“El Perú es un problema, pero también es una posibilidad. Un País que requiere urgentemente la superación del estado empírico y del abismo social” Jorge Basadre
Hace pocos días la ciudadanía de Lima, recibía con alborozo la llegada desde Estados Unidos de una flota completa del TREN PARA LIMA, locomotoras y vagones donados al Perú y en buen estado. Es preciso que la donación fue conseguida por un trabajo de establecer las adecuadas relaciones internacionales y demostrarle al donante de la urgencia y de la necesidad de este transporte en el país. Perú fue favorecido para hacerse del regalo, conseguido con esfuerzo.
Sin embargo, es cierto señalar que la mediocridad que caracteriza a muchas personas, que son catalogadas, como “enemigas del Perú”, alzaron sus voces malsonantes para oponerse a rajatabla a la operación de este transporte. Dijeron que era chatarra, fierros viejos que debía ir a la basura, aseguraron que eran altamente contaminantes, un peligro letal para el medio ambiente y actuando como técnicos en ferrovías, manifestaron que los rieles viejos no soportarían su peso, a sabiendas que por allí circulan desde hace más de 70 años, trenes cargando mineral pesado. Decían que las locomotoras chocarían con la media docena de puentes que atraviesan la vía. Añadían que había casas familiares cerca de las vías que hacía potencialmente peligrosa la vía para sus habitantes. Investigaban afirmando que no era una donación que era una compra de millones de dólares, porque esa era la declaración jurada en Sunat, en fin, se llenaron de mil argumentos para impedir que Lima y Chosica, pudieran unirse ferroviariamente. La burocracia estatal, no tuvo mejor idea, que almacenarlos y asegurar que recién en 39 meses “habrá algo”, teniendo como punta de lanza al Ministro de Transportes y Comunicaciones que se empeñó por todos los medios a oponerse a este beneficio para millones de conciudadanos.
I De Romaña afirmó tajantemente «Cada día que estos trenes permanecen almacenados es una derrota frente al tráfico, la pobreza de tiempo y la desigualdad urbana». ¿Por qué? Muchos de los que se oponen, critican o ridiculizan esta gestión, no pasan cuatro horas al día en coasters mal mantenidos, ni viajan en medio del hacinamiento, calor y delincuencia para llegar a sus centros de trabajo. Desde su comodidad, juzgan una acción que puede cambiar la vida de cientos de miles de peruanos. Porque para el limeño de a pie, estos trenes, aunque no sean nuevos, representan un salto de calidad real: más seguridad, más tiempo libre, más productividad, más dignidad.
Este episodio revela una enfermedad que corroe al país: la incapacidad de actuar unidos por el bien común. La politización de toda acción pública.
Cada vez nos reafirmamos como peruanos que el dicho antiguo “el peor enemigo de un peruano es otro peruano” está vigente; porque basta que alguien tenga una idea genial para que alguien salga de despotricar de esa idea, porque el sujeto no es afín a su causa.
Ya Jorge Yamamoto, escribió en 2018 sobre la «tríada social del mal» que nos aqueja a los connacionales: envidia, chisme y egoísmo, frustrando cualquier buena iniciativa.
Digo profundizando este aserto que, la envidia frente al éxito ajeno, desata emociones angustiantes, produce una frustración que desencadena en agresión, no es estímulo para generar conductas de emulación o mejora. Es una reacción autodestructiva que duele y ofende y encerramos en nuestra bitácora íntima y personal.
El chisme muy arraigado desde épocas virreinales, se refiere a la práctica común de hablar sobre otras personas, obviamente de manera informal y con un ánimo negativo o especulativo, sin la presencia de los afectados pueden ser personas o instituciones. Este fenómeno social, aunque universal, tiene implicaciones negativas. El chisme mal intencionado, daña la reputación personal, afecta sus relaciones sociales y limita su actuar. Las instituciones se ven dañadas en su imagen, su credibilidad y ejercer las funciones para las que han sido creadas.
La envidia esa emoción, caracterizada por la conciencia de ver a otra persona mejor, en combinación con sentimientos de inferioridad, hostilidad y resentimiento hacia esa persona. En la vida diaria, el rico, el empresario, o el que tiene un buen puesto y un gran salario no es un héroe silencioso al que todos pretenden imitar, no, es alguien a quien hay que traer abajo. Igualarlo en nuestra mediocridad. Allí no valen los apellidos, ni los contactos, ni los logros, ni la educación, el sujeto debe ser crucificado por su pecado; haber tenido éxito. Se iría entonces a la creación de una sociedad mediocre, negada a la meritocracia, reforzando así el credo nacional de la envidia.
El egoísmo, entendido en como los individuos priorizan sus propias necesidades y deseos, a menudo a expensas de los demás, y cómo estas acciones tienen implicancias sociales. Enfocarnos en nuestro propio interés y beneficio personal, puede llevarnos a ignorar o perjudicar las necesidades de los demás, incluso cuando algunos comportamientos se disfracen de altruistas.
Igualmente se hace realidad, el encono entre peruanos la polarización ha llevado a descalificar a cualquier ciudadano no a partir de una realidad, una verdad sino del apoyo que muestre a una ideología. Los peruanos ideologizados por la izquierda andan en pos de inútiles pretextos, para desestabilizar el país porque no son afines al régimen. No acatan que el voto es el soberano y que los cambios se hacen en las elecciones, tienen hambre de vacancia, adelanto de elecciones o renuncia de los mandatarios se vio con PPK, Vizcarra, Merino, Sagasti y Boluarte y opinan, activan o trabajan para agudizar los conflictos, que la economía colapse, que suban los artículos de primera necesidad, los combustibles y culpar al gobierno. Así transitamos entre conductas de odio y descalificación, adjetivando todo lo que sea el oponente. No hay lugar al diálogo alturado, al consenso, a buscar la armonía. Nos decimos democráticos, pero actuamos con una entraña autoritaria, dictatorial dirían algunos.
Los trenes han sido la expresión más clara y mediática de este comportamiento.
Alguien podría pensar que actuamos por nuestra cuenta mostrando estas actitudes irracionales, pero no. Hay un gran sostén que son los medios masivos de comunicación. Diarios como La República, enviaron a sus reporteros a cubrir notas tratando de desprestigiar a los trenes, incluso dañándolos a propósito, del mismo modo actúan, aunque sin mostrar el ensañamiento de este periódico, las televisoras como América TV, Canal N, ATV, Latina y varios streamers de las redes sociales.
Todos tenemos algo de culpa en la construcción de esta realidad, pero ¿Cómo entender nuestros factores sociales, culturales y familiares o coyunturales que determinan nuestro comportamiento individual y colectivo?, éste el que nos debe llevar a conseguir una sociedad fraterna y solidaria, donde los enconos den paso a una paz social duradera.
El enfrentamiento de peruano contra peruano, no es cosa sólo de individuos en el interior doméstico de sus casas o familias, sino que trasciende y son los medios que alimentan día a día, este malsano rencor que a la postre, nos impide vernos como nación prospera y bajan de sopetón ilusión alguna, como cuando a alguien se le ocurre decir “seremos potencia mundial” más de uno saldrá a maldecir “potencia de la basura”,
Basta de caer en el abismo social que miraba y avizoraba Basadre, es hora de poner una brecha o un puente entre peruanos, no más separación, lejanía entre familiares, amigos, compañeros de trabajo, colegas, sociedad. Transitemos a un entendimiento racional, dejando las emociones que nos mantienen sujetos a una rabia insensata que no tiene norte, en la vida. Una vida temporal, ya los griegos nos decían “memento mori” recuerda que vas a morir, no vale la pena malgastar el tiempo en medio del verde oscuro de la envidia, el chisme o el egoísmo. Mostremos nuestra mejor cara de personas civilizadas.
Vayamos al conocimiento y el manejo adecuado y proactivo de las normas, los valores y las creencias que impactan en la forma en que pensamos el Perú y sus posibilidades como dice Basadre. Sentir y actuar, tanto a nivel individual como dentro de grupos y comunidades, como una nación con una sola visión de futuro. Construir nuestra identidad social y lograr la participación de todos los ciudadanos en la construcción de un país mejor. No es un mero discurso verbal, es un anhelo que puede hacerse realidad, si actuamos con madurez de adulto, y no con niñerías o majaderías emotivas y primitivas.
Dejemos este malsonante pensamiento polarizado en extremo, pocas son las posibilidades de progresar como sociedad, encerrados en una limitada mezquindad que nos hace ajenos a nosotros mismos y distantes del mundo global de las personas de bien que desean un mundo mejor.
Luis Echegaray
Psicólogo social