Escribe: Carlos Antonio Casas Suárez
Guido Antonio Alfaro Casas, nació en Abancay el 22 de mayo de 1951. Fue el segundo hijo de Roberto Alfaro Núñez+ y Rosa Victoria Casas Casas+. Lo precedió Dina+, que junto a su padres, ya descansa en la morada celestial.
Lo sucedieron Luis, Víctor, Enrique, Iris y Carlos Roberto.
Estudió en el glorioso colegio Miguel Grau, del que egresó en el año 1971, para luego seguir la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco.
A su retorno, contrajo matrimonio con Doris Pinto Hilares, y fruto de ese amor fueron sus hijos Carlos Enrique y Blanca Rosa.
Posteriormente nació Rodrigo.
Guido ejerció su carrera profesional con destacada eficiencia y destreza, habiendo diseñado y dirigido la construcción de muchas edificaciones de la ciudad.
Fue docente en la Universidad Tecnológica de los Andes y luego en el Instituto de Educación Superior Tecnológico Publico de Abancay.
Fue también, un destacado empresario en el rubro de la gastronomía, siendo el Café Heladería Mundial, una empresa familiar con más de 30 años de existencia, un referente de calidad y buena atención, en virtud de su buena administración y el diligente y talentoso trabajo de su amada Doris.
La última temporada de su vida fue iluminada por su nieta Luisa, qué era la luz de sus ojos a quién amó, cuido y engrió entrañablemente.
Guidito, no era muy alto estatura, pero tenía una nobleza que lo agigantaba, una calidad humana deslumbrante, en estos tiempos de tanta pobreza espiritual. Siempre querendón y desprendido, era un sabio amigo que siempre tenía el consejo preciso, aún ante las situaciones más difíciles.
Para mí, fuiste una luz en mi vida.
Fuiste siempre mi hermano mayor, mi compinche en mis atolondradas aventuras de adolescente y siempre mi “Pepe Grillo”, mi mejor consejero.
¿Como olvidar esa forma tan particular en que me resondrabas cuando era un adolescente turbulento y soñador?
—Ah Uhm Ah Uhm ¡Caray!
¡Ay Guidito, hermano! agradezco todo lo que hiciste por mí.
Una amistad tan grande como la que forjamos permanecerá por toda la eternidad.
Se cuanto luchaste en este último tramo de tu vida, con cuanta valentía enfrentaste todo, con tantas ganas de vivir, pero al final, acataste los designios del Señor, pues quizá entendiste que él sabe más, que cada hombre tiene una misión en la vida y que tú ya la habías cumplido a cabalidad
Dejas una linda familia, que siempre vivirá guiada por los preceptos que tú les inculcaste.
Te vas siendo una persona respetada y querida por toda la comunidad, y de eso da fe la gran concurrencia que te acompañó en tu último viaje.
Fuiste, un gran profesional, pero, sobre todo, fuiste un hombre de bien, culto, servicial y generoso, de esos que ya no hay, de los que construyen y nunca hacen daño a nadie, que brindan comprensión y bondad y ayudan calladamente a todos los que pueden.
¡Descansa en paz, hermano mío!
Te has ganado ese derecho y estoy convencido de que ya estas junto al Señor y bajo el amparo de nuestra santísima virgen.
¡Descansa en paz, hermano mío!
Vivirás por siempre en nuestros corazones y mentes hasta que algún día nos reencontremos en una mejor vida.
¡Descansa en paz, hermano mío!
Emprende tu vuelo sin límites y vuela alto, muy muy alto.
¡Descansa en paz, hermano mío!
La huella de tu pisada marco huella profunda en este mundo, y estate seguro, ¡No se borrará nunca!
¡Descansa en paz, hermano mío!