Saywite es una zona arqueológica que se encuentra ubicada en el distrito de Cuarahuasi, provincia de Abancay, a solo 45 kilómetro de la capital apurimeña, viajando por una zigzagueante carretera asfaltada de doble pista, en la ruta Abancay-Cusco, la misma que, que en varias notas que escribí la semejé a “una serpentina de carnavales extendida en medio de los cerros. El recorrido se hace en medio de coloridas montañas que forman un bello paisaje que cambia según se asciende hasta los 3500 metros sobre el nivel del mar. Desde el último mirador natural, ubicado en las alturas de Ccanabamba, si la neblina no es muy densa, se puede apreciar la ciudad de Abancay en todo su esplendor.
La palabra Saywite proviene de la deformación del vocablo Quechua “Sayay Huite” que en español significa “detente inquieto” o “Sayay Riti” que significa “detente nieve”.
En este complejo, enclavado en las entrañas de los andes, se encuentra la famosa Piedra de Saywite. Se trata de un inmenso bloque de granito de más o menos once metros de circunferencia, 4 Mts. de diámetro y 2.50 Mts. de alto, en cuya superficie se han esculpido figuras que hasta hoy no se terminan de estudiar.
El monolito adquirió gran importancia en el gobierno del Arq. Fernando Belaunde Terry quien dispuso tallar dos réplicas, una para ubicarla en el Parque de las Leyendas, en Pueblo Libre y otra en el distrito de San Isidro, en la cuadra 10 de la Av. Camino Real, entre modernos edificios, hoteles de lujo y extensas áreas verdes. Tenía que ser el presidente Belaunde, un mandatario amante del Perú profundo que se identificaba con lo nuestro, para hacer lo que hizo. En una entrevista que le hice para radio Unión, en su casa de San Isidro, cuando ya había dejado la presidencia, me habló con mucha emoción de Apurímac, recordando que en Chinchero, había nacido la frase “El pueblo lo hizo”, que ordenó colocar en las placas cada vez que inauguraba una obra porque, en su paso por Uripa, en su primer viaje para conocer más del Perú, se había quedado un buen rato para conversar con los pobladores y cuando les preguntó quién había construido las obras que estaban a la vista, le respondieron: “El pueblo lo hizo por acción popular”. Así nació el nombre de su partido y el lema que se colocaba en las placas de todas sus obras cuando salió elegido presidente.
La entrevista fue en su nueva casa de San Isidro, luego de vivir por muchos años en Inca Ripac 100 de Pueblo Libre. Coincidentemente, en esa fecha, yo estaba alojado en la casa de la familia Niño de Guzmán que quedaba a la espalda de la vivienda del exmandatario. Desde la terraza podía ver el desfile de personalidades que llegaban para platicar con el arquitecto.
Belaunde me contó que, cada vez que salía a darse una vuelta “para estirar las piernas”, costumbre que mantenía además de su predilección por la natación, no dejaba de ir a ver la réplica de la Piedra de Saywite que quedaba cerca de su vivienda sanisidrina y que “su anhelo hubiera sido poner más réplicas en otras ciudades del país para que los niños valoren la ingeniería y arquitectura que se desarrolló en la época de los incas y pueda servir de inspiración para seguir estas carreras universitarias con el propósito de hacer desarrollar el país. Belaunde fue un visionario a quien lamentablemente no se le dejó gobernar como él hubiera querido. Tenía un congreso aprista en contra muy hostil y, por otro lado, gran parte de sus mismos correligionarios se aprovecharon de su confianza para enriquecerse, mientras él dejó la presidencia más pobre que cuando entró a palacio.
En el exilio vivió austeramente dictando clases en EEUU, luego del golpe de estado encabezado por Juan Velasco Alvarado que le arrebató el poder. Cuando Francisco Morales Bermúdez convocó a elecciones, Belaunde fue elegido con el 70% de los votos ciudadanos, de esa manera el pueblo lo reivindicó. Los historiadores coinciden en afirmar que fue uno de los pocos mandatarios honestos que tuvo el país a lo largo de la historia.
La réplica del monolito que se encuentra en San Isidro, tiene las mismas figuras talladas en alto relieve que el original que se encuentra en Saywite. Gracias a una escalera que permite subir hasta la altura de la roca, se puede apreciar todas las características de la piedra, como si uno estuviera en el mismo Saywite: montañas, depresiones, quebradas, flancos verticales, lagunas, ríos, reservorios y campos de cultivo. Si se agudiza la vista también se puede descubrir felinos y deidades antropomorfas en parejas en las fuentes de agua. La réplica de San Isidro incluye también las caídas de agua que apuntan hacia los cuatro puntos cardinales, una característica relevante de la mayoría de construcciones religiosas prehispánicas.
Estudios realizados por arqueólogos de la Universidad San Antonio Abad del Cusco, entre ellos un gran amigo: Luis Barreda Murillo, “El hombre de los mil oficios” a quien me lo presentó otro gran amigo, Edmundo Montesinos, así como otros expertos de entidades nacionales e internacionales, señalan que el completo Saywite fue un santuario donde se rendía culto al agua. Aquí, según afirman, había un templo cuyo interior estaba revestido con láminas de oro.
John Hemming, en su libro Monuments of the Incas, cuenta que cuando llegaron los conquistadores el templo estaba regido por la sacerdotisa Asarpay quien, para evitar ser capturada por los españoles, se arrojó desde lo alto de una cascada de 400 metros de alto.
En la actualidad, ya no existe el templo, menos el oro con el que fue revestido. Sin embargo, en el lugar aún se pueden ver grandes bloques de piedra talladas que posiblemente fueron utilizados en escalinatas y otras partes de la construcción original.
Entre esos bloques esparcidos, destaca uno que fue bautizado como La Piedra de Saywite, una enorme formación lítica que se halló en la colina Concacha, en el que se aprecia relieves geométricos y zoomorfos (reptiles, ranas y felinos).
Los estudiosos han llegado al convencimiento que se trata de una especie de maqueta topográfica e hidráulica por la presencia de figuras de terrazas, estanques, ríos, túneles y canales de irrigación.
Arlan Keith Andrews, ingeniero y escritor estadounidense de ciencia ficción y no ficción, opina que se trata de un modelo a escala para hacer pruebas y estudiar las propiedades del agua y realizar proyectos de abastecimiento. Dice que también sirvió para instruir y capacitar a los ingenieros y técnicos.
Al parecer, la piedra se remodeló varias veces, porque hay rastros que se han añadido y quitado algunos elementos, y también se ha cambiado los cursos de agua.
De otro lado, se dice que también podría ser un modelo a escala de todo el imperio inca donde figuran todas las regiones: La selva estaría representada por la presencia de animales como monos, iguanas o jaguares, mientras que la costa por pelícanos y pulpos. Son más de doscientas figuras, accidentes geográficos y representaciones humanas talladas en un aparente desorden y aprovechando los relieves y características naturales de la piedra. Federico Kauffman Doig, sostiene que, definitivamente, está relacionado con el culto al agua por la presencia de receptáculos en los que podía empozarse la lluvia. Los felinos esculpidos serían “representaciones naturistas de Qhoa en actitud fertilizadora”.
Considerando que muchas figuras representan construcciones hechas por el hombre, canales, escalinatas y estanques, los expertos señalan que la piedra de Saywite fue una especie de plano o croquis pétreo hecho por arquitectos incas para tener el control de las obras hidráulicas.
El complejo arqueológico abarca una extensión de 2 hectáreas, dividido en cinco sectores:
-Monolitos y recintos (donde está la Piedra de Saywite).
-Escalinatas y fuentes.
-Construcciones y tallados en piedras.
-Rumiwasi (Restos de edificaciones).
-Area del Intihuatana (Una roca con orificio y tallados)
Algunos, recién escucharon hablar de esta asombrosa piedra cuando el Banco de la Reserva eligió esta joya de la cultura inca para acuñar la octava moneda de la serie numismática “Orgullo y Riqueza del Perú”.
El BCR, puso en circulación, a partir del 21 de marzo, las nuevas monedas de S/. 1,00 alusivas a la Piedra de Saywite de Apurímac. Estas monedas son de curso legal, circulan de forma simultánea con las actuales y pueden ser usadas en cualquier transacción económica. Las anteriores monedas de la serie “Orgullo y riqueza del Perú”, son acuñaciones alusivas al Tumi de Oro (Lambayeque), los Sarcófagos de Karajía (Amazonas), la Estela de Raimondi (Ancash), las Chullpas de Sillustani (Puno), el Monasterio de Santa Catalina (Arequipa), Machu Picchu (Cusco) y el Gran Pajatén (San Martín).
Las características de la moneda en honor a la piedra de Saywite son:
-Aleación : Alpaca
-Peso: 7,32g.
-Diámetro: 25,50mm.
– Canto: Estriado.
-Año de Acuñación: 2011.
-Anverso: Escudo de Armas.
-Reverso: Motivo alusivo a la Piedra de Saywite.
-Emisión: 10 millones de unidades
La reseña para sustentar la acuñación de esta moneda con la imagen de la Piedra de Saywite estuvo a cargo de Luis G. Lumbreras Salcedo, quien señaló lo siguiente:
“Este monumento se encuentra dentro de un adoratorio ubicado a pocos kilómetros al norte de la ciudad de Abancay, en los terrenos conocidos como Cuncacha o Saywite. De acuerdo con la información disponible, es de la época incaica y fue construido en el siglo XV o poco antes. Es uno de los santuarios más complejos y hermosos del Perú antiguo. En el adoratorio, la Piedra de Saywite destaca como una gran fuente labrada en piedra, con imágenes esculpidas de la tierra y sus habitantes: seres humanos y animales, entre los que se aprecian pumas, serpientes, sapos y monos. La fuente incluye terrazas agrícolas y canales de riego con tazas a modo de pozas, desde donde se desprenden flujos de agua que discurren por todo el mundo. Está en la cima de una pirámide artificial rodeada de otros finos altares labrados y muros de estilo Inca”.
Es importante también señalar que el 22 de mayo de 1918, por iniciativa del congresista Dalmiro Palomino, se declaró “Parimonio Cultural de la Nación, Categoría Paisaje, al corredor Curahuasi-Saywite, de la provincia de Abancay, Región Apurímac.
Esta declaración, debería motivar a las autoridades regionales de Apurímac y particularmente a la Municipalidad de Cuarahuasi, a cuidar con mayor celo este importante patrimonio. Evitar que se deforme la armonía del paisaje natural de esta zona, evitando las construcciones sin licencia. Del mismo modo, es necesario hacer un mantenimiento permanente de todo el Complejo y promover visitas de estudiantes y la población en general para fortalecer ese innato orgullo apurimeño que se sustenta en una sólida conciencia de identidad con lo nuestro.
Si tuviéramos gobiernos que le den más importancia a la cultura y educación, seguramente que otro sería el destino de nuestro país. Perú lo tiene todo. Solo se necesita una mayor atención del Estado para conservar nuestro valioso patrimonio nacional. Mientras Paris tuvo que construir la torre Eiffel, el Arco del Triunfo y el museo de Louvre, Estados Unidos tuvo que esperar que le regalen la Estatua de la Libertad y Brasil tuvo que erigir al Cristo del Corcovado para atraer más turistas, en nuestro país lo tenemos todo, no hay nada que construir. Solo es cuestión de poner en valor el milenario legado de nuestros antepasado y que los sucesivos gobiernos miren más para adentro y no solo para afuera. En el mismo Lima, la Capital del Perú, hay valiosos edificios e históricos balcones que se están cayendo y no se hace nada por recuperarlos. Un poquito de cultura y amor por nuestro país, le harían mucho bien para estar al mismo nivel de los países más adelantados.