LA BASURA, ¿UN PROBLEMA SIN SOLUCIÓN…?

por Óscar Loayza Azurín
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No hay espacio por el que nos desplazamos de manera cotidiana por la ciudad que esté libre de montículos de basura y restos de materiales de construcción botados en la vía pública por largos períodos de tiempo; adquiriendo el problema dimensiones de espanto ante la pasividad e indiferencia de vecinos y autoridades, cuyas responsabilidades están expresamente señaladas no solo en normas escritas sino también se hallan en la esfera de los valores que gobiernan nuestras vidas, las que, empero, lamentablemente, en la práctica son letra muerta.
Una ciudad es pestilente, desordenada y sucia no únicamente porque el gobierno local no diseña una política institucional que distribuya adecuadamente la presencia de su personal de limpieza plenamente capacitado para cumplir eficientemente con su trabajo, estableciendo simultáneamente la clasificación y el tratamiento de la basura no en simples botadores improvisados al aire libre, sino en rellenos sanitarios manejados con criterio técnico que no contaminen el medio ambiente y que inclusive puedan constituirse en fuente generadora de energía, como ya viene ocurriendo en algunas ciudades del país, también lo es porque no lleva a cabo una intensa y permanente campaña de información y sensibilización para que sus habitantes aporten su dosis personal de cooperación ciudadana, por ejemplo, sacando sus desechos en horas apropiadas y en bolsas que le dén seguridad para evitar que los canes callejeros las destrocen buscando algo de comida y sean luego esparcidos por el viento o que esos vecinos practiquen el sano hábito de cuidar y limpiar el frontis de su propiedad.
Claro que la contribución ciudadana para mantener nuestra ciudad limpia y saludable tiene que ser estimulada y promovida por el Municipio a través de charlas y reuniones vecinales preventivas, incluyendo premios a quienes son protagonistas de ese positivo actuar e imponiendo sanciones severas a los infractores. Las dos caras de la misma moneda.

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