HECTOR LAVOE, UN SONERO INMORTAL

Me cuenta un amigo que en una de sus andanzas por el Callao, en un vetusto bar, testigo sabe Dios, de que aventuras de otros tiempos, leyó en un cuadro antiquísimo, lo que podría ser el origen de la palabra Callao y que le da nombre al puerto más antiguo e importante del Perú y de esta parte de América: La frase en mención decía: “En la Ciudad de los Reyes, hay un mar que por su oleaje silencioso, todos lo llaman Callao” . Este silencioso mar gris verdoso y apacible, cuando esta de buen genio y arrebatado y loco cuando enciende sus furias neptunianas, fue el lugar escogido por Lavoe para apacentar sus locuras. 

No sé si en ese bar, en mención, anduvo Héctor Lavoe, pero si es de todos conocido que trajinó por el Callao, por todos sus recovecos en ese peregrinar que tienen los bohemios en busca del “espíritu de la vida” que sólo logran rasgarla algunos elegidos en situaciones de trance, embullados por la locura, la libación o la droga.


            No fue la vida de Lavoe un drama cuyo colofón es la muerte, sino un camino en busca “de”. Para cada uno de sus fans o exegetas las respuestas están a la mano. El sonero de “Mi gente”, donde decía: Cante mi gente; lo más grande de este mundo, siempre me hacen sentir un orgullo profundo…” Como paradoja de su vida cantaba “El rey de la puntualidad” diciendo: “Ya nos dieron la señal que el hombre por fin llegó” y él no llegaba nunca a tiempo, lo entretenían los vapores “non sanctos” de la yerba, o la blanca fatal de la coca.

            Había nacido para perdurar como voz inconfundible, generación tras generación. Dado a los lances del amor cantaba los desamores terribles del abandono. Así cuando escuchamos “…los amores que ha tenido le fallaron y dejaron en el aire las promesas, ella va triste y vacía llorando una traición con amargura” Este es un lamento que “El cantante de los cantantes” acompaña en su duelo a una mujer, su voz esta desgarrada por el dolor del desamor, quizá preconizaba su desamor sufrido con la vida. O cuando señalaba que ya no había nada que un gran amor pueda darte en ese “volver” que el amante añora, pero cansado de esperar ya no quiere nada. “Anda, vete de mi vera, cosa buena, ya no te quiero ni ver”

Tremendo sonero con la gravitante energía de los Orishas. Como otros cantantes y letristas caribeños Héctor Pérez estaba adscrito a la parafernalia de la religión yoruba. Tite, Maelo también habían venerado a estos Orishas que según cuenta la leyenda son los dadores de la voz, con el típico registro y timbre de comunicación con los Dioses: “Para Ochum y Yemmayá, como soy pobre nada te puedo brindar, tan sólo flores puedo llevar, flores, flores, flores para tu altar Ochum y Yemmayá” cantaba Héctor siempre como agradecimiento en la última interpretación de sus conciertos en su puertorro querido. 

Allende los mares, sin embargo, el sabía que la gente era ajena a la veneratura de los Orishas, pero igual el tributo era el mismo, tratando de vendernos la idea de tener una Ziguaraya en casa. Era también seducido por la melodía del Bolero y se portaba como los grandes, en cada una de sus interpretaciones. Su estilo en “Emborráchame de amor” bolero muy popular en Puerto Rico y que tiene la firma de nuestro paisano, Don Mario Cavagnaro, es una muestra de su versatilidad. “No sé, quién eres tú y no interesa solo sé que mi tristeza necesita tu calor y al esconder mi cara en tu cabello pensaré que sólo es bello este instante de amor”


              Cuando arranca cantando “Tu amor es un periódico de ayer, que nadie más procura ya leer…..”, estamos ante la lírica sentida de un bolero que al final termina con el agitar de las congas en un son montuno, movido y cadencioso. En otro tema se pregunta “…nadie pregunta si sufro si lloro, si tengo una pena que hiere muy hondo”. Continúa su lamento con un sentimiento profundo y un fatalismo trepidante. “Y sigo mi vida con risas y penas con ratos amargos y con cosas buenas.” 

Haciendo alusión a su versatilidad de sonero latinoamericano dice: “ayyy yo canto guajira, yo canto un danzón, te cantó un bolero, canto un Guaguanco, pero nunca olvido el aguinaldo, lolelolay….”

La canción que lo inmortalizara es de Ruben Blades: “El cantante”, letra y música de Rubén hecha especialmente para Lavoe, como agradecimiento al reconocimiento al talento del panameño en sus inicios en la Fania. Rubén dijo, mientras vivas, sólo tu la cantarás y cumplió su palabra.

                   Sus boleros guardan la esencia de esta melodía. No hay felicidad, prima el desamor y la melancolía se hace canción. Las malquerencias dejan una huella que marca el sentimiento de todos quienes hemos sufrido por amor. 

Volviendo al tema de esta nota. Héctor estuvo en el Callao a propósito de sus conciertos en la Feria del Hogar y en el mismo puerto. Como me cuenta un fan que cuando Héctor Lavoe vino a Lima hace más de 35 años, se escapó del hotel para recorrer estas calles del Callao y perderse en busca de su más rabiosa adicción, dicen también que comió cebiche y que al mirar la Isla San Lorenzo desde La Punta, quiso comprarla para pasar ahí sus últimos días, dicen que se metió una encerrona polvorienta y nasal en casa de una mujer de dudosa reputación. En fin, se han dicho tantas cosas de él que su historia de vendaval arrabalero cierta o falsa retumba en las paredes del “llauca” como en ningún lugar del mundo, donde los grafitis sobran y su retrato esta pintado en muchísimas casas del viejo puerto.


        Nadie ha confirmado que Héctor Lavoe estuvo en vida en los Barracones, Corongo o Puerto Nuevo. Sin embargo, a 30 años de su muerte su fantasmal presencia parece estar más viva que nunca en el alma de miles de chalacos que no creen en la película de Marc Antonhy y Jennifer López, sino en el legado furioso del tenor de esquina.
Vagabundo y amiguero contumaz. Héctor hizo amigos peruanos, sobre todo gente humilde que apadrinó en “El paraíso” y que cantó sin que se lo pidieran. Acostumbrado como estaba a casas costeras, las playas y los farallones borinqueños el Callao le dio esa sensación de estar en casa. “Amor de la calle”, “De ti depende” “El retrato de mamá” “Hey taxi” son canciones que descubren una sociología del alma popular, la que no tiene límite en América latina. La que es fuente de identificación de las masas, de allí su pervivencia en el alma colectiva del pueblo.

Mucho ya se ha hablado ya de Héctor Lavoe pero este recuerdo es a propósito de su aniversario de los 30 años de ausencia, en los conciertos de salsa. Héctor es como el Héctor de la Ilíada el guerrero troyano muerto por Aquiles. Ambos habían nacido para no morir nunca.

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