüentos de hierbas para mejorar su aroma corporal, pero a nivel urbano eran un desastre. Ellos usaban la orina como colutorio (enjuagues bucales) o para regar los campos de trigo. También para saber si una mujer estaba embarazada. Las hacían orinar en unos saquitos con semillas y si estas germinaban, significaba que la mujer estaba embarazada.

Los romanos poseían letrinas colectivas y «hacían de vientre» en grupo. En habitaciones de 10 ó 12 personas, se vaciaban mientras conversaban amenamente y se ponían al día con los chismes. Resultaba una solución práctica para que la gente no ensuciara las calles, pero constantemente había infecciones intestinales y urinarias, pues se compartían la esponja para limpiarse.

Cuando uno visita los palacios antiguos, como el de Versalles en París, se sorprende de que no haya baños, y es que la costumbre era lanzar las porquerías por las ventanas del palacio.

Entonces no había cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos, papel higiénico.

En series y películas que recrean esas épocas,  vemos a los nobles, a las damas en especial, sacudirse o abanicarse, pero no lo hacían por calor, sino por el mal olor que exhalaban cuerpos y bocas, además de poder ahuyentar a los insectos.

Se solía creer que el mal olor provenía de las personas que las rodeaban, porque es bien sabido que es más fácil detectar los malos olores ajenos que darse cuenta de los propios.

Las faldas (que fueron hechas a propósito para contener el olor de las partes íntimas) eran las culpables (como lo son hoy las polleras en el ande), pues contenían los olores que, al sentarse, escapaban al ambiente.

Tampoco había costumbre de bañarse debido al frío y la casi inexistencia de agua corriente. Había mucha reticencia, más aún con bañarse con agua caliente, pues se creía que al abrirse los poros podían entrar malos espíritus al cuerpo.

Ducharse era un concepto casi desconocido, y en las familias acomodadas los baños se tomaban en una sola bañera, enorme, llena de agua caliente. El jefe de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia. Luego, sin cambiar el agua, iban los demás por edad, luego las mujeres y al final los niños. Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que era posible matar a un bebé adentro.

Por eso, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (allá, el comienzo del verano), pues el primer baño del año se tomaba en mayo, así que, en junio el olor de la gente todavía era soportable. Pero, por si acaso, las novias llevaban ramos de flores olorosas cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor.

Por eso debe ser que los franceses tienen fama de hacer los mejores perfumes, ¿Y cómo no iban a ser los mejores si tenían que cubrir semejantes hedores?

Eres lo que comes

El filósofo alemán Ludwig Feuerbach acuñó la sabía frase: “Eres lo que comes”, aunque lo hizo posteriormente, se aplica perfectamente a los tiempos antiguos.

Se usaban platos de lata, y algunos alimentos que oxidaban el material, (los tomates, por ejemplo) causando que muchos muriesen por envenenamiento.

Las tazas de lata, usadas para beber cerveza o whisky, causaba a veces en los beodos, una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de alcohol y óxido de estaño. Parecían muertos, pero como no estaban seguros de ello, los colocaban sobre la mesa durante unos días, y la familia comiendo y bebiendo, esperaba, a ver si despertaba. Cuando ya se olían los efectos de la descomposición, recién se los enterraba. De ahí viene la costumbre del velatorio o velorio, que es la vigilia al lado del ataúd.

Costumbres funerarias

Los muertos se enterraban muy superficialmente en los camposantos de las iglesias, cada cierto tiempo, se los extraía de la tierra, se sacaban los huesos para colocarlos en cajas más pequeñas (osarios) y la tumba se usaba para otro cadáver.

En algunas de esas ocasiones, descubrieron rasguños en las tapas, lo que indicaba que el pobre difunto, había sido enterrado vivo. Entonces, surgió una idea, atar una tira de la muñeca del difunto a una campana afuera. Si el individuo se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana, y sería «salvado por la campana», de ahí esa popular expresión.

Todo eso, sucedía en el «Viejo Mundo»

La limpieza en el Imperio Inca

Y en verdad, en el nuevo mundo, sobre todo en el Imperio de los Incas la higiene era muchísimo mejor.

Varios cronistas sostienen que, en el Incario había leyes y ordenanzas que disponían que los integrantes de cada familia debían mantener un estricto aseo corporal y de su vestimenta, además de mantener limpia su casa y en buen estado los campos de cultivo que les correspondían.

Periódica e inopinadamente, cualquiera podía ser visitado por el llaqtacamayoc (autoridad vecinal de la zona) para inspeccionar sus casas y sus campos. A los que cumplían, se los premiaba y halagaba en público y a los que no, los obligaban a lavar sus cuerpos de pies a cabeza, y después a tomar el agua de lavado en público, como castigo y escarmiento, sobre todo a las huaylacas (inutiles, ineficientes), cuando no atendían bien su hogar.

En ocasiones, el castigo para los “perezosos, sucios y puercos que no tienen cosa limpia; sucios de cabeza y de la cara, de la boca hediondo, de los pies y manos y de la ropa que traigan” iba acompañado de cien azotes de huaraca y la obligación de beber pócimas nauseabundas”, como lo detalla Guamán Poma en su ‘Nueva Crónica y Buen Gobierno’.

En ‘Comentarios Reales’, Garcilaso de la Vega refiere que la ley domiciliaria obligaba a los vecinos a comer a puertas abiertas para que los llaqtacamayoc pudiesen entrar libremente e informarse sobre la vida familiar y observar el orden, la limpieza y buen arreglo de las casas.

En su obra ‘El señorío de los Incas’ Cieza de León cuenta: «En los palacios de los Ingas había muchas cosas que ver, especialmente unos baños muy buenos, adonde los señores y principales se bañaban estando aquí aposentados… Hay asimismo en muchas partes grandes baños, y muchas fuentes de agua caliente, donde los naturales se bañaban y bañan».

Así que, como ven, no exagero un ápice al decir que, los Sapasuncas fueron repudiados, además de por sus abusos y latrocinios, por sus malas costumbres higiénicas.

Lamentablemente, las buenas costumbres del incario se perdieron en mucho, por el sincretismo, el mestizaje cultural durante los tres siglos que fuimos colonia de España.

Aun así, por lo menos entre los citadinos, me atrevo a sostener que se mantienen buenas costumbres, salvo contadas excepciones. En el campo, quizá por falta de facilidades no es así.

¿Qué y cuán importante es la higiene?

El término “higiene” deriva del griego “hygieinê”, que significa “sano”. Esta palabra, a su vez, se origina de “Hygieia”, que era el nombre que los antiguos griegos le daban a la diosa de la salud.

La higiene se refiere a la forma en que cuidamos nuestra salud.

A diario estamos expuestos a gérmenes y virus que pueden enfermarnos. La falta de higiene trae enfermedades como la sarna, la micosis, la gripe o influenza, el COVID-19, diarreas, infecciones urinarias, caries, entre otras.

La higiene previene enfermedades, cuida el cuerpo, mejora la apariencia y proporciona bienestar. Por esta razón en lo personal debemos Mantener el cuerpo limpio y sano, lavarnos las manos, bañarnos frecuentemente (de ser posible a diario), lavarnos los dientes y tener las uñas cortas. Al estornudar, siempre debemos cubrir nuestra boca y nariz con la parte interior del brazo.

La higiene en casa

En la casa, para evitar que microbios y bacterias lleguen a la familia, se debe barrer, sacudir y tener las camas tendidas, y todo limpio y ordenado, sobre todo la cocina. Se debe lavar frutas y verduras, almacenar bien los alimentos, (los que necesiten, con refrigeración), cocerlos bien, tener agua purificada siempre, mantener limpios platos, vasos y cubiertos.

También es importante bañar a las mascotas, criarlas dentro de casa, educarlas para que no ensucien de más y tener patios y jardines limpios.

La higiene en comunidad

En nuestra vida comunitaria debemos tener en cuenta que no debemos tirar basura, ni escupir, miccionar o defecar en la vía pública, parques, áreas comunes y en los alrededores de la ciudad.

Debemos siempre cuidar el agua (no gastarla en vano), clasificar la basura, proteger los árboles y el medio ambiente

El cuidado de los ríos

Los ríos deben ser respetados, pero en Abancay, como si estuviésemos viviendo en la época medieval, aún hay irresponsables que tienen sus desagües ensuciando los ríos, y las autoridades NO HACEN NADA además de conversar, y conversar y seguir conversando, pese al llamado desesperado de los colectivos que quieren frenar la polución, recuperar las áreas marginales y poner en valor estas zonas hermosas y vivificantes. De acciones, ¡NADA!

Cuidar los ríos preserva la biodiversidad, asegura agua limpia, beneficia a las comunidades y protege los ecosistemas vitales. Cuidar los ríos  es responsabilidad de todos para tener un futuro sostenible.

Quizá te interese saber más sobre el rio Mariño y sus desafíos, haz clic aquí.

Recreación de un rio contaminado. No es el Mariño, pero si no hacemos algo, muy pronto, así estará.

Quizá, se debería aprendes de los incas y nombrar unos llaqtacamayoc que puedan administrar los premios a los responsables y castigar severamente a los cochinos e irresponsables.

En suma, ser limpio y aseado previene enfermedades, transmite respeto hacia los demás, mejora la autoestima, genera buenos hábitos, cuida el medio ambiente, embellece nuestro entorno y facilita la convivencia armónica en comunidad.

No desandemos lo avanzado.

SI deseas saber más sobre la higiene en el mundo, visita la página de la Unicef

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2 com.

Héctor A. Gamarra Luna 26/12/2023 - 4:38 pm

Realmente aleccionadora esta crónica y ademán ceñida a la verdad histórica, los nativos americanos eran de lejos mucho más aseados que los conquistadores que solo se bañaban y cambiaban de ropa una vez al año.
Además muy interesante y sugerente el corolario de esta artículo en lo relacionado a nuestro comportamiento y compromiso con los ríos.
Felicitaciones Carlitos.

Respuesta
Carlos Antonio Casas 26/12/2023 - 4:46 pm

Gracias por tu comentario Hectitor.

Respuesta

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