La importancia de saber elegir
El papel antes crujía entre nuestras manos; hoy, la pantalla brilla bajo nuestros dedos. Ayer leíamos en hojas impresas manchándonos los dedos de tinta; ahora, deslizamos los dedos por tersas superficies de cristal líquido que no manchan, pero a menudo, confunden. Antes, las noticias vibraban en las radio receptores, hoy, pocos las escuchan, quizás pensando: «¿Por qué solo oírlo si también puedo verlo?».
Los titulares que antes nos atrapaban en los quioscos, ahora nos llegan discretamente al bolsillo. La noticia, que solía ser un monólogo firme, hoy compite en un diálogo apresurado entre miles de distracciones. El lector, antes pasivo, ahora es creador y difusor, el ciudadano común ahora es un «informador».
La verdad, antaño sólida como la tinta, hoy fluye diluida entre bits y algoritmos. En esta nueva realidad digital, la información no solo se lee, se oye, se ve; se vive, se comparte, se cuestiona.
¿Estamos mejor informados o más confundidos? El tiempo, implacable juez, emitirá su veredicto.
Información basura
¿Te has preguntado por qué las noticias hoy, muchas veces, parecen más un espectáculo callejero que información seria? No eres el único.
Cada vez son menos los medios de información serios y confiables, y cada vez son más los medios, programas y podcast llenos de contenido superficial y vulgar, pero entretenido.
Esta semana, durante la 52ª edición del Gran Premio Nacional de Carreteras Caminos del Inca, se muestra este fenómeno muy claramente. Hay cientos de voces en Facebook, YouTube, Instagram y otras plataformas, la mayoría improvisadas. No saben de lo que hablan, gritan incoherencias con voces estridentes y desafinadas, profieren groseras expresiones de asombro sin ningún filtro, pero eso sí, acompañadas de imágenes llamativas y, a veces, espectaculares.
La labor informativa actual está en una montaña rusa, y no siempre es de las divertidas, a veces son de terror.
Buscar información en internet es como entrar a un restaurante queriendo un buen churrasco, ser tentado por un pollo a la brasa o un ceviche, y al final, recibir tan solo un puñado de canchita. Así se siente uno.
Los elementos distractores abundan y nos desvían fácilmente del rumbo que teníamos planeado, y al final, pocas veces terminamos satisfechos.
Y aún en la prensa formal, muchos periodistas han perdido el rumbo, aunque no toda la culpa es suya.
¿ Por qué hay mala información?
La sobreabundancia y la baja calidad es el Común Denominador de la información que encontramos en internet.
Claro que también hay buena información, pero hay que saber buscarla, pues incluso Google parece estar aliado con la mediocridad. Los algoritmos que utiliza para presentarnos la información, se basan en la cantidad de visitas y likes, y la mayor parte de internautas prefieren lo entretenido, lo superfluo y lo sensacional antes que lo sustancioso, y profundo, entonces lo bueno no siempre está en los primeros lugares de las búsquedas.
El «informador» que no lee
Estoy hablando de los periodistas improvisados, esos que hay ahora a montones, qué se sienten periodistas y quieren ganarse la vida haciendo uso de su celular.
Por respeto a la labor periodística seria, me referiré a ellos cómo «informadores», pero sin ninguna intención peyorativa.
Lo mínimo que debe hacer un «informador» antes de emitir información, como hace un buen periodista, es informarse bien, leer sobre el tema, tomar notas, verificar la veracidad de los hechos y contrastar fuentes confiables. Debe asegurarse de que los datos sean precisos y comprender el contexto, evitando difundir rumores o información sin fundamento que pueda confundir al público. Obviamente, se debe respetar las fuentes, no copiarlas y replicarlas impune y deslealmente.
Un «informador» que no se informa es como un cocinero que no prueba su platillo ni consulta una receta. Hoy, muchos «informadores» que apenas leen posts y muchas veces ni siquiera eso, tan solo se quedan con los titulares.
Para esos «informadores», leer libros es una actividad desconocida, casi exótica.
¿Resultado? Noticias superficiales que dejan con más dudas que respuestas.
Los «informadores», a diferencia de los periodistas son expertos en improvisar de cualquier manera, sin importar los resultados.
Los periodistas verdaderos, sobre todo los de antes, dominaban el arte del debate y la palabra.
Hoy, los «informadores» parecen más interesados en ganar peleas que en dialogar.
Es como en esas reuniones de amigos donde todos gritan y nadie escucha. Así son muchos programas de noticias: mucho ruido, pocas ideas.
En parte, la falta de calidad y la ausencia de niveles de excelencia, es consecuencia de la modernidad.
Antes, publicar una noticia era como preparar un sofisticado plato de fondo. Llevaba tiempo, cuidado, atención al aprovisionamiento y no cualquiera podía hacerlo. Hoy en día, es más como preparar un sándwich, rápido, fácil, y todo el mundo cree que puede hacerlo.
En los viejos tiempos (que no son tan viejos), tener un periódico, una radio o un canal de TV era como tener un yate: carísimo y solo para unos pocos. Claro, después se abarató y la calidad decayó. Hoy, cualquiera puede tenerlos y la calidad está por los suelos en la mayor parte de los casos.
Antes, cada noticia se cocinaba a fuego lento. Se analizaba, se procesaba, se corregía. Era como un buen vino: se dejaba reposar antes de servirse.
Pero hoy, cualquier hijo de vecino «suelta» lo primero que graba o se le ocurre, en su propio «medio». Cualquiera puede ser un «informador», y sin gastar más que en una cerveza.
¿El resultado? Un torrente de información donde lo importante no es llegar bien, sino llegar primero.
Es como si en una carrera, en lugar de premiar al que corre mejor, se premiara al que sale disparado aunque se caiga a mitad de camino. La noticia sale como sale, a la primera y sin filtro. ¿Errores? Bueno, ya los corregiremos después (o no).
Esta prisa por publicar tiene consecuencias. Es como si tu médico te diera un diagnóstico sin hacerte pruebas, solo por ser el primero en decirte algo que te asuste y por lo que pueda cobrar más. Peligroso, ¿no?
Los «informadores» están tan desesperados por los clics y los likes que venderían a su abuelita por un titular viral.
Es como si un médico recetara caramelos en lugar de medicinas solo porque es lo que la gente quiere. El periodismo no debería ser un concurso de popularidad, sino un servicio a la verdad.
Pero no todo es malo, ojo.
Que cualquiera pueda informar ha dado voz a historias que antes se quedaban en la sombra.
La ética
Hubo un tiempo en que la ética periodística era obligatoria para los periodistas, como el cinturón de seguridad. Hoy, es mas bien como los pañuelos, pocos los usan y están olvidados, al fondo del cajón.
Mentir, exagerar, inventar… todo vale si vende. Ya no hablemos de comprobar, verificar, contrastar.
Pero ojo, no todos son así. Hay todavía y felizmente, buenos periodistas y también buenos «informadores» que luchan por hacer las cosas bien. Aplaudámoslos por estar nadando contra corriente, lo que no es nada fácil.
Si tú mi querido lector eres de los que se han percatado de esta realidad, entonces puedes hacer algo para cambiarla.
¡Exige y consume mejor información!
Apoya a los medios que hacen las cosas bien, comenta y haz saber tu opinión.
Los likes y comentarios son las monedas de ahora, en vez de las que antes usabas para pagar tu periódico en el kiosco.
Los tiempos han cambiado y es necesario salir de la cómoda y segura sombra.
No debemos conformarnos con las migas informativas que a veces nos quieren dar.
El buen periodismo, la buena información, debe ser como una lampara en una cueva oscura, que nos ayude a ver lo que está oculto, a entender lo complicado, a no tropezar con las mismas piedras, a encontrar el mejor camino.
Así que antes de ver algo, sea en texto audio o video pregúntate: ¿Esto me está haciendo más listo, más culto, me está haciendo mejor persona o solo me está entreteniendo? ¿Me está ayudando a entender el mundo o solo me está distrayendo?
Debemos tener presente que un pueblo informado es un pueblo poderoso.
Esa es la gran diferencia con los países avanzados.
Nosotros tenemos más recursos pero estamos relegados, ellos en cambio, tienen a la cultura como su mayor recurso, y están mejor en la mayor parte de los casos..
Basta mirar en los parques, en los buses en los aviones ¿Qué hacen los extranjeros? y ¿Qué hacen nuestros connacionales? Siempre verás a muchos de los primeros leyendo y muy rara vez verás a un compatriota haciéndolo. Esa, amigos míos, es la diferencia. No perdamos tiempo busquemos información de calidad, leamos.
¿Difícil? Quizás. ¿Imposible? Para nada.
Al final, querido lector, el futuro de la información está en tus manos. Cada clic, cada compartir, cada suscripción es un voto para que la información vuelva a ser ese plato gourmet que nos nutra, y no esa comida rápida que solo nos llena.