LA COSMOVISIÓN ANDINA EN LOS MITOS Y LEYENDAS DE APURIMAC

por Luis Echegaray Vivanco
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Comprendiendo el mito

Todas las sociedades en su desarrollo se han sostenido en numerosas constantes que son variables comunes a lo largo y ancho del mundo entero. Por ejemplo; el lenguaje y la religión. Ambas condiciones les dieron a las primeras civilizaciones un tipo de explicación de su realidad y esta realidad estuvo teñida de una narrativa mágico-animista.

La comprensión de las peculiaridades culturales de las sociedades peruanas de raigambre español, con fuer- te raíz andina, nos permiten identificar a las variables religiosidad y totemismo, como partes integrantes del mundo mágico-animista, del peruano, en general y del apurimeño en particular. La cosmovisión del mundo andino se muestra a través de la religiosidad en el mundo mestizo, andino-es- pañol, se expresa a través de ritos, íconos, costumbres que se traducen en comportamientos. Este actuar es variopinto, complejo y comprensible sólo en la comunidad cerrada, a menos que los fenómenos religiosos ligados al animismo-católico se extiendan más allá de la sociedad cultural de origen.

Este comportamiento se caracteriza por que su construcción se ha realizado en largo tiempo. Por ejemplo, el mito del Nakaj, ha salido de su centro original, para dispersarse en otras regiones. La muerte, antagonía de la vida es una invariante en el plano real-objetivo, el espiritual esotérico. Aquí lo real y lo imaginario se coluden trascendiendo el tiempo, ofreciendo una significación de los hechos.

El “animismo” es el primer hito reconocible del proceso de crear una religión. Esta cosmovisión del mundo nos da a la naturaleza, a las cosas, a los animales una vida invisible interior y propia. El pensamiento mágico, es imaginación pura, contrario al pensamiento racional. En la imaginación están; los deseos, las emociones, el animismo asignado a los elementos de la naturaleza. El pensamiento mágico tiene su fuente en el mundo onírico, las ideas que los elementos animistas pueblan la mente de las personas. Es un ejercicio psicológico subjetivo del sujeto y que se comparte en su colectivo más próximo. La concepción mágico animista de la realidad es el sostén de la cosmovisión andina.

 En este escenario, la cosmovisión es la realidad y la imaginación (animismo y magia) que se fusionan para darle sentido y significación a los hechos. De esta manera se empieza a mirar el mundo.

La diversidad de la naturaleza peruana en el ande, la costa desértica y la jungla exuberante de la selva, crean símbolos, iconos y se le atribuye poder espiritual al agua, los cerros, el sol, la luna, la lluvia, el viento, el frio, el cóndor, la llama y cientos más de elementos que van a configurar las creencias y los mitos, como parte de su manera de vivir el mundo. La cosmovisión recoge este simbolismo, a la par de la identidad, junto con la territorialidad; el amor a la tierra.

El espacio cosmogónico

En los Andes, el tiempo y el espacio se consideraron sagrados y toda la geografía, como los nevados, vol- canes, montañas, cerros, ríos y lagos, etc. fueron divinizados por el poblador andino-inca, eran objetos de culto y motivo de celebración de fiestas y rituales.

El espacio, donde se asientan elementos naturales adquiere una centralidad sagrada, capaz de expresar más allá de lo real y se torna una categoría funda- mental para lo fortalecimiento de las experiencias religiosas colectivas o individuales. (Tuan, 1980). Esto da lugar a múltiples y variadas hierofanías.

El cristianismo llegó a América como parte del proceso de conquista e instauración del virreinato peruano. La evangelización, como llama la curia hispana, deviene en un proceso difícil hasta que encuentra su forma natural, al fusionarse con las creencias incas en sus deidades nativas. El status religioso de los pueblos andinos de gran raigambre indígena, se ha construido sobre la base de interacción teológica entre los elementos originales del culto a los dioses incas y los dioses cristianos. En la leyenda de la aparición de la laguna de Pacucha en Apurímac, se dice que un anciano, que no es otro que, el Dios de los cristianos, es rechazo a entrar en el pueblo a una fiesta de matrimonio y caminando llega a una humilde choza, donde una mujer lo atiende y le ofrece comida y le anuncia que salga de allí. Ella no hace caso y ve como las aguas inundan el pueblo, convirtiéndolo en una laguna. Las aguas, elemento natural y el Dios se fusionan para explicar un hecho real. La existencia de la laguna.

En el caso de capitán Rumi (Curahuasi, Apurímac) es una piedra que quedó inmóvil en un lugar de su ro- dada, mandada por un Inca, pero quedó inmóvil por la luz de la madrugada, sin llegar al río. Este espacio, con piedra incluida, cobra valor religioso para los lugareños. Aquí se conjugan los dioses, los humanos y los elementos de la naturaleza en una dinámica siempre presente. La antagonía del día y la noche, el río como destino final y la voz del inca que hay que acatar, sin embargo, limitada por las leyes de la naturaleza.

Otro ejemplo de esta dinámica ineluctable, es la venganza de las huakas, en especial de la Huaka Picti, que envía el muro (muerte) Onccoy a toda la población de Huaquirka y Sabaino en Apurímac, como castigo por seguir ritos cristianos y demanda la vuel- ta inmediata a las prácticas religiosas incas. (Echegaray, 2018).

En el caso de los Apus estos se manifiestan “hablando”. En la leyenda del Huankarquychi, los Apus disponen que las lagunas y puquios, cercanas al pico Salkantay en Apurímac, deben cobrar vida animal y surge de ella un gato blanco que se torna en maldito. La relación que se establece entre estas entidades supra-naturales en la concepción andina, siempre hacen referencia a la dicotomía entre el bien y el mal.

Como se ha estudiado (Avelar A. 2009) en la relación religiosa de reciprocidad entre el Dios y el creyente, en el catolicismo es la “gracia” entendida como una iniciativa unilateral sin contribución, mientras que en la cosmovisión religiosa andina el concepto es de “equilibrio” y “ética”.

Por ejemplo, esto se ve en muchos relatos de castigo divino, hecho por los Apus o los dioses cristianos. Sin embargo, siempre están presentes elementos de la naturaleza, reales o imaginarios. La lluvia de fuego, es parte de la narrativa, en el relato Los gentiles se dice: “…una lluvia de fuego, que destruiría sus poblaciones. Es así, que los lugareños, procedieron a realizar excavaciones al pie de los cerros y luego de producida la lluvia saldrían… Varios de estos desafortunados sujetos quedaron enterrados, estos seres fueron denominados como; los Gentiles”. Al parecer estos personajes se comportaron mal y sabían que la lluvia de fuego acabaría con ellos. Los curas decían que cometieron pecado y escapaban de la lluvia de fuego debido a que Dios los iba a castigar. Los gentiles no querían morir, es por ello que decidieron vivir en las profundidades de los cerros”. Castigo, justicia, pesar son las invariantes de este relato. La naturaleza es el elemento punitivo, que pone fin y arreglo a los desvaríos de la conducta humana.

Los Apus para el imaginario colectivo inca eran los dioses que cobijan los cerros, las comunidades andinas mantienen esa creencia, en una teofonía ancestral, sobre todo en el entorno de las comunidades andinas en la serranía peruana, en particular en el sur. Estos apus son una hierofanía de una religiosidad que conceptúa a la montaña, como un espacio sagrado limitado por hitos. (Huakas) Los mitos sobre los Apus, contados y pasados de generación en generación; sobre dioses montaña en una teofonía singular, siguen connotando, modelos o patrones que guían y orientan la vida de las personas que moran alrededor de los Apus. y crean una dinámica propia de los espacios natural y social en los Andes En el panteón quechua actual, los Apus (dioses) junto con la Pachamama (madre tierra) son intermediarios andinos que han sobrevivido a la evangelización cristiana. (Sánchez, 2006)

Mitos de la creación

El origen de los Apus, se pierde en la noche de los tiempos, son la teofonía máxima, sin embargo, se conoce que forman parte de los grandes ciclos cosmogónicos, de la génesis, la creación y el final del universo. Explican el sentido del mundo y la existencia humana, así como el orden general de las sociedades andinas. El hatunkaru willakuy es el mito fundacional, que pone a Wiracocha dios y los hijos del sol y la madre luna, como enviados de este dios, para gestar y crear el mundo quechua. El mundo inca era concebido en dos niveles: el horizontal y el vertical. En el plano horizontal, los incas veían el mundo de manera dual: hanan y hurin (arriba y abajo). Se entiende que hay una correspondencia estrecha entre arriba y abajo. En este hallamos coincidencia con los principios herméticos del Kybalion, de la mitología egipcia y que dice: “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba” Igualmente en la cosmogonía oriental el Ying y el Yang.

Estas dos mitades eran divididas, a su vez, en otras dos, dando origen a la cuatri-partición. Esta división era entendida como complementariedad, oposición y reciprocidad. Mientras que, a nivel vertical, el espacio estaba dividido en tres planos: Hanan Pacha (mundo de arriba, celestial o supraterrenal): este es el mundo superior donde habitaban los dioses como Wiracocha, Inti, Mama Quilla. Kay Pacha es el mundo del presente y de aquí y ahora. Es el mundo terrenal, donde habitan los seres humanos y pasan sus vidas. Habitan algunos dioses como los Apus. La Pachamama, señora de la tierra, Mama Sara, señora de los frutos y plantas; Pariacaca, señor de las aguas. El Hurin Pacha es el mundo de abajo o mundo de los muer- tos. Es el otro mundo el de estadía. Habita el Supay o dueño de este mundo; Mama Cocha, señora de las tempestades y la vida marina; y Pachacamac, señor de los temblores y los maremotos.

La permanencia y continuidad de estos mitos en las sociedades andinas son parte de su cultura y que justifica la validez de su cosmovisión y su funcionalidad. Les proveen la visión e imagen global de su universo, constituyéndose en un sustento importante para su actuar. El mito tiene relación con la ideología creada que sustenta su concepción del mundo.

Por ejemplo, en la leyenda K´itak A tok (*) se dice que: “Un día el Supremo espíritu creador y dios máximo de los Apus, les pregunto a los Niaupa machu, si les gustaría que él les cediera parte de su gran poder; estos con suma arrogancia le contestaron que ellos tenían su propio poder y no necesitaban ningún otro. Irritado por esta respuesta creo al Sol y le ordenó que brillara con fuerza en el mundo del “Hanan pacha”.

Los Apus, deidades máximas

Aquí observamos como seres terrestres osan retar a la divinidad del Apu y éste en respuesta hace una creación. Su creación es un sol intenso sol que los seca, hasta dejarlos en la inanición, sin embargo, el Apu les entrega una nueva oportunidad de vida.

Otra alegoría hace referencia al Apu Coropuna, es el dios de la montaña, que cobija a las almas que han muerto en las inmediaciones del nevado. Las gentes de los bajíos del Sara Sara, el Salkantay, el Coropuna y el Mallmanya. El viaje de las almas es ancestral y mítico. Durante varios días, su vuelo etéreo los lleva hasta alcanzar la cima del nevado.

Todas las almas van a Coropuna, excepto las impías que cometieron pecado o un grave delito, están condena- das a merodear y padecer por los parajes deshabitados, los entresijos y cañadas de los cerros tratando de asustar a la gente. En esta leyenda está impresa el carácter ineludible de la existencia del alma, creencia previa a la llegada de los españoles. Las almas del Coropuna, como en la mitología griega, donde las almas buenas entran al campo de los elíseos y las almas malas a los tres ríos del infausto. Las almas andinas tienen un lugar de acuerdo al comportamiento en vida de las personas, Las almas permanecen en el mundo en el Kay Pacha, durante tres años. En este tiempo ellas deben ser muy bien atendidas. Después de tres años las almas son despedidas de este mundo, con destino al Hanan pacha, el Uku pacha está reservado para las almas no natas.

En la leyenda del Apu Mallmanya. Este cerro ubicado en Mamara se caracteriza por la cercanía las minas de oro y plata que en esos lugares de explota. Se cuenta que, ante la abundancia de los metales, el Apu Mallman- lla, pidió como sacrificio que se moldeara el toro de oro y plata y se tirara a la laguna. Los hombres hicieron lo que les pedía y hundieron el monolito en medio de la laguna. A partir de esa fecha, todos buscan en tesoro en las profundidades de la laguna, invocando al Apu protector –con canticos y alabanzas- les de la gracia de encontrar el tesoro.

Se sabe que los incas poseían cantares especiales en los que cada ayllu o panaka narraba los sucesos de su pa- sado en eventos ceremoniales, alabando los hechos atribuidos a sus antepasados deificados. (Sánchez, 2006)

La práctica de la reverencia a la naturaleza, entre la que destaca la Pachamama refleja un tributo religioso a la tierra como madre, como creadora de las personas, como un ser, una entidad con la que nos une el amor a la naturaleza y a la cual debemos cuidado y agradecimiento.

Los antepasados incas entendían que el bienestar de las personas dependía del trato respetuoso con el medio ambiente y con los demás seres que comparten con los humanos el mundo. En cientos de años de con- vivir con la naturaleza encontraron que el medio debe respetarse, porque los elementos naturales son los proveedores y mantenedores de la vida, sobre el espacio de tierra donde habitan.

Los astros, las piedras, las montañas, los lagos, los ríos, el viento, la lluvia para la cosmovisión andina, son entidades conscientes, tienen disposiciones y formas de ser. Tienen la capacidad de individuarse como si fueran personas. Se comunican, toman decisiones sobre los humanos, y sobre toda la naturaleza que conforma el universo entero, desde la cosmogonía original de la creación de la raza humana por Wiracocha.

Una muestra de lo importante que es en la cosmovisión andina los elementos naturales nos ofrece este- canto andino.

Intillay, quillallay. (Mi sol, mi luna.)

Intillay, quillallay Maypiñayaj canqui, (Mi sol, mi luna dónde ya)

Chaypi canayquicamam (mientras estés ahí) Tutayaypi cani. (estoy a oscuras,)

Intillay,quillall y Chaypinataj canqui, (Mi sol, mi luna en qué lugar estás)

Chaypi canayquicamam Llaquillapi cani. (mientras estés ahí vivo entristecido).

Intillay, quillallay Suyachkayki punim, (Mi sol, mi luna te estoy esperando)

Maytam llojsemurjanqui (a donde salgas) Chaychallantam risaj. (allí he de ir) (Meneses 1974)

En esta canción alusiva al sol y la luna, vemos como el hombre andino vive la dualidad de la luz y la oscu- ridad representados por el sol y la luna. Hay una evi- dente querencia y solidaridad con los astros; quieren compartir sus lamentos y sus alegrías. Nos remite al padre sol y a la madre luna, permanente en el diario vivir, dios en un universo y que es parte suya.

La Pachamama 

Una de las ceremonias andinas de agradecimiento, más importantes del Perú, es el homenaje que los pobla- dores le rinden a la madre tierra en agradecimiento por las buenas cosechas del año.

La fecha central es el primero de agosto, ese día los campesinos no trabajan para que la tierra descanse. El ritual empieza con las ofrendas. Los pobladores cocinan diversos tubérculos, bebidas y semillas de huairuro, los cuales se colocan bajo tierra. El cocinar es una señal de respeto. Luego de una comida comunitaria, se cava un hoyo y se da de comer y beber a la Pachamama. Se depositan hojas de coca, aguar- diente o chicha, cigarros. Finalmente se tapa el pozo con tierra.

Los campesinos usan sus prendas de fiesta, muy co- loridas. Los encargados de colocar las ofrendas llevan cordones atados al cuello, tobilleras y muñequeras doradas.

Pagapus, Apachetas y Llamichus.

El Pago a la tierra, conocido también como “pagapu” es un acto ritual propiciatorio, puede ser llevado a cabo, en forma asociada o en forma independiente de cualquier otro acto social o religioso. Los hay relacionados con la actividad agropecuaria y la construcción de viviendas o los, referidos a la fecundidad y reproducción de Ios animales, o para evitar la sequía. Terminada la ceremonia, los asistentes disfrutan de los cánticos andinos de los pobladores y de las dan- zas típicas de la región. Asimismo, se realiza un true- que gastronómico con el objetivo de que todos prueben los potajes que se prepararon.

El agradecimiento más visible se observa en las Apachetas. Son cúmulos de piedra, donde cada caminante aumenta una roca a la pirámide que se va construyendo con el paso de los viajantes. En el mundo andino, la adoración y el respeto se prodiga a las Apachetas. Significa o indica una palabra mágica con la que se manda una reverencia a la Apu o una conjura al demonio o espíritu que reside en ellos. En las recónditas montañas del Apurímac, las apachetas se levantan como muestra de quienes marchan con sus pasos los caminos de los apus. Esta fórmula mágica, deriva directamente de la cosmovisión del ande, que son el respeto o temor y veneración que se guarda a los cerros, es el resultado inmediato del tabú que impone la prohibición de tocar la tierra extranjera. Así, el caminante al pasar el abra o paso (ccasa) de un cerro elevado, pronuncia la palabra mágica de “apachaytacc” que significa… “envíala tú también mi ofrenda”.

Las apachetas, son en resumen las piedras grandes erráticas, o acervo de ellas, dispuestas en cumbres, encrucijadas o abras, ante las cuales el poblador depositaba sus ofrendas, a quienes reverenciaba. Suponen la creencia en un poder oculto inherente al objeto o ubicado en determinado lugar, al cual se rinde tributo, ya sea para tenerlo propicio o también para librarse de algún mal.

Otra muestra de cómo se agradece a la naturaleza, se observa –hasta el día de hoy- en el comercio de los Llamichus. Los “Llamichus” celebran una gran fiesta ancestral que data desde tiempos, en el que los incas, tuvieron presencia significativa en las regiones altas de Apurímac. La fiesta se llama Llanky Raymi, que es una reunión de todos los criadores de llamas, en un lugar llamado chuñuq, esta fiesta se realizaba con ocasión del solsticio del mes de diciembre, fecha permanente en el que la llama procrea. Es exclusiva para agradecer la posibilidad de haber comerciado sus productos.

La cosmovisión andina que ofrece una visión propia de la realidad, donde se entrelazan las creencias, los mitos y leyendas. Aquí se observa que las gracias a la naturaleza es un comportamiento que se mantiene de los ancestros incas y pre-incas. Se ha establecido en el tiempo, como una tradición entre los comuneros y su entorno natural. Esto sirve de base sólida para re- afirmar una raíz, una identidad, a partir del cual se observa el mundo con respeto. Ese respeto conlleva implícitamente el agradecimiento. A partir de allí se establecen patrones de comportamiento.

Mama Cocha 

El agua es también un elemento mítico cuyas divinidades que moran en las aguas, dan origen a los hombres. Para ilustrar este poder divino del agua nos referimos al origen de los Chancas. Salieron de las la- gunas Urco- cocha y Choclococha. Eran la pacarina de donde habían aparecido sus primeros padres. Cuando dos guerreros se enfrentaron bajo la montaña Vilca, el jefe vencido, huyó llevando consigo sus cargas de maíz. Echaron sus fardos a una laguna llamada Acha. En el verano siguiente, se secó la laguna y las semillas brotaron produciendo hermosos choclos. Desde entonces el lago tomo el nombre de Choclococha. En esta leyenda surgen del agua los primeros hombres que desarrollarían la nación Chanca, pero antes del agua de la laguna, broto el maíz. El agua provee no sólo al hombre sino también el alimento. Igualmente, la leyenda de Manco Capac y Mama Ocllo. El dios Inti (Sol), hizo salir del Lago Titicaca a sus hijos, la pareja fundadora, en una cosmogonía similar a los de muchas culturas. Los taínos del Caribe, tienen a Atabey era el principio femenino del mundo y madre de Yúcahu, su deidad principal, a quien concibió sin necesidad de un hombre. La diosa madre era personificada como una rana. Yemayá la diosa afro, representa la fertilidad, la purificación, la maternidad, el origen de la vida, sintetizada en el agua salada de los mares. El agua dulce, los ríos, las lagunas está representado en la religión Yoruba por Ochún. Todas las culturas occidentales y americanas, han tenido a las guas como deidades hierofánicas.

En quechua Mamacocha, significa madre de las Agua. Se trata de la deidad inca de todas las aguas. Representa el mar, la marea, así como los lagos, ríos y fuentes. Sus hijos eran los manantiales. Se le rendía culto para calmar las aguas bravas y de dicha forma conseguir una mejor pesca. Esposa del dios supremo Viracocha, Mama Cocha también era la deidad que representaba todo lo que era femenino y, del mismo modo, daba equilibrio al mundo. Manco Capac y Mama Occllo reciben del dios Wira- cocha el encargo, la tarea de crear una civilización. Como señal les dio un Cetro de Oro y les ordenó que se establezcan en aquel lugar donde el Cetro se hun- diera fácilmente. Las lagunas están plenas de leyendas, donde los elementos naturales, establecen una dinámica verbal con animales y personas.

En la leyenda del Tuytunki, observamos con claridad como el destino humano está ligado a los eventos fortuitos de la naturaleza. “Así te salvarás de ser devorado por las aguas.” Agradece el maqta, pero cuando en pleno cruce del lago un gran remolino lo envuelve, en su afán de nadar hacia la orilla olvida escribir el nombre de la amada con la pluma del cóndor. Arrastrado por las aguas, llega el joven al fondo de la laguna y encuentra una aldea sumergida. Para su sorpresa, el jefe de esta aldea es el padre de su ama- da. Se entera de que ella vive en tierra cumpliendo un castigo. El charanguista suplica al padre que le permita encontrarse con su hija. Ante la persistente negativa, decide tocar día y noche el tuytunki.

Los mitos en la génesis de la cosmovisión andina nos permiten ver como se ha formado la nación inca en base a valores como la fuerza, la valentía, la constancia y la paciencia, en el mito de los orígenes de Chalhuanca, dice la leyenda: “Pichakani” cuyo lema que tenía que ver con su nombre era: “…quiero mandar y antes de ser mandado prefiero morir”. Qapaq Yupan- qui, reconoció el valor de Pichakani y le dijo: “Hom bres como tú no deben morir, anda y conduce a esta gente a las playas del río Pachachaca”. Es así como vino a formarse el ayllu de los aimaras o Aymaraes en las orillas del Pachachaca, teniendo como lugar principal a Chalwanka. La muerte antes que el sometimiento, de los hombres valerosos, es uno de los valores incas. Igualmente, los pueblos Chancas explican sus orígenes mediante un relato mítico que expresa una realidad primordial, un momento de su historia y una relación de estrecha dependencia entre los dioses y las fuerzas sobrenaturales a los cuales el hombre está condicionado. Aquí se trata de la pelea de dos capitanes chancas: Huamán y el otro Huanca, los cuales pelearon como valerosos capitanes, y aun- que al final de la batalla salió vencido Huanca, éste quedóse en las faldas del Apu Vilca y al costado de la laguna Acha. Huanca, preso en ese lugar, vio como florecía una planta extraña, a la que llamaron; sara. Los nativos que vieron este gran hecho de Huamán, en su memoria pusieron este nombre a Huanca Vilca a este lugar.

La cosmovisión andina como explicación de diversos aspectos de la realidad, se enriquece y expande con la llegada de la cultura española a los andes. En un mito conocido donde se alude a feroces castigos, ya no proferidos por los apus, sino por los dioses cristianos se cuenta que: Un abusivo Curaca, daba la orden para empezar misa. Cierto día, no apareció en la iglesia y el cura empezó a decir misa. Enterado el Curaca, entro a la iglesia a agredir al sacerdote, haciéndole caer la hostia sagrada, produciéndose una gran tiniebla. En su desesperación de buscar la hostia a tientas, el padre ensangrentó sus manos. Cuando la situación volvió a la normalidad los habitantes se trasladaron a Llacctapata, un lugar llamado Huaccaycuna, donde erigieron otra iglesia y llevaron a todos los santos que había en Mayunmarka. El Curaca y su esposa se convirtieron en otorongos y empezaron a devorar a la gente. Cuando el otorongo macho se abalanzó contra sus víctimas, se topó con la imagen de Santo Do- mingo de Guzmán, dicen que la imagen cobró vida y con su látigo hizo retroceder al otorongo, las marcas de sus huellas quedaron grabados en la roca.

Otro mito ligado a la iglesia católica es la leyenda del Nakaj, es el personaje alquímico metalurgista, que mora errante en las cuevas andinas de las regiones mineras, siempre al acecho de los viajantes solitarios. Cuando encuentra viajeros a la vera del camino, les remanga la ropa sin despertarlos y luego les pasa suavemente, por las espaldas el K´orinaccha (peine de oro con finísimos dientes) hasta que la grasa aflo- re sin problemas. A consecuencia de esto adelgazan y mueren tosiendo. En otras oportunidades traba- ja con la huaylaca, que es una mujer danzante que atrae a los hombres para que el Nakaj, los mate en la cueva y obtenga la grasa humana. Este cebo está destinado a engrasar las campanas para hacer un so- nido más brillante.

Referencias

Ameríndio, Porto Alegre, v. 3, n. 1, p. 84-99, jan./jun. 2009. 99

Sumar D. Hugo. Ideología Andina; El “Pagapu”.Tesis Antropolo- gia Social Recuperado de 1984www.flacsoandes.edu.ec Eche- garay, Luis A. Mitos y Leyendas de Apurímac. Ed. Capaxus Vir- tual. Lima Perú 2018.

Meneses Lazón, Porfirio  y otros (compilador.), Huanta en la cultura peruana, Lima, 1974,

Tuan, Yi-fu. Toponimia: un estudio de la percepción, actitudes y valores del medio ambiente. São Paulo: Editora Difel, 1980

Sánchez Garrafa Rodolfo. Apus de los Cuatro Suyos : construc- ción del mundo en los ciclos mitológicos de las deidades montaña. Recuperado de https://cybertesis.unmsm.edu.pe/ handle/20.500.12672/2749

(*)  Egresado de la Universidad de San Marcos de Lima, donde ha ejercido la docencia. Es Psicólogo Social, con estudios en Historia peruana. Ha publicado numerosos libros, muchos con la temática de Abancay.

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