ESTAMPAS DOMINICALES

Los fines de semana en los años ochenta, los abanquinos esperábamos al camión frigorífico de EPSEP trayendo pescado congelado desde la costa. Veíamos llegando ese carro grande y nos alegrábamos porque comeríamos pescado ese día. Eran otros tiempos.
Las reuniones familiares de los domingos, tenían a todos atentos a la nueva historia contada por multifacéticos personajes que por la emisora de Radio Abancay nos hacían imaginar con un realismo impresionante, alguna leyenda de las tradiciones abanquinas que sus propios autores reconocían sintiéndose halagados.
La voz estentórea de Fred Germán Batallanos Monzón, anunciaba un nuevo episodio: “El extraño indio… Clemente Kespe” de la novela costumbrista de Guillermo Viladegut Ferrufino y la atención estaba puesta en el relato que contaba desde la radio el mismo Fred, acompañado de mi papá, Gilbert Urbiola Valer y el profesor Alberto Ramos Condori.
Se escuchaban los pasos y ruidos tenebrosos que alguna vez presencié en el mismo estudio radial, observando el entendimiento de esas tres personalidades abanquinas palmeando la puerta o imitando el silbido del viento. Abancay nunca tuvo otro programa cultural de la dimensión de “Etampas Dominicales”.
Eran seis horas en un magacín dominical que tenía secuencias variadas, donde se podía escuchar la historia y el análisis de las letras de la época de oro del bolero o la declamación en vivo de poemas extensos que tenía a los mejores declamadores de esa generación. Abancay podía escuchar el célebre poema de Rubén Darío “Los motivos del lobo” o “Los caballos de los conquistadores” de José Santos Chocano.
En Lima, 2025, recibí con grata sorpresa el regalo de un libro sobre ese programa. Fred Batallanos hizo hace unos años el esfuerzo de escribir esta fantástica publicación y yo recibí la edición de manos de su hija Claudia. Como si el tiempo guardara estas sorpresas para ocasiones especiales, nos reunía en esta oportunidad Luciana Pareja, la única hija de Diana Bernaola, una amiga abanquina que partió a la eternidad hace unos meses y que había dejado como un testamento del corazón el que podamos reunirnos con Claudia Batallanos, amiga cercana de ella e hija de alguien como Fred, que tiene el afecto de mi familia como uno de los dilectos amigos de mi papá.
Recordé con emoción “Estampas dominicales”, así como las tertulias informales y bohemias en mi casa, con personas que siempre eran mencionadas como colaboradoras del programa: Odón y Rurik Batallanos, Marcial “machaco”Salcedo, Julio Casas y una pléyade de abanquinos de oro que tenían facetas como cantores, músicos y declamadores.
Volver en el recuerdo a cuatro décadas atrás, me transporta al primer aprendizaje cultural que nos ha enraizado con la identidad abanquina: La ciudad mágica donde viví esos inolvidables primeros años y donde hay mucha más historia que la que presumen otras ciudades.
Yo escuché declamar a mi padre y a su amigo Fred Batallanos y nunca más a nadie como ellos. Mañana es domingo y tal vez al encender la radio pueda escuchar otra vez la entrada de la canción “Poquita fe” de Los Panchos anunciando la primera secuencia: “Época de oro del bolero y comentario”. Y así será, porque en el mundo mágico siempre se puede volver a soñar.

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