EL SIGNIFICADO DE ABANCAY

por Gorki Román Hernandez
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Reinicio

Para cada una de las personas que nacieron, vivieron, o pasaron algún tiempo de sus vidas en la hoy ciudad y antes Villa Santiago de los Reyes de Abancay, seguramente dicha hermosa conjugación de 7 letras tiene un significado diferente, significado que ha ido cambiando según cada época que cada generación ha experimentado.

Según tengo entendido, antes Abancay era más pequeño, menos moderno, se celebraban fiestas con arpa y violín, se hacían los famosos Wasi Wasi con su Cruz metálica incluída, donde se comía y bebía por la alegría de tener un techo propio que nos protegía de las lluvias machos, lluvia que venían del lado de Willcupata; y también te protegía de las lluvias hembras, esta lluvia venía del lado de Auquibamba. También tenía conocimiento de que se organizaban corridas de toros en lo que hoy es la manzana detrás del Arzobispado, entre los jirones Lima y Arequipa.

Esto supe porque fui muy afortunado de compartir la mesa del almuerzo en la pensión del Señor Salas (al frente de la cárcel) con personas de antaño, recuerdo que el señor Salas mientras llevaba los platos a las otras mesas, atento a la conversación dejaba de atender y comentaba lo que en ese momento se compartía, para luego seguir trabajando con los platos en ambas manos, siguiendo al llamado de su esposa, entonces es así que yo, con 16 años, escuchaba las enriquecedoras historias que algunos comensales recordaban del antiguo Abancay: Guido Guzmán, Francisco Luna, un Sr. Trujillo, etc. y otros dos caballeros de quienes no recuerdo su nombre; pero bien recuerdo sus semblantes porque luego de almorzar se sentaban o mejor dicho nos sentábamos en las bancas ubicadas al frente de la cárcel cobijados por las sombras de los cipreses que adquirían formas de animales en cada podada que recibían; si el tiempo lo permitía luego se pasaba a una segunda estación de tertulia, el parque Ocampo, ahí también yo los seguía porque me encantaba escucharlos hablar, sin querer pasé por un tiempo a formar parte del Club de los pájaros caídos (aunque ahora con mis cinquentas a cuestas, creo que regresaré a ser parte del Club pero esta vez por mérito propio), a todos ellos los contemplaba con admiración y gratitud por sus cuentos, remembranzas o historias que sentía eran para mi sólo, ellos respondían a la misma pregunta que les hacía para iniciar la convesación: “¿cómo era Abancay antes?” Y ahí se explayaban con nostalgia, rememorando que habían lugares de culto que se debía visitar: Perú Profundo, El Carrizal, El Edén, Donde mueren los Valientes, El restaurante Alicia, El Modiston, Peluquerías Lux y Abancay y otro más en la esquina del parque Micaela. Recuerdo contaban sobre las fiestas de antaño, contaban sobre como una de las parejas de un hacendado (guapa ella con sus trenzas) caminaba sobre su caballo blanco, … , lástima que la memoria no me acompaña para recordar nombres y detalles.

Pero luego viene el Abancay de los que vivían en épocas posteriores, me contaban que disfrutaban de las fiestas en el Casino de Policía, fiestas donde asistían incluso cadetes que venían desde afuera para bailar con las guapas abanquinas. Asi sucesiva y posteriormente, yo recuerdo ya las fiestas que mis hermanos mayores organizaban con sus promociones o amigos, para ello pegaban en papel azúcar propagandas de las fiestas pro fondos que hacían en la Sociedad de Artesanos, estos papelografos lo pegaban en la esquina del colegio Rosario (esquina de Jr. Cusco con Jr. Arequipa), que era el pizarrón para promocionar cualquier evento.

Ya posteriormente en mi época, recuerdo y en orden cronológico:

– Mis clases con mi profesora Eve Espinoza y sobretodo los recreos en el jardín María Inmaculada, donde jugábamos con Kathy Valer, María Cristina “Pinky Montes”, Carlos Miranda, Lenin Urbiola.

– Los catecismos en el local de la Normal, para luego pasar a misa de 10 am en la Catedral.

– Las alfombras de flores para Corpus Cristi, para luego jugar a las guerritas con el aserrin, flores y todo la mezcla que conforman estas bellas representaciones.

– Las procesiones del encuentro, que con solemnidad y fervor se acompañaba en el recorrido que se establecía, pero como niños más importaba ver como reventaban los fuegos artificiales.

– Mis clases de primaria con mi profesora Luz Rodríguez y cada uno de mis compañeros.

– La ceremonia cuando recibíamos, en grupo escolar, el sacramento de la Primera Comunión, para luego tomar un desayuno en las instalaciones del Club Unión.

– Mi Confirmación, lo hice en el colegio Santa Rosa, éramos sólo dos varones: Emilio Adauto y yo. Entre tantas rosas, éramos los jardineros.

– Mi fiesta de promoción de primaria, con mi hermana como pareja que al final terminó siendo pareja de aquellos que no llevaron una, porque a la postre le pedían a mi papá que les permitan la compañía de mi melliza para tener el recuerdo fotográfico.

– Jugar a pikas con las figuritas en la puerta del Banco de Crédito.

– Mis clases de secundaria con diferentes profesores de los cuales tengo un grato recuerdo.

– Mis entrenamientos de música en la banda del colegio Miguel Grau, con recolección de botellas incluída liderado por mi querido Loco Bedoya.

– Mis clases de carpintería con el profesor “El Viejo” Víctor Prada.

– Mis primeras fiestas con luces sicodelicas (un foco envuelto con papel celofán) en la casa de Ángel Dávila.

– Las salidas a los cines: Nilo, Abancay y Municipal; dónde más importaba ver a las chicas que te gustaban, que ver la propia película.

– Los días en la piscina Cristal, dónde se jugaba camarón con cola, se comía canchita salada y si había más plata un pan con palta que te permitía sobrevivir hasta la hora de desaguar la piscina, eso si previo a ello venía la acrobacia esperada cual cereza del pastel: El salto mortal para atrás realizado por el popular Chama Díaz.

– El pinki, jugar fulbito apostando las monedas o fichas era lo máximo, pero ya el disparar al blanco era de jefes. Era el lugar de encuentro de chicos y chicas, donde si eras diestro te buscaban para hacer equipo, y si no te buscaban para sacarte dinero y jugar gratis.

– Las fiestas en el Club Unión, Law Tennis, era un lugar de sagrada asistencia. Tiempos aquellos donde si una chica te aceptaba bailar aquellas baladas que muy pero muy casualmente tocaban, era señal de que tenías por ahí alguna oportunidad.

– Las fiestas de fin de año con el ranking de las mejores canciones, te tenías que quedar hasta el último aún sin tener permiso y con el riesgo de ser castigado pero con el beneficio de haber bailado.

– Los partidos de fulbito en la Capilla del Señor de la Caída, para luego tomar un vaso de chicha en caporal y así saciar la sed producto de estas hazañas.

– El tocar la campana en La Capilla, muchas en serio y para llamar a misa, algunas otras para burlarse y hacer pensar a la gente que alguien había muerto y que había misa de cuerpo presente. Casi siempre había una anciana incauta que subía y preguntaba si había misa y espero por ello tengamos perdón en el cielo. Lo peor será que en nuestro entierro no vaya nadie pensando que “estos siguen bromeando”.

– Las noches deportivas en la normal y en la bombonera; basket, voley, etc., donde los chicos y chicas de la selección de cada colegio, eran los más populares de Abancay, eso les daba mayor oportunidad para emparejarse con las chicas y chicos más bellos respectivamente.

– Recuerdo también cuando íbamos a pedir prestado (robar) Níspero a las charcas aledañas al camal.

– Especial recuerdo tengo de los padres: Manolo, Juan (Moscardón) que con su bastón correteaba a cuanta chica vestía con minifalda, al Monseñor Enrique Pelach, espero que ellos intercedan ahora por nosotros por haber tomado prestado los nísperos; pero sobretodo recuerdo a Tomás García mi amigo (quién me puso a prueba en el seminario para ser cura) que de haber seguido sus consejos hoy yo sería el Papa, y muchos de mis amigos me estarían por fin besando las manos, empezando por mis hermanos.

– Recuerdo a mis sobrinos, pero más que hermanos: Yesenia, Tania, Ivette, Toño, Wachy, Raúl, Américo, Fredy. Siendo nuestro parentesco común la ascendencia del apellido Necochea, ellos tal vez sean más Román Hernández y nosotros seamos más Ramírez Almanza.

– Recuerdo a mis amigos de la Calle Santa Rosa y de la Capilla del Señor de la Caida, de quienes guardo los más sagrados recuerdos y a quienes agradezco por haberme hecho parte de esa felicidad infantil que se vive una sola vez.

– Recuerdo a mis vecinos, todos ellos “grandes vecinos”, los Cahuana, los Andía, Los Niños de Guzmán, Los Canchasto, Los Villar, Los Vargas, Los Hinojosas, Los Miranda, Los Valer, especialmente a mis casi hermanos: La familia Casas, de quienes saboreaba conchudamente de sus comidas, pues su cocina y su casa, eran mi cocina y mi casa.

– Las tardes de Gallos, donde Velarde, Ubaqui, y el Chama, pero más recuerdo las tardes de Gallos, donde el Charapa, el Cholo Peña, porque ahí conocí grandes amigos, mis amigos “compadres Ramos”: Hernándo Soto, César León, Danilo Luna, Ricardo Camacho, Rolando Luna, Hugo Ochoa, Dennis Ascarza, Nilo Luna, Cholo Peña, Luchito Farfán, Elí Acosta, Roland Luna, Pepe Guillén, Juan Pablo Ramos, Danilo Chino Luna, Pacho Oliver, Pepecha Martínez, Chichu Pereyra, el Chinqui Juan Pablo Valer, etc., etc. y obviamente a sus lindas familias. Éramos el grupo gallistico más unido, fraterno y hermoso que se podía tener porque se jugaba gallos con almuerzos que se extendían hasta la cena.

– Recuerdo con amor y mucho cariño a mi familia, con quienes compartimos la unión, el servicio, la bondad, compartimos las tardes de juegos de mesa: casinos, cartas, sapo, etc., a mis primos y primas, tíos y tías con quienes cada domingo era de reunión religiosa luego de la Santa misa. Recuerdos las comidas, las fiestas, los almuerzos, las propinas, uffff, eran simplemente reuniones familiares de antaño.

Asi tengo tantos recuerdos que de sólo venirse a mi mente, me producen sentimientos de nostalgia pero sobretodo de PLENA FELICIDAD, entonces eso es para mi Abancay, el significado que tengo de esas letras que suenan tal dulce como el trinar de las aves es de “momentos de enamoramiento”, Abancay me produce en el estómago esas mariposas, que una chica que te gustaba te producía cuando la veías en la calle caminar.

Abancay es amor eterno, es ternura sin par, Abancay es aquella ciudad que nos dio todo sin pedir nada a cambio, pero que hoy recibe el cariño reciproco de aquel que orgulloso grita a los cuatro vientos aquello que Pepe Garay nos enseñó: “Abancay de mis amores, si yo volviera a nacer; al cielo le pediría que seas mi cuna otra vez”.

Hoy en sus 150 aniversario de elevación a ciudad, pero con una historia de más de 450 años (pues fue fundada en 1574) es una ciudad que no tiene nada que le falte, tiene 2 aniversarios porque uno solo no es suficiente para festejarla; Abancay es completa, es variada, es caótica, pero siempre sigue siendo alegre con gente y amigos que aún te reciben con los brazos abiertos. Abancay ya no es una Villa pero se vive en ella como reyes, por eso pienso que hoy se debería llamar: “Ciudad de Santiago de los reyes de Abancay”.

Feliz día mi Abancay, feliz día mi querida ciudad, feliz día a todos los abanquinos del Perú y del Mundo.

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