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Han pasado 60 años desde que terminamos, con nuestras propias manos, la casa del Cristo Patrón del Barrio «La Victoria» de la ciudad de Abancay. Una pequeña calle llamada Victoria, entre la Av. Prado Baja y la Av. Prado Alta, da nombre a la parcialidad.
Éramos niños cuando la imagen del Señor de la Caída llegó a su casa con apenas un estuco interior y el piso encementado, acabado en rojo granada. Solo la fachada estaba estucada con yeso blanco y tenía puertas de madera. La torre, aunque no estaba concluida, ya contaba con una campana grande y dos pequeñas. La capilla había sido techada con tejas, y alcanzar ese estado de construcción fue motivo de fiesta.
El autor de la escultura fue el imaginero Hernán Huapaya, egresado de la Escuela de Bellas Artes de Lima en 1930. Inicialmente realizó una sola imagen del Cristo caído camino al Calvario; sin embargo, modeló una segunda, semejante a la primera. Ambas tienen un inmenso valor artístico por la gama de colores y el realismo del Cristo sufriente. Una de las imágenes se quedó en Jesús María, en Lima, cerca de la iglesia San José.
El Señor de la Caída que conocemos fue enviado con todos los cuidados a Abancay, a pedido de la familia Letona. Mientras se terminaba de edificar el templo de Illanya, varias imágenes fueron llevadas a un depósito y después distribuidas en los altares adyacentes a la nave central. En el altar mayor fue ubicada la imagen del Señor «Justo Juez», a la postre Patrón Jurado de Abancay. Por ello no podía haber dos imágenes de Cristo flagelado en el templo, y nuestro Señor de la Caída permaneció de manera indefinida en el depósito.
Un artesano abanquino de apellido Farfán trabajaba por contrato haciendo balaustrados en la casa-hacienda. Sabedor del abandono de la preciosa imagen, pidió a la Sra. María Letona, como parte de sus honorarios, el Cristo relegado. Así es como la imagen llega, en los años 1940, a la casa de la última cuadra del Jr. Lima, en Abancay. La devoción creció rápidamente, y pronto el Cristo caído dejó de ser solo de la familia Farfán para convertirse en devoción de la feligresía local. En 1956 se difundió la noticia de que la imagen sería llevada a un pueblo de la provincia de Andahuaylas para instalar al Señor de la Caída en el altar mayor. La población abanquina se indignó y se congregó, convocada por las vendedoras del Mercado de Huanupata, frente a la casa particular.
Se montó guardia por turnos para impedir que el Cristo fuese llevado a la provincia vecina. La familia propietaria ya no tenía vida privada; día y noche había gente vigilando la puerta. Tuvieron que recurrir al párroco del Sagrario para pedir su intervención y desmentir la noticia. Aun así, la feligresía no se convenció. La población organizada propuso adquirir la imagen y trasladarla a la catedral. La familia no quiso recibir dinero por la tenencia del Señor de la Caída, pero aceptó entregarla para su traslado.
El problema era que en la catedral tampoco había espacio para una imagen tan imponente. El Cristo caído, por su solemnidad, solo podía ocupar un altar mayor, pero allí ya se encontraba la Virgen del Rosario, Patrona de Abancay. Entonces el pueblo se comprometió a edificar un templo que llevaría el nombre de «Capilla del Señor de la Caída». No había terreno disponible porque la hacienda asfixiaba a la ciudad con la propiedad de sus tierras. El Sr. Julio C. Trelles, dueño de los terrenos de Chinchichaca, cedió una manzana en el km 1 de la carretera Abancay–Cusco. Era el lugar más apropiado para atender las necesidades espirituales de la población del noroeste de Abancay. Así, el Cristo caído fue alojado temporalmente en la parte posterior de la nave del templo.
Llegamos a 1960. El Barrio de «La Victoria» lideró la organización. Se unieron los barrios «Pueblo Libre», «Huanupata» y «El Olivo». Con carretillas en mano comenzó la recolección de herramientas, y luego el aplanamiento del terreno destinado a la casa del Señor de la Caída. No era tarea fácil: como en la mayoría de parcelas de Abancay, la tierra era de caliche y debía romperse con combas y barretas. El Arq. Carlos Echegaray realizó los planos con ayuda de topógrafos y albañiles, mientras la casa del Sr. Miguel García se improvisó como depósito de herramientas.
Jornada tras jornada, sindicatos y agrupaciones juveniles prestaron su mano de obra, movidos por la fe.
Han pasado seis décadas desde que el Señor de la Caída, acompañado por la banda de Angelino Villar, entró triunfante a su nueva casa. Desde entonces, ese techo ha debido recibir refacciones, pero hoy ya no da más. La Capilla del Cristo Caído luce estucada y pintada, pero los tijerales, el tumbado y el tejado requieren un reemplazo. La torre no será una joya arquitectónica, pero fue construida con amor y devoción por el vecindario. El amoblamiento y el acabado definitivo de puertas y ventanas se lograron gracias a kermesses y bingos en los años 70. ¿Cuántos años tomó edificar la que hoy es nuestra casa del retorno? Yo diría entre 30 y 40 años desde la donación del terreno por Julio C. Trelles.
El sábado 29 de noviembre de 2025 es la Gran Colecta y Día Familiar. Las nuevas generaciones del barrio donde crecimos nos convocan al reencuentro. Hay que volver a retejar nuestra casa: la casa del Cristo que escucha nuestras quejas, nuestros lamentos y nuestros propósitos. Solo el Padre Gerardo —quien trabajó muchos años allí— camina por las calles polvorientas de Villa El Salvador, sosteniéndose con el recuerdo de nuestra capilla. La primera cuadrilla de caballeros ha sido llamada casi en su totalidad por el Señor. Nosotros, la generación intermedia, junto con nuestros hijos y nietos, tomamos ahora el liderazgo.
Vamos todos a acudir al llamado. ¡Los victorianos volvemos a la faena! Vamos juntos a retejar nuestra capilla.
El Señor de la Caída nos llama:
Día: Sábado 29 de noviembre, en el atrio de nuestra capilla.
Hora_ 10 AM
No importa dónde estés; lo importante es unir fuerzas para la gran cruzada.
Contribuye con lo que creas conveniente.
Yape BCP: 995 134 033.
A nombre del P. Mario Timoteo Santi Guizado.
No hay límites: ni mínimos ni máximos.
Como ayer nuestros padres, hoy sus hijos, nietos y bisnietos están en acción.
La tradición continúa. La fe también.
Solo di: ¡Presente!
