IRMA GUERRA SÁNCHEZ: MADRE ABANQUINA 2025

En un acto que desbordó emoción y memoria, el Club Provincial Abancay con sede en la ciudad de Lima, rindió homenaje a una de sus hijas adoptivas más queridas: Irma Guerra Sánchez, proclamada con justicia y ternura como Madre Abanquina 2025.

No fue un título entregado a la ligera, sino el reconocimiento profundo a una existencia tejida con vocación, entrega y amor a esta tierra de cielos limpios y corazones generosos.

Irma no nació entre los abanquinos, pero fue el viento andino el que pulió su temple y suavizó su alma. Llegó seducida por los encantos naturales de este valle eterno —la majestad del Pisonay, el rumor del río Mariño, el aroma de los chicharrones recién hechos y las tonadas carnavaleras que parecen brotar del alma misma del pueblo— y decidió quedarse, floreciendo como una verdadera abanquina.

Fue el amor de Alfredo, su compañero de vida, quien la enraizó definitivamente en el corazón de la ciudad. Juntos fundaron no solo una familia ejemplar, sino también la entrañable papelería e imprenta IRAL, acrónimo de sus nombres, símbolo tangible de su unión y legado cultural.

Muchos abanquinos aún recuerdan con nostalgia las publicaciones de la bien surtida librería del parque Ocampo, donde se leía con orgullo: «Eterno valle primaveral». Maestra de vocación antes que, de profesión, Irma perteneció a la primera promoción de la Escuela Normal Mixta de Abancay y continuó su formación en la Universidad La Cantuta.

Su andar comenzó en Calcauso, la cuna del Lunajero, donde alfabetizó, enseñó y sembró autoestima en mujeres que el tiempo había olvidado. Su misión fue siempre silenciosa, pero profundamente transformadora, impulsando programas educativos enraizados en valores cristianos y con una convicción férrea: educar no es solo enseñar letras, sino sembrar dignidad. Madre de cuatro hijos tan abanquinos como el pan del horno de barro —Enrique, Jorge, Norky y Carlos—, y abuela de cinco nietos que llevan a Abancay en la sangre y en la nostalgia, doña Irma es reconocida no solo por sus méritos, sino por el alma que dejó en cada acto, en cada aula, en cada abrazo.

Este 2025, Abancay le dice gracias, con la voz de sus estudiantes, con el eco de sus amigas, con la tinta de los libros que ayudó a imprimir y con la música de los carnavales que siempre la vieron sonreír. Porque una madre así no nace todos los días. Porque, como reza la canción de la tierra, «quien ama Abancay, lo lleva consigo para siempre». Irma lo lleva —y nosotros la llevamos— como una joya antigua, como una promesa cumplida.

Entonces, no solo se celebra a una madre. Celebramos a una mujer representante de ls damas abanquinas, que supo amar con dulzura, enseñar con firmeza y vivir con una pasión que hizo de Abancay su patria del alma.

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