De no haber sido por la mujer, el vals, el huayno, el bolero y la balada no habrían tenido razón de ser.
Y es que la mujer, símbolo de la belleza, la ternura y la alegría en el mundo, es realmente inspiradora. ¿Qué haríamos sin ellas? Seguramente, canciones sobre los impuestos o el clima, y eso, francamente, no suena muy atractivo.
Y vaya, cómo inspiró una mujer a Don Armando Manzanero en aquel célebre bolero: «… Contigo aprendí que existen nuevas y mejores emociones. / Contigo aprendí a conocer un mundo nuevo de ilusiones…»
En la balada y el bolero, las temáticas principales giran en torno a las relaciones sentimentales, con el amor y el desamor como ejes fundamentales. Recordemos aquellos versos de Carlos Almarán que cantan: «…Ya no estás más a mi lado, corazón, / en el alma solo tengo soledad, / y si ya no puedo verte, / ¿Por qué Dios me hizo quererte? / Para hacerme sufrir más.«
Casi siempre, se vincula a la mujer con la crueldad, el desamparo, el abandono, la soledad, la angustia y la desesperación. ¿Será casualidad o causalidad? Como en aquel bolero de Gabriel Ruiz que dice: «Usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos.». Y no solo en el bolero, sino también en valses, como los de Los Embajadores Criollos: “…Eres como un tronco seco / que aunque lo rieguen no brota / por eso bella te ruego, / en mi ya no pienses más…” o “…Víbora, ese nombre te han puesto / Porque en el alma llevas el veneno mortal / De la calumnia y la maldad…”
Los valses, a veces hablan de una nostalgia por el pasado, otras veces exaltan a la patria y la peruanidad o añoran ciudades, barrios y costumbres, también personajes populares y la vida cotidiana. Como aquel célebre vals que evoca: «…Oh, linda Arequipa, la novia adorada, / que bella y esbelta, vestida de blanco te veo al pasar, / con tu prometido, el Misti dormido, / que invidente y mudo te estrecha en sus brazos cual su majestad…«
En el huayno es igual, como en el tema Mauka Zapato (Zapato Viejo), se usa la metáfora del zapato viejo para hablar del abandono: «Como zapato viejo me has botado, después de haberme usado.». Es tanto así, que un singular amigo mío, Gabriel «el Cayhua» Flores, bromeando sostiene la tesis de que «El huayno trae pobreza.» ¿Será así?
En los huaynos, encontramos una expresión musical con raíces profundamente andinas que refleja tanto la cosmovisión como las experiencias cotidianas de nuestros pueblos. A la temática anterior suma la migración y el desarraigo, la conexión con la tierra y el paisaje andino, temas sociales, identidad cultural y orgullo regional. Como aquellos versos que dicen: «…Adiós pueblo de Ayacucho, Perlaschallay, ya me voy, ya me estoy yendo, Perlaschallay…»
Y en la balada, abundan aún más las letras de desamor. No podemos evitar ponernos tristes si escuchamos «…Para ti fueron las rosas, que ya marchitas, dejo tu partida…» de Los Golpes, o en esa canción de Los Ángeles Negros: «…Murió la flor y en mí, tu esencia se quedó y tu risa infantil creo escuchar…«
Y aunque parezca un chiste, en verdad, si nos ponemos a evaluar, hay muchísimas más canciones de desamor que de amor. Según los entendidos, en el vals, el huayno, el bolero y la balada, el desamor predomina en aproximadamente un 60-65% de las composiciones. Los temas de abandono, traición, celos y nostalgia son muy frecuentes. El amor correspondido y feliz representa aproximadamente el 35-40% restante.
Estos géneros comparten características como narrativas emocionales intensas, el uso de un lenguaje poético y metafórico, énfasis en sentimientos profundos y melodías que refuerzan la carga emocional. ¡Qué distinto de la oferta musical actual!
Al comparar estos géneros con la música moderna, particularmente con el reggaetón (¿Será música eso?), encontramos contrastes significativos.
En los géneros tradicionales, el amor y el desamor se abordan desde una perspectiva elevada. La mujer suele ser idealizada y representada con respeto, mientras que en el reggaetón se tiende a enfocar en lo físico, con un lenguaje crudo y vulgar. Lo curioso es que hay muchas mujeres que disfrutan de este género, sin notar el papel risible que les adjudica. Es como si aplaudieran como focas al domador que las agrede, una especie de Síndrome de Estocolmo musical.
Dicen que hay reggaetoneros que tratan temas más profundos y respetuosos. No lo sé, porque ni su ritmo ni sus líneas melódicas me atraen. Me parecen como despertar los lunes por la mañana: absolutamente irritantes.
Las canciones son espejos de nuestra sociedad. Quizás la abundancia de canciones de desamor no sea solo un reflejo de nuestro dolor, sino también de nuestra valentía para enfrentarlo, nombrarlo y transformarlo en belleza.
Que nunca nos falten las melodías que eleven a la mujer más allá del deseo fugaz, que la canten en toda su complejidad y celebren su fortaleza tanto como su ternura. Porque en la manera en que la menciónanos en nuestras canciones, estamos dibujando el mundo que queremos construir.
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