Fe, Devoción y un Incidente Inesperado
En Abancay, donde la fe se entreteje con las costumbres de antaño, la Virgen del Rosario emergió de su santuario, bañada por la luz suave de la mañana, para pasear a hombros de sus fieles por las calles de Abancay llevando su mensaje de amor y paz.
El fervor de los abanquinos, como un río desbordante de devoción, inundó las calzadas y veredas a medida que la procesión iba avanzando. Los ojos de los fieles, húmedos de emoción, constantemente se elevaban hacia el cielo en una plegaria silenciosa, sus labios musitaban cánticos y oraciones mientras sus manos portaban velas encendidas en un fuego que representa el calor de los corazones, que titilaban como estrellas terrenales, en tributo a la amada patrona.
Los vendedores del Mercado Central, guardianes de la tradición y el sustento diario, cerraron sus puertas en un acto de amor y todos se volcaron a acompañar a la mamacha Rosario. Sus manos, endurecidas por el trabajo, ahora sostenían rosarios y velas con la delicadeza de quien acaricia un tesoro sagrado. La procesión avanzaba, como un latido colectivo que resonaba por las principales calles de Abancay.
Pero el destino, ese misterioso arquitecto de la vida, tenía reservado un momento de prueba para la fe abanquina. En la confluencia de los jirones Arequipa y Tarapacá, un cable traicionero aguardaba. La negligencia de un empleado, o quizás la de una empresa, había hecho que un cable de acometida eléctrica cruzara la calle a muy baja altura sin respetar las normas vigentes.
En un instante, que pareció congelar el tiempo, la corona de la Virgen, símbolo de su majestad celestial, quedó atrapada en un abrazo metálico indeseado. El grito colectivo de la multitud se elevó entonces, cuando la cabeza de la imagen de la Santa Patrona se separó de su cuerpo, quedando suspendida en el aire y colgando del cable.
Los cargadores, con rostros pintados de desconcierto y angustia, bajaron el anda con el corazón palpitante. De los hombros a los brazos, y luego hasta el piso.
El amor a la Virgen hizo que muchos acompañantes y vecinos corrieran en su auxilio. Con la rapidez de un rayo, una escalera apareció, y manos firmes y decididas se elevaron para reparar, en un acto de amor y devoción, la hermosa imagen de la Virgen. En breves minutos, fue restaurada, y quedó más hermosa aún en su vulnerabilidad momentánea.
El padre Wilber Bacilio, con la sabiduría del buen pastor que guía a su rebaño en la tormenta, tomó una valiente decisión. Cambió su rumbo, y dispuso que se volviera por las calles Arequipa, Libertad y Lima.
Los cargadores compungidos, llevaron con infinito cuidado a la Virgen en su viaje de regreso a la Santa Catedral.
Este episodio, lejos de ser una mancha en la fe abanquina, se convirtió en un testimonio vivo del amor inquebrantable de un pueblo por su patrona. De las lágrimas derramadas, algunas eran de miedo a un castigo divino, otras perlas de culpa que regaban el suelo de Abancay, fertilizando una fe más fuerte y consciente.
El incidente nos recuerda que la verdadera devoción no reside en la perfección de las ceremonias, sino en la pureza del corazón y en la capacidad de levantarse ante la adversidad.
Abancay, en su amor por la Virgen del Rosario, demostró que la fe más profunda florece precisamente en los momentos de prueba.
Que este evento sirva como un llamado, no solo a la responsabilidad civil y de las autoridades, sino a una reflexión más profunda sobre cómo cuidamos aquello que amamos.
Los cables que cuelgan sobre nuestras calles son más que un peligro físico; son un recordatorio de nuestra obligación de velar por la seguridad y la belleza de nuestra amada ciudad.
La Virgen del Rosario, desde su altar en la Sagrada Catedral, mira a sus hijos con amor infinito, sabiendo que desde hace siglos, en cada obstáculo, en cada desafío, el corazón de los abanquinos late con más fuerza, con más fe, con un amor que trasciende lo terrenal y toca lo divino.
Lecciones y Reflexiones
Este incidente nos deja varias enseñanzas:
No seamos fatalistas: Muchas personas lloraban y se santiguaban, temiendo un castigo divino. Sin embargo, es importante recordar que este evento no fue ni es un “castigo”, sino consecuencia de la negligencia humana.
Responsabilidad civil y de las autoridades: La sociedad civil y las autoridades deben buscar a los responsables de este incidente y aplicar las sanciones correspondientes. Las normas están dadas.
Lo sucedido, es un llamado de atención sobre la seguridad en los espacios públicos.
Peligros ignorados e indiferencia: El autor del artículo, junto con otros ciudadanos, ha denunciado en múltiples ocasiones en distintos medios escritos y por Internet, el riesgo que representa la “basura colgante” sobre las calles de Abancay.
Las redes de cables que cuelgan sobre nuestras cabezas son, en su mayor parte son cables inservibles, basura dejada ahí por la negligencia de los operadores de telecomunicaciones tanto de telefonía como de televisión por cable. Tambien negligencia de la empresa que suministra electricidad, administradora de los postes. Y lo peor, es que pareciera que a ninguna autoridad le interesa hacer cumplir las normas.
Cumplimiento de normas: Este incidente pone de manifiesto la necesidad de que las autoridades hagan cumplir las normas existentes sobre el mantenimiento y la seguridad de las instalaciones en espacios públicos.
La norma dice: «Se debe evitar el cableado con la parte más baja del mismo por debajo de los cinco (05) metros de altura para cables que crucen la calzada, o cuatro (04) metros de altura para cables que van por sobre la acera. Asimismo, se debe retirar el cableado colgante con un extremo sin conectar».
La Ley N.º 31595 y el Decreto Supremo N° 007-2024-MTC dan las armas para luchar. Y si estas no bastan, las municipalidades tienen autonomía y derecho para emitir ordenanzas que regulen el abuso cometido por los operadores de telecomunicaciones y las empresas de suministro eléctrico..
El Municipio de Abancay y la Fiscalía tienen el poder legal para exigir la limpieza inmediata de este desastre urbano; si no lo hacen, es solo por negligencia e incapacidad.
Quizás nuestra mamacha del Rosario, a costa de su propia integridad nos está advirtiendo del inminente riesgo, para que podamos tomar conciencia de una tragedia que podemos evitar.
¡Estamos a tiempo de evitar una tragedia!
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