LA CHISPA ES ABANQUINA

Ya no es la gracia televisiva de Nemesio Chupaca que arrancó carcajadas. Aunque, la verdad, a muchos abanquinos no les gustaba el testimonio de Tulio Loza del “pueblo chiquitito”, ese de una sola farmacia y un solo cine, donde -en el testimonio del famoso cholo- llegaban las películas tan cortadas que cuando pasaron “La Pasión de Cristo”, Jesús no aparecía para nada.

Pero, la chispa abanquina está más bien en la improvisación del momento, en la reacción espontánea y en la gracia natural en cualquier lugar y en cualquier ocasión.

La generación posterior a Tulio, no contaría sobre la película cortada, y más bien gritaría “turco ratero” en el cine Nilo, en alusión al apellido del dueño, cuando una película era interrumpida.

La chispa abanquina aparece de repente: “No amarres bola, oye obispo”, era el gracioso reclamo en el fulbito al amigo calvo. O la disculpa del chuño Batallanos diciendo: “es que la pelota se ha agachado”, cuando le pasó debajo de su pie sin poder detenerla. Es la gracia del tío panetón Pereyra subiendo al escenario a bailar de manera espectacular uniformado de policía en el recital de Flor Pucarina, a pesar de los días de castigo posteriores.

Tal vez, por eso y por la esencia natural del abanquino, es que podíamos ver al carreta Hugo Salas liderando la barra del Grau en el estadio El Olivo agitando con el brazo su saco desde la tribuna, de donde podía salir el grito “mátenlo al muerto”, dirigido al apelativo del árbitro que tenía ese día fallos controvertidos.

Los reencuentros de los ex alumnos del Grau en octubre, no son ajenos a las improvisaciones que terminan siempre en carcajadas y más aún si escuchas las anécdotas del chino Arbieto que siempre están cargadas de un humor elegante.

En cada regreso a Abancay, siempre había un día para departir con mis primos Rolo y Chano Barrientos, de estilos distintos pero con gran cuota de humor. Rolo es contador de chistes elegantes. Chano es una mezcla de picardía criolla e improvisación, tanto que me tocó ser testigo de la petición de los amigos para escucharle en alguna canción adaptada a la broma o en alguna anécdota que en su estilo siempre provoca carcajadas prolongadas.

Recuerdo un viaje a Abancay hace algunos años. Salíamos de una celebración en casa de amigos con mi primo Chano y entramos a una pollería. Había mucha gente que para mí ya eran desconocidas. Chano me decía que Abancay se había llenado de puneños y justo uno de ellos, que estaba acompañado de una chica en una de las mesas le jaló del brazo a mi primo para decirle: “Oye abanquino, cuéntame un chiste”. Después supe que era una de esas personas que llegan a otra ciudad con aires de superioridad. La respuesta del gracioso Chano tiene todo el tinte de la chispa y la picardía abanquina: “Ya no cuento chistes hermano, ahora me estoy dedicando a la filosofía, por ejemplo estaba pensando si cada uno de nosotros fuéramos platos de comida, qué platos seríamos…”, el robusto puneño escuchaba con atención y le hacía señas a su acompañante como advirtiendo que algún chiste venía. Chano continuó: “…evidentemente yo sería cordon bleu”. “Y yo?” le preguntó el forastero. “Probablemente serías caigua rellena”, le dijo provocando la risa de la chica que la acompañaba, quien además también preguntó por qué plato sería ella. Y en ese reto que representa tener la reacción rápida del humorista natural le dijo: “Tú serías tallarín con ocopa, porque estás al lado de un opa”.

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