LA MANADA

por Jorge Ramírez Cabrera
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Reinicio

Un viento suave y cálido mece los pastos silvestres de la gran llanura que, bajo el acerado cielo de la tarde, parece prepararse para recibir la noche. Al fondo, muy lejos, puede verse una hilera de cerros achatados por la distancia; la planicie parece infinita; delicados tonos la pintan sin concierto en una profusión apacible que invita al sosiego.

En aquella inmensidad, cerca de una pequeña aguada, yace en aparente calma la manada.

Un cambio trascendente se avecina y todos lo saben. Las hembras se arrejuntan en torno a las crías, inquietas, expectantes. Los machos golpean el suelo levantando pedazos de tierra y pasto; nerviosos, se empujan unos a otros.

            A pocos metros, dos imponentes potros tienen cruzados los cuellos cual espadas previo a un asalto de esgrima. Violentos espasmos sacuden los poderosos músculos de los contrincantes, las finas crines bailotean al viento. Uno es un viejo garañón, negro lucero, de pelaje brillante, alzada majestuosa y poderoso pecho. El otro, un joven alazán de mucho brío, fuerte, ágil e impetuoso; aspira a ser el macho dominante. La tención traspasa el plácido paisaje y afecta a la manada.

            El joven potro toma la iniciativa levantándose sobre sus patas traseras y cocea con las manos; el garañón intuye (ya ha defendido su reinado en más de una ocasión), retrocede y evita el golpe; se levanta a su vez e imita el ataque, pero el alazán es rápido, gira en un instante, ofrece la grupa y levantando las patas traseras recibe al viejo potro con dos terribles golpes en el ancho pecho. El viejo acusa el golpe, asimila el dolor y resopla; viéndolo de grupas arremete tratando de morder el cuello del retador, pero este reacciona rápido y el viejo solo muerde crines, desprende un mechón y queda burlado; lo intenta de nuevo, pero es lento; el joven alazán se agacha, gira otra vez y da la cara, pasa la cabeza bajo el pecho del viejo y la levanta mordiendo el cuello en la parte alta. Lo tiene cogido y hala, hala con fuerza tratando de derribarlo; pero el negro es pesado, se resiste, se libera. Los ataques se suceden sin tregua, los cuerpos sudan, los ollares resoplan, los belfos separados dejan ver los poderosos dientes prestos a morder. Ninguno está dispuesto a ceder y la lucha parece no tener fin.

            El viejo potro sabe que el tiempo le juega en contra, su resistencia se agota mientras que la del alazán parece no sufrir mella. Entonces decide arriesgarlo todo, pega un salto y busca el cuello con los dientes. Otra vez el joven retador reacciona con rapidez, evita el ataque y deja al garañón con la cabeza baja; sin mucha dificultad pega una dentellada furiosa en la parte baja del cuello, lo sujeta con fuerza y tira, tira hacia sí y hacia abajo. El viejo se resiste por un rato pero termina perdiendo piso, la tierra cede, sus cascos se hunden y cae. Al caer levanta la cabeza en un acto desesperado y sus ojos se encuentran con la bóveda acerada apenas iluminada por el débil sol. Mientras cae, su mirada recorre el cielo en un viaje lento y largo, como si no fuera a acabar nunca. Durante ese viaje pasan ante sus ojos los acontecimientos más importantes de su reinado, entre ellos, el nacimiento de su vencedor, lo rebelde que era desde pequeño, cuán difícil había sido mantenerlo a raya, su inteligencia y liderazgo que lo hacía sobresalir de entre los demás de su generación.

            Cae pesadamente de costado y rueda sobre sí, las rocas del accidentado suelo le lastiman los costados, el lomo, y sangra de la corona de un casco.

            El joven vencedor se encabrita y galopa a lo largo de la manada relinchando con autoridad; los potros retroceden con respeto y las yeguas resoplan más calmadas. Vuelve grupas y se acerca al viejo. Se miran, un ciclo ha terminado y otro comienza. La naturaleza, en su perfecta sabiduría, ha puesto una vez más al mejor al frente de la manda.

            El noble garañón ve en el joven alazán su glorioso pasado, y este en aquel su inexorable futuro

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2 com.

Carmen Ramirez 18/12/2023 - 7:33 pm

Hermoso, que manera elegante de describir.

Respuesta
Jorge Ramírez 19/12/2023 - 7:08 pm

Gracias, Carmencita; generoso comentario.
Un abrazo.

Respuesta

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