LA OUIJA

por Cynthia Velarde Flores
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Reinicio

Relatos Insolentes V

La curiosidad era, y es tan normal, a la edad de la adolescencia. Más aun cuándo son chicas con los tornillos sueltos.

Teníamos que hacer la ouija, o morir en el intento.

Todo empezó un día, a la salida del colegio. Nos concentramos en mi casa…Mary, Camucha, Delila, Francy y yo.

El día era preciso, pues era el «Día de los Muertos». Para tal fin, la mente diabólica de Camuchita, era la que llevaba la batuta, comandaba la patota.

Invadimos un cuarto de mi viejito y votamos todo sus fierros, monturas y hasta desarmamos una reliquia de mesa, accion por la que, posteriormente, me hice acreedora de un par de correazos.

Todo estaba listo. Una tablilla con el abecedario, un vaso de cambray, por sí acaso el espíritu resultara huarapero. Además , un anillo de plata, robado del cofre de la Mamá Marujita y dos materiales adicionales que Madam Camucha pidió: Un frasco de vaselina y carbón molido. Aunque nos pareció raro, como ella era la experta en Ciencias Ocultas, simplemente, obedecimos.

En casa, estaba mi mamita y mi tía Marinita, que había venido de Pacobamba a visitarnos. Ante tanto jaleo de ir y venir, nos preguntaron que pasaba.

Les contamos nuestros planes y alarmadas, nos advirtieron del peligro, pero nada nos detendría.

Empezamos con la reunión a puertas cerradas y con la luz apagada. Todas sentadas en el suelo, alrededor de la mesa sin clavos, que habiamos pegado con Terokal (que pedimos prestado al vecino, el Sr. Elguera, en nombre de mi viejito).

Teníamos el alma en vilo, estábamos muy asustadas.

Madam Camucha nos pidió silencio y concentración. Nos callamos y solo se oía el latido de nuestros corazones a mil por hora.

Las indicaciones claras eran repetir lo que ella decía…empezó así:

—¡OH ESPIRITU SANTO…..! —rarísimo, nos dijimos, pues se supone que teníamos que invocar a un espíritu malo del más allá o del más acá, ¿Quien sabe?.

Y siguió hablando, se sentía un ambiente tenso, pesado…

—Como acto de aceptación a la presencia siniestra que está junto a nosotras, sentirán en sus rostros la mano del desgraciado….—y así, sentimos una mano que nos acariciaba el rostro. ¡A la peste!! Ese día fue el más terrorífico de mi vida, casi comparable a aquel, cuando nos persiguió el loco Hitler… pero bueno,, esa es otra historia.

La mano helada que nos acarició el rostro, parecía realmente de un cadáver, al menos, así lo sentimos.

Y de pronto, se escuchó una carcajada diabólica y sentimis que la Miranda salió disparada del cuarto, y en su accionar se llevó de encuentro a mi viejita y a la tía Marinita, que estaban espiándonos tras la puerta.

Ya se imaginarán que también el resto, todas salimos corriendo y gritando.

Poco a poco nos tranquilizamos y al mirarnos, descubrimos que. ¡Éramos unas negritas yanacancanas!

Madame Camucha nos había frotado la cara con vaselina y carbón, y cuando nos dimos cuenta de la broma, ella ya había huido hasta Pichirhua.

Ahí se terminó la aventura con el más allá…¡LA OUIJA!!!

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