LA RESISTENCIA DE LA BONDAD

Abancay: Un oasis de seguridad y bondad en una sociedad mundial en declive

por Carlos Antonio Casas
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Por suerte, a pesar de todas las deficiencias y problemas que hay en Abancay, y a la decadencia moral que afecta a toda la humanidad, aún hay mucha bondad y no tenemos los problemas de inseguridad y degradación que sufren las grandes ciudades del mundo, por lo menos, no en grandes magnitudes.

Me atrevo a sostener qué Abancay está lleno de gente buena, quizá seamos pocos los abanquinos descendientes de antiguas familias enraizadas en este valle, pero los nuevos abanquinos, que tienen tanto derecho como los antiguos, son también gente buena. Sean, gente venida de los pueblos del interior, del altiplano o de otros lugares del país. Hay muchos rostros nuevos y han dinamizado la economía de la zona, aunque también han trastocado un poco los valores y costumbres tradicionales.

Hay extranjeros también, parecen ser gente trabajadora y correcta, aunque a veces sus modales y costumbres dejan bastante que desear, pero están muy lejos de ser como los que se ven en las noticias, dedicados a la delincuencia y los vicios.

Pero, aunque las cosas estén relativamente tranquilas en nuestra región, no podemos perder de vista que el mundo está en mal camino.

La sociedad actual muestra una decadencia moral evidente: la superficialidad reemplaza la empatía, la obsesión por el materialismo anula los valores humanos, la desinformación alimenta el odio y la intolerancia. La falta de responsabilidad individual y la pérdida de la solidaridad marcan con vehemencia una era de valores deteriorados.

Más importa verse bien que estar bien, los gimnasios están llenos y las bibliotecas vacías, se pierde horas viendo TikToks y pocos leen algo constructivo.

Estamos obsesionados por consumir, somos simples muñecos de los medios que nos manejan e impulsan a comprar, a gastar, a endeudarnos, y a veces solo para aparentar.

Somos pasto fácil de las corrientes de opinión en boga, pocos buscan su individualidad, es más fácil sumirse en el montón que defender las ideas propias.

Tendemos a creer cualquier cosa, ya no analizamos, buscamos lo fácil. Por ello hay pillos que aprovechando esa debilidad nos inoculan odio e intolerancia, y muchas veces, sin darnos cuenta siquiera de lo que hablamos, nos sorprendemos instilando hostilidad, discriminación y violencia.

Cuesta más asumir responsabilidades, y es común usar la política del avestruz, con mirar a otro lado creemos que los problemas desaparecerán.

Pocos son solidarios, mientras no nos toque a nosotros, indolentes, dejamos que los males y problemas discurren frente a nosotros.

Vivimos tiempos difíciles, que ya parecen apocalípticos. Si vemos las noticias, el desánimo nos abate, sobre todo, viendo las crónicas policiales, colmadas de violencia, indiferencia y codicia.

Un viejo proverbio del medio oriente sostenía qué, «Si haces el bien, nada ganas y si haces el mal, nada pierdes», ¡Absurda afirmación! que pretende dar licencia para obrar impunemente.  ¿No le parece? Afirmación basada en los viejos arquetipos del comerciante judío o árabe, cuya premisa y día más importante del año, era: «premero denero»

Ser bueno, es bueno. La maldad está impulsada por la codicia, el egoísmo, el anhelo de poder, los bajos placeres y la búsqueda de satisfacción a expensas de los demás.

Estas motivaciones descubren las peores facetas del hombre, lo más abyecto, y llevan a comportamientos perniciosos y muy destructivos tanto para el individuo como para la sociedad.

Decía Facundo Cabral: «Si los malos supieran lo buen negocio que es ser bueno, serían buenos, aunque sólo fuera por negocio».

Yo tengo fe en el ser humano. Creo que el problema está en la sociedad, que ha descuidado al individuo, dejándolo ir a su antojo, en busca del placer y de lo fácil. Creo que básicamente el ser humano es un ser bondadoso, a veces extraviado, pero nunca del todo perdido.

Se ha descuidado su educación, no se ha cuidado el desarrollo del espíritu.

Se ha dejado demasiada libertad a los malos, que tienen el camino libre, y de hecho, distribuyen mejor, cosas que restan antes de sumar, como la pornografía, la violencia, la intolerancia, el libertinaje y los malos valores.

Hacer el bien, es importante, porque impacta con fuerza en nosotros y en los demás.

Cuando actuamos con bondad, generosidad y compasión, no solo mejoramos la vida de quienes nos rodean, sino que también cultivamos nuestro propio bienestar emocional y espiritual.

El bien nos conecta con los demás, fortalece los lazos sociales y fomenta un sentido de comunidad y solidaridad.

Cada acto de bondad, casi siempre, tiene efectos positivos en cadena, inspirando a otros a seguir el ejemplo.

Al hacer el bien, contribuimos a crear un mundo más compasivo y lleno de esperanza.

Todos deberíamos tratar de vivir con abundante bondad, con integridad, con honor, con principios y valores éticos, inculcando eso en nuestros hijos, antes de que sea demasiado tarde, pues la modernidad está jugando con fuerza y en contra, degradando los valores humanos tradicionales.

Pero la bondad no debe ser solamente para afuera también debe ser para adentro, significa que debemos cuidarnos, tratarnos bien a nosotros mismos.

¿Cómo se puede compartir felicidad, si no se es feliz? Es necesaria la bondad en relación a otras personas, pero la bondad hacia uno mismo, es igual de importante.

Es importante actuar con bondad, pero también hace falta actuar siempre con verdad y con justicia.

«La belleza, la verdad,
la justicia y la bondad,
propician la libertad,
y nos acercan a la divinidad».

Los humanos somos seres increíbles, con un potencial que aún no se ha descubierto del todo, y que está esperando a ser despertado.

Una atención, una caricia, una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un cumplido honesto, un abrazo, un beso, el más mínimo acto de bondad, puede cambiar una vida al despertar una chispa de felicidad.

Todos somos iguales, sin excepción, todos tenemos algo maravilloso dentro, a veces muy escondido, pero es solo cuestión de descubrirlo.

Debemos darnos cuenta de que no solo somos seres físicos, nuestro potencial ilimitado proviene de nuestro espíritu.

Como alimentamos y fortalecemos el cuerpo, debemos preocuparnos por alimentar y fortalecer el espíritu.

¿Y cómo hacer eso?

A través del amor incondicional, la conexión con la naturaleza, la práctica de la gratitud, la búsqueda de la verdad, la introspección y las buenas lecturas.

Es importante también encontrar lo que nos guste, nos motive, nos apasione.

Un ser humano que no encuentra su pasión está viviendo una vida a medias. No debemos desaprovechar nuestro tiempo ¡debemos encontrar nuestra pasión!, ¡debemos ser auténticos!, encontrar la felicidad y el equilibrio para poder siempre brindar bondad al mundo.

Una forma de llegar a la espiritualidad es a través de la religión, es la vía rápida.

La espiritualidad y la religión están muy relacionadas, pero no son lo mismo. La religión es una estructura organizada con creencias y prácticas específicas, mientras la espiritualidad es la conexión personal con lo trascendental o divino. Una cosa lleva a la otra, no es casualidad que entre las personas más espirituales, siempre hay muchos sacerdotes y monjas.

Hay quien hace brillar su espíritu meditando y quién lo hace brillar orando, todo es bueno, mientras brille. El espíritu se ilumina cuando abrazamos nuestra verdadera esencia y vivimos con propósitos claros.

La misión fundamental del ser humano, a fin de cuentas, es sumamente sencilla y estriba en buscar SER FELIZ, y en contribuir a la felicidad de los demás en la medida de lo posible.

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