Había salido persignándose del salón de clases. “No señor director, yo no puedo ser tutor de esa sección. Son unos irreverentes. Graciosos y locos, es verdad… pero quieren tener igualdad ante la autoridad docente. Y yo no soy un loco, coño!”. Era el reclamo del padre Tomás, profesor de religión. Dentro de la tradición del colegio Miguel Grau, le habían designado casi al azar como “tutor” del último salón de quienes ese año hacían promoción de secundaria. No era para menos: algunos ya eran mayores de edad, otros habían vuelto al colegio como licenciados del Ejército y otros pertenecían al típico grupo de pícaros y dicharacheros abanquinos. Era el mítico “Quinto Fe”.
En la secundaria, el Grau tenía ocho secciones en primer año, hasta la H; entre segundo y cuarto seis secciones, hasta la F; y en quinto, cinco secciones, hasta la E. Haciendo un cálculo de 40 alumnos por sección, había 1240 alumnos en la secundaria. Y como en todo colegio grande, había historias y mitos. Después del gran equipo de básket de 1982, el siguiente no fue un gran año para el colegio del barrio Chinchichaca. Uno de los mitos que escuchábamos quienes entramos a secundaria en 1984, era que la base de las selecciones de fútbol y básket, tenía que quedarse un año más en el colegio. Así habrían retenido al arquero Peña, que ya jugaba en el primer equipo del Grau en la liga y al líder carismático del equipo de básket: el pato Ballón.
La promoción aludida, ya se había formado en cuarto año y se juntaron en la sección F. El juego con la letra, en una sección con el ingenio del poly Chirinos, el lulo Matamoros y el mismo pato Ballón, hizo que se llamaran “Cuarto Fe”. Ya en quinto año, al no haber sección F, pasaron a ser de la E, pero ellos, que ya estaban identificados, insistieron en llamarse “Quinto Fe”.
El reclamo del padre Tomás, había tenido eco en la dirección del colegio. Y ante el debate y la discusión, sólo había un profesor que podría entrar con autoridad a ese salón: el loco Bedoya, profesor de Educación Artística. Irreverente como ellos, excéntrico como pocos y con la respuesta a flor de labios cuando alguien le quería tomar el pelo. “Así que ustedes no querían como tutor al padrecito. Ahora pues, conmigo no se van a hacer los vivos… yo sé que aquí hay mayores de edad, casi padres de familia, así que para mañana se me afeitan porque el único que puede tener barba y bigotes soy yo”.
En cada reencuentro en octubre, todos se acuerdan de “las promociones” en general, pero si hubo una sección que se distinguió por muchas razones, fue la del “Quinto Fe” de 1984, y teniendo amigos entre quienes fueron parte de ese grupo, hemos escuchado sus historias que merecen un párrafo especial en el recuerdo de los años ochenta. No faltó alguien que pregunte por qué preferían llamarse sección “Fe”, y tuvo la respuesta ingeniosa de uno de sus integrantes que dijo: “Porque con ese grupo, había que tener fe para poder pasar de año y salir del colegio”.
Tenían a un dicharachero que en los exámenes orales podía confundir a los profesores, quienes preferían aprobarlo para no entrar en contradicciones. Por su forma de hablar, su apelativo era “el político”, y después, todos lo conocimos como el poly Chirinos. Tenían al mejor arquero que era el gringo Peña. Tenían al mejor basketbolista de la selección escolar que era el pato Ballón. Tenían al mejor dibujante del colegio que era el mazzinger Sotomayor. Tenían al mejor exponente de los torniquetes en gimnasia que era el faskicha Sauñe. Tenían una pléyade de personajes multifacéticos donde también destacaban el lulo Matamoros, el pecho Quino, el pío Valenzuela, el sasa Portilla, el machaco Salcedo, el docto Flores, el intimpa Condori, el comegato Ugarte y el moroco Pareja, entre otros.
Uno de los que llegó en el último año, fue el paiche Sequeiros, quien venía como licenciado del Ejército desde Arequipa y trajo la canción inspirada en alguna entonación que hacían los soldados en sus ejercicios cotidianos y se convirtió en emblemática para la sección que cantaba durante el campeonato intersecciones de fútbol y básket: “El Quinto Fe (a pata pelao), los inmortales (a pata pelao) a todititos les vamos a ganar (a pata pelao, pelao, pelao)…”. Ese año, el pato Ballón recibió el trofeo de manos del director Pinares en el Coliseo de Pueblo Libre, diciendo: “En fútbol y en básket, Quinto Fe campeón…”.
La leyenda del Quinto Fe tiene muchas anécdotas, desde el veto al nombre que habrían elegido para la promoción: “Al fin llegamos a ver si nos vamos… eso esperamos”, hasta la vez que en un paseo al campo, tradicional en el colegio Grau, fueron los últimos en volver a la ciudad; en ese retorno alegre por alguna travesura de alguien que llevó trago “camuflado”, habrían convencido a su tutor, el loco Bedoya, de ponerse una túnica y subirse a un equino para hacer la entrada triunfal emulando a Jesucristo. Dicen que fue la única vez que el loco Bedoya se prestó a la broma, cuando las doñas del campo con sus hijos, se persignaban al verlo, y él decía con una bondadosa voz: “Dejad que los niños vengan a mí”.