¿En qué momento lo cotidiano se eleva a lo trascendente y cuándo lo trascendente baja para hacerse cotidiano?
Becker decía: Mientras haya misterio para el hombre, habrá poesía.
¿Qué hacer para convertir lo inefable en comprensible?
Bueno, habría que ir descubriendo la belleza en todos los caminos.
Buscar al tiempo bajo el manto de las hojas de los árboles que caen en tiempo de otoño.
Penetrar en los escondrijos de las mentes secuestradas por la irrealidad o al mundo paralelo donde viven esos seres inmateriales para verlos reír con nuestras locuras.
Palpar, sentir de cerca la miseria o lo que creemos que es miseria y encontrar motivos para pensar.
Hay poetas que pintan el holocausto y lo coronan con hojas de laurel.
Y hay quienes buscan los amaneceres para pillar a la luna cómo desaparece entre los primeros rayos del sol.
¿Qué hacer para que la poesía sea humana y toque las fibras más íntimas de nuestros sentimientos?
No es la imaginación la que nos va ayudar, es la conmiseración que está en nosotros.
Conmiseración que habita en cada uno de los humanos.
Unos la tienen más desarrollada que otros. Unos la sienten en lo profundo de su ser, otros en la epidermis, pero cada uno tiene un contacto con esos sentires que nos hacen vivir la humanidad.
El asunto está en esa indisoluble unidad entre lo que decimos, lo que sentimos y lo que hacemos.
Cuando decimos lo que no sentimos o sentimos lo que no decimos, hay una incongruencia.
Y cuando decimos y no hacemos lo que decimos la trilogía de la incongruencia se complica más.
La poesía captura pensamientos, observaciones, conductas y personajes
Plantea situaciones hipotéticas o describe realidades. Saca a la luz sentires, muchos pesares y algunos ideales.
Entonces vienen las preguntas.
¿Cómo es que Rocinante cabalgó llevando a Quijote en dirección de los molinos de viento a los que el ingenioso caballero personifica como gigantes malvados?
La ilusión se sobrepone a la realidad.
Sancho lo trae a tierra para decirle que no son gigantes ni son malvados, que son molinos de viento.
La realidad en tierra, pero Quijote está convencido que tiene que luchar contra la injusticia y la desigualdad.
Sancho vio como su amo es golpeado por un brazo de aspa de molino. Muy malherido del incidente Quijote fue trasladado a buen cobijo para recuperarse de sus heridas.
Aún así, Quijote dirá que no fueron molinos de viento los que lo vencieron sino que se entrometió en el camino un malvado mago que lo hizo caer.
Sancho contempla como Quijote se eleva por encima de la realidad, al mismo tiempo contempla desde su humanidad las elucubraciones de su amo.
En pocas palabras: la razón de Sancho y la ilusión del Quijote.
¿Dónde está la poesía?
¿Envuelta en la ilusión o empolvada en la realidad?
Nuria llamada así por Lucho Miranda Valer, su padre, es la ilusión.
Ybi su madre, es la antena a tierra, pero ambos coinciden en que Nuria debía ir en busca de nobles ideales más allá de los mares.
Los padres tuvieron que ceder para imaginar a Nuria caminar por las calles de Madrid para abrir su propio camino con todas las dificultades que esto significa.
Aspas de molinos de viento en esos lugares de la mancha se levantan contra ella.
Ella, Nuria, quiso un encuentro con el arte, con la poesía y la forja de sus propias ideas.
Así fue construyendo “Novena Fase”, versos al pie del limonero alumbrada por esa luna
que solo puede verse desde Abancay, la tierra de sus ancestros, en todas sus fases.
Desde las antípodas Nuria Miranda descubre que la luna es de todos pero la última fase es solo suya. Es la que alumbra su universo particular.
Para acariciar a la poesía en esa bóveda azul que es su cielo, de sus manos brotan el hilván de sus pensamientos.
Esa es “Novena Fase”.
.